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Entre el crecimiento y la saturación: conclusiones del Festival de Málaga 2023

Las apuestas españolas del palmarés, el debut de RTVE como patrocinador, el creciente peso de las series o la tensión entre la programación comercial y la de aspiraciones artísticas permiten hacer balance de la 26 Edición del certamen

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La 26 edición del Festival de Málaga finalizó el pasado domingo 19 de marzo. Ha sido la primera edición sin la sombra de la pandemia, en un tiempo en el que Málaga se ha terminado de consolidar como el segundo gran foco del curso para el cine español después del Festival de San Sebastián. Si los estrenos más potentes de la segunda mitad del año acaban pasando por Donostia, los del primer semestre apuestan claramente por Málaga. El ser un festival de habla hispana ofrece, además, un protagonismo y un encuentro a la industria audiovisual española que en el Zinemaldia, con toda su dimensión internacional y de clase A, está algo más difuminado.

Aunque la asistencia de público aún no está en niveles prepandemia (los 90.000 de 2023 están lejos de los 150.000 de 2019), la sensación de crecimiento y consolidación del Festival de Málaga está refrendada en los números de este 2023: de 181 y 186 títulos en las anteriores ediciones hemos pasado a 231. Un 20% más de películas. Y el crecimiento de la zona industrial del Festival, MAFIZ (Málaga Festival Industry Zone), es espectacular: de las 580 participantes acreditadas de 2018 hemos pasado a un total de 1.866 en este 2023.

Es decir, Málaga se ha convertido en uno de los mejores termómetros para saber en qué punto está el audiovisual español contemporáneo y, sobre todo, para ver cómo lee ese momento el Festival y, por extensión, el ecosistema que le da cobijo. Las apuestas del palmarés, el debut de RTVE entre los patrocinadores, el creciente peso de las series en la industria o la tensión entre la parte comercial y la de aspiraciones artísticas de un abultadísimo programa nos permiten sacar algunas conclusiones. Todas ellas influirán en futuras ediciones, pero también en el porvenir del cine español en los próximos meses.

El palmarés del Festival de Málaga y qué cine español queremos

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‘20.000 especies de abejas’

El Festival de Málaga, más que proyectar nuevas tendencias, suele certificarlas. Si en las primeras ediciones el Festival pendulaba y premiaba propuestas amables dentro de códigos más que asimilados por el sector y el público (hasta tal punto que taquillazos como El otro lado de la cama (Emilio Martínez Lázaro, 2002) conseguían la Biznaga de Oro), a medida que el certamen se hacía «mayor» sus jurados han terminado de apuntalar la histórica tendencia de premiar a las grandes óperas primas de la temporada.

La Biznaga de Oro para 20.000 especies de abejas, de Estibaliz Urresola, vuelve a certificar este perfil de «nuevos talentos», que se superpone a otra de las imágenes que Málaga quiere dar de sí misma: ser el trampolín de la nueva generación de mujeres cineastas, que encuentran por méritos propios un escaparate de primer nivel, históricamente negado. Desde Verano 1993 (Carla Simón, 2017), hemos visto ganar el Festival a Las distancias (Elena Trapé, 2018), Las niñas (Pilar Palomero, 2020) y Cinco lobitos (Alauda Ruiz de Azúa, 2022). 5 de las 7 últimas Biznagas están dirigidas por mujeres.

El éxito en Málaga de 20.000 especies de abejas, que venía ya respaldado desde Berlín, refrenda también un espacio simbólico —que esperemos que se traduzca también en sitio en taquilla— de historias que pasan de ser «de mujeres» a ser lo que son: historias a secas. Una puerta amplia por la que se pueden colar tanto las trabajadoras de Matria, que se abre a un cine social que aprovecha los lenguajes del actual cine independiente y los caminos abiertos por el neorrural, como, en otro concepto, las protagonistas de Las buenas compañías, con una veterana como Silvia Munt echando un vistazo a la cara B de la Transición.

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‘Els encantats’

Pero hay otra lectura sobre la Biznaga de Oro a la película de Urresola, menos triunfalista. La ganadora es otra ópera prima ambientada en el rural y con una reflexión sobre la familia y la identidad. El triunfo de la valiosa película de Urresola, con todas sus particularidades y diferencias, evidencia una evidente homologación en las decisiones narrativas y estéticas dentro del cine español. Reforzada por laboratorios y residencias, las películas pierden frescura y capacidad de sorpresa al querer agradar a la industria y/o garantizarse un espacio seguro de visibilidad local.

Estos movimientos están desembocando en un cierto «aburguesamiento» conservador de nuestro cine independiente, tanto en las formas como en los fondos de las películas, que también se puede detectar en interesantes películas como Els encantats o Matar cangrejos, flamante y colorida ganadora de la sección ZonaZine. Es un camino de posibilidades que garantiza calidad, pero que se empieza a estancar. El cine español alejado del mainstream tiene que repensar algunos preceptos para seguir avanzando y acercándose a nuestras realidades, que son las que garantizan su futuro.

La abultada programación de Málaga demuestra también que, aunque no se premie, también pueden estar en Sección Oficial y existen apuestas arriesgadas como El fantástico caso del Golem y La desconocida o otras poco identificables como Upon entry, además de que sobrevive un necesario espacio para cineastas de otras generaciones como Félix Viscarret (Una vida no tan simple) o Gerardo Herrero (Bajo terapia).

La incorporación de RTVE y la sobrecarga de títulos

De Caperucita a loba
‘De Caperucita a loba’

Como decíamos, la incorporación de RTVE al festival como financiador y parte activa ha sido la principal novedad del Festival de Málaga 2023. La entrada de la radiotelevisión pública ha ayudado a ampliar el programa, no solo en número, sino también en diversidad de contenidos y propuestas formales. La nueva personalidad de la Sección Oficial es, en parte, mérito de que RTVE «libere» a la programación de la dependencia exclusiva de las grandes televisiones privadas.

Eso sí, la principal consecuencia visible es un desdoble de la Sección Oficial, entre la de filmes que optaban a la Biznaga de Oro y los de Málaga Premiere, una concesión a la también histórica visibilidad comercial del certamen, con títulos de menor ambición artística pero mayor proyección económica apoyados en la dependencia de Atresmedia. Hay que evitar señalarlo como algo negativo: los eventos cinematográficos necesitan al público para ser relevantes y no está mal que 20.000 especies de abejas o Matria compartan cartel con De Caperucita a loba, El hotel de los líos o Como Dios manda.

El problema es que la atención del público, y la de la prensa especializada o las redes sociales o cualquier otro mecanismo que pueda conducir al primero a la sala, que es de lo que se trata, no es infinita. Málaga debe ser espacio de grandes estrenos, también para las grandes distribuidoras y las televisiones, o no tendría sentido, pero no sirve de nada ampliar lo premiable y visible en un festival de este tipo si unos títulos y otros van a pisarse. La sensación de sobrecarga de pases y carreras ha sido tal que hasta el director del Festival, Juan Antonio Vigar, tuvo que prometer una revisión del número de títulos durante la lectura del palmarés.

De hecho, las secciones de ZonaZine o Documentales, ya habitualmente poco correspondidas, corren riesgo de acabar definitivamente opacadas por la representación de unos grandes títulos que ahora son más generosos en su definición. Lo más arriesgado y experimental del cine español contemporáneo parece quedarse fuera así de los márgenes que la industria está dispuesta a aceptar, ya sea por conservador acomodo como por pura saturación de propuestas.

Un festival de series: todas quieren estar

Las noches de Tefía serie Atresplayer
‘Las noches de Tefía’

La influencia de RTVE se ha extendido también a la sección Pantalla TV, que empezó hace apenas dos años como una mera concesión a la influencia del medio y que capitalizaba, irónicamente, la propia TVE con Ana Tramel. El juego y Lucía en la telaraña —aunque dos años después sea Netflix quien rentabilice de verdad dichos contenidos—, aunque la serie más importante mostrada acabó siendo Maricón perdido. En 2022 los títulos pasaron a siete y apenas Movistar Plus+ puso toda la carne en el asador con Rapa (aunque su gran título del año sigue reservado para Donostia).

Pero este 2023 casi todas las «grandes» han traído un gran estreno, uno de prestigio: Las noches de Tefía (Atresmedia), Los pacientes del doctor García (RTVE), selftape (Filmin) y La Unidad Kabul (Movistar Plus+) entre las teles o plataformas españolas, pero también la nueva entrega de Días mejores como el producto de prestigio de Prime Video para la temporada o el debut de SkyShowtime, es decir, de Paramount+, con Las invisibles. Incluso HBO Max se apunta al golpe con la, eso sí, menos vistosa, Pollos sin cabeza.

Las plataformas de streaming y las televisiones —menos Mediaset, que no se sabe muy bien qué estrategia quiere seguir con sus series— no se quieren perder el extra de visibilidad y promoción que proporciona un festival de estas características. El paradigma audiovisual de los nuevos tiempos da mucho espacio a las series pero, al mismo tiempo, busca la legitimación cultural y proyección económica reservada hasta ahora a la «vieja» industria del cine. Quizá, en un mercado sobresaturado de ficción seriada, sea una buena estrategia.

Ser un festival en español

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‘Las hijas’, Biznaga de Oro a la Mejor Película Iberoamericana

En 2016, el Festival de Málaga tomaba una decisión importante: pasar de ser un festival solo de cine español a serlo «en español», abriéndose al cine latino. En estos años, especialmente al desdoblar la Biznaga de Oro para España e Iberoamérica, el Festival ha sido una de las puntas de lanza de la progresiva intensificación de la relación audiovisual entre España y Latinoamérica. Los proyectos en coproducción se multiplican y es evidente el esfuerzo de determinados agentes en crear un mercado panhispánico, con las plataformas como principales interesadas por su facilidad para cruzar fronteras en su distribución internacional.

Esto empuja al curioso fenómeno de las series o películas 100% españolas que no se pueden ver en España, pero sí en distintos países de Latinoamérica, o a que directamente se lleven a cabo proyectos por su potencial de promoción turístico o de inversión para las film office de cada localidad. Un movimiento económico con varias productoras ya trabajando intensamente en abastecer a las plataformas (Secuoya, Mediapro…) y que en España encuentran sobre todo empuje a través de la maquinaria industrial de EGEDA (Premios Platino, Forqué, Iberseries).

Por otro lado, la sección Mosaico, este año con cine francés, italiano o asiático, o la del país invitado (Perú), contribuyen a la diversidad del festival, pero, como en otros casos señalados anteriormente, también a la repetida sensación de que quien mucho abarca poco aprieta. Ya a medio calendario de este año se comentaba la posibilidad de ampliar días y espacios —este 2023 ha debutado el Teatro del Soho malagueño—. Retomando una metáfora utilizada en alguna ocasión durante el certamen, un festival es como un gran puzle. Casi todas las decisiones de añadir piezas este año tienen objetivos positivos, pero todavía no han acabado de encajar para que el dibujo se vea del todo claro.

Imagen de portada: 20.000 especies de abejas – BTeam Pictures
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