Una de las películas revelación del Festival de Málaga, pura esencia tinerfeña desde una mirada crítica a la decisiva turistificación de la isla en los años 90
Matar cangrejos nos lleva a la Tenerife de los años 90 para contar la historia de una familia de la isla, compuesta por una madre soltera (Sigrid Ojel) y sus dos hijos (Paula Campos y Agustín Díaz). Su día a día se revoluciona cuando se abre la posibilidad de que la mujer, trabajadora del zoo de loros de la isla, sea la persona que reciba al artista Michael Jackson en su inminente concierto en la isla.
La urgente descentralización del cine español de los grandes núcleos de producción cultural del país (Madrid, Cataluña, País Vasco, Galicia…) tiene que pasar por lo que ofrecen películas como esta, que acomodan los códigos de nuestro cine de autor a realidades locales de las que no hemos querido saber mucho. Matar cangrejos lo hace además añadiendo una nueva perspectiva histórica sobre los años 90, recuperando el filtro crítico que le veníamos dando a la década en Las niñas (Pilar Palomero, 2020) o El año del descubrimiento (Luis López Carrasco, 2020).
Matar cangrejos fue una de las películas revelación del Festival de Málaga (sección Zonazine): trae aire fresco, estético y de ánimo, a un naturalismo necesitado de nuevos referentes en el cine español. Omar Al Abdul Razzak ha encontrado su estilo en los colores cálidos, los ritmos y el carácter tinerfeño recogido en todas sus caras, tanto la más feliz como la menos amable. Eso borra cualquier sensación de «ya visto» que pueda darnos la historia, que también tiene sus hallazgos.
Los loros de la España de los 90

Uno de los aciertos de Matar cangrejos es cómo retrata la época y sus circunstancias. La visita real de Michael Jackson en septiembre de 1993 fue uno de los grandes hitos turísticos de Tenerife en esa década, un nuevo boom de promoción que venía a poner el lazo de colores al largo y progresivo proceso de turistificación de masas en la isla. El ‘Bienvenido Mr. Jackson’ (Bienvenido Mr. Marshall, Luis García Berlanga, 1953) que retrata Al Abdul Razzak propone otra ramificación del modelo del pelotazo y el gran evento de la España de los 90, que veníamos trabajando en la EXPO de Sevilla o en los Juegos Olímpicos de Barcelona.
En la película vemos que la explosión de supuesto jolgorio que se vivía en toda España terminó por convertir a Tenerife en un gran parque de atracciones turístico que hoy está más que asumido en el imaginario colectivo. Un goteo continuo desde los años 50 y 60 que en Matar cangrejos se ve cómo se extiende hasta los pequeños pueblos costeros de la isla, donde la gente ve amenazada su vivienda, como le ocurre a la abuela de la película, en una falta de documentos de propiedad que recuerda, claro, a la de Alcarràs (Carla Simón, 2022).
La película sitúa bien todas las contradicciones de este ambiente en sus propios protagonistas, que esperan con ilusión a Michael Jackson, viven del turismo, quieren o saben hablar inglés pero también son cada vez más conscientes de la otra cara: los aviones que sobrevuelan la isla a diario o los nuevos hoteles en línea de playa se están comiendo parte de su pueblo, Bocacangrejo, y por extensión de su forma de vida.
Matar cangrejos y las esperanzas de un cine verdaderamente canario

Con esos elementos funcionando de fondo de una forma lo suficientemente clara pero no tirada a la cara, lo importante que consigue Omar Al Abdul Razzak es extender esta esencia en las imágenes, que Matar cangrejos sea una película que se sienta viva. La historia y los personajes viven más allá de los vericuetos del guion y encuentran sus huecos para asentarse en la imagen incluso a través de sus ritmos, que son distintos a los de otras zonas de España.
Todo está alineado para que se sienta como un soplo de aire cálido. Funciona en las interpretaciones, claro, pero también al recoger el aroma de la década en Tenerife, gracias a un trabajo de arte y de diseño de producción que interpretan los 90 sin nostalgias pero con los colores vivos y la música de la isla. Sara Gallego, que no es casualidad que estuviera en dos hallazgos noventeros como El año del descubrimiento y la interesante Contando ovejas (José Corral, 2022), se confirma como un talento al alza en la fotografía.
Hay que también señalar la importancia que tiene esta película en su contexto: señala el camino para esta nueva ola de cine canario que quiere/puede contar historias de su tierra. Es quizás la película más depurada de ese camino poco transitado, pero que últimamente cineastas como Andrés Koppel, David Pantaleón, Armando Ravelo o Miguel Mejías están empezando a andar. De estos trabajos, Matar cangrejos es el que mejor sintetiza ciertos códigos y lecciones ya aprendidas de nuestro cine de autor, con potencial para llegar muy lejos.
Imágenes: Matar cangrejos – Filmax (Montaje de portada: Cine con Ñ)
