La película no puede evitar la sombra de imaginarios que dan síntomas de agotamiento, pero se defiende a uñas y dientes metiéndose de lleno en la cabeza de una protagonista frente al derrumbamiento de sus expectativas
Els encantats: Elena Trapé abre las grietas por las que colarnos

Elena Trapé (Las distancias) ha vuelto a la dirección de cine con Els encantats (Los encantados), una película protagonizada por Laia Costa que, por su sinopsis, podría ser la secuela catalana de Cinco lobitos: una mujer acaba de dejarlo con el novio con el que tiene una hija de cuatro años. Ahora se separa por primera vez de ella. Para vivir tranquilamente el trance, se va unos días a la casa del semiabandonado pueblo familiar. Es una de las grandes apuestas de la Sección Oficial del Festival de Málaga.
El mencionar otra película es automáticamente injusto con Els encantats, pero señala que ciertos motivos e imágenes mentales del realismo en el cine español dan síntomas de agotamiento, como señalaba Carlos Losilla como curador del D’A Film Festival. Las asociaciones del coming ofage rural o el descubrimiento del momento de una misma en el campo es claramente uno de ellos. Hay que atender a esta visión de conjunto para que la diversidad que se ha abierto en el cine español toque de verdad todos los palos y evitar así la tendencia homogeneizadora del mercado.
Dicho esto, decir aquello de que cada película es un mundo no es un topicazo en este caso. Se ve desde el primer plano que hay mentes pensantes involucradas y atendiendo con los cinco sentidos a lo que se está haciendo. Si se analiza por separado este potente trabajo, Elena Trapé justifica más que de sobra que su tratamiento sea el que es, sin darle más importancia al discurso rural que el que le da su protagonista y, además, de fondo trata cosas distintas a trabajos con los que se la podría vincular de forma superficial.
Vivir con el desengaño

Els encantats busca algo y lo consigue: meterte en el momento vital y la encrucijada psicológica de su protagonista. Irene, el personaje de una Costa infalible, es una mujer que vive un momento duro en su vida personal pero aún no sabe muy bien cómo lidiar con él. La dirección y el guion de Trapé y Miguel Ibañez Monroy van colándose por las grietas emocionales de unos pocos días, lo que acaba por darle importancia a lo que no la tiene y parece que se la quita a lo que es de verdad el problema de fondo.
Si uno de los motivos principales del cine español más reciente se ha asentado en la fuerza de la comunidad identificada en el núcleo familiar (Alcarràs, Cinco lobitos, 20.000 especies de abejas), Elena Trapé se acerca a una perspectiva de carácter personal en la que la familia juega un papel mucho más distante y amargo. Lo que le interesa a la directora es una sensación de desengaño individual frente a tus propias expectativas de vida y a cómo reubicarse frente a un camino que hay que andar ya de otra manera.
La película está en los reflejos de una mirada perdida sobre una misma (es importante también la lectura de género). En ese sentido, Els encantats está mucho más cerca de una película urbanísima como La virgen de agosto (Jonás Trueba, 2019) que de las que sus ambientes pageses podrían hacernos pensar. A la contra de la tendencia actual, Trapé usa elipsis muy pequeñas para dar este pequeño viaje emotivo, efecto que concentra sus significados en cada gesto y cada silencio, que no pierden tampoco apariencia de espontaneidad.
Els encantats y las zonas oscuras

La multiplicidad de puntos de vista de Las distancias se sustituye por una única y dominante presencia, pero el misterio de sus personajes de su anterior película se mantiene. Trapé sabe tocar las incertezas de esa zona oscura que todos tenemos dentro con sentido del humor y delicadeza, hasta que al final sale a luz una parte de la culpabilidad que se arrastra.
Pese a que el contexto actual nos pida quizás coger otros caminos en el STOP (menos pendientes de las modas industriales), Els encantats es una película inteligente que confirma la madurez de Trapé para contar ese momento vital de no saber dónde tirar mientras tienes la sensación de que la suerte ya está echada. Juega bien sus cartas hasta el último momento y consigue interpelar al espectador más allá de sus evidentes nociones generacionales. A ratos simpática, otros dolorosa, pero siempre lejos de lo superficial.
Imagen de portada: Els encantats – Haide Costa, Sophie Koeler (Montaje de portada: Cine con Ñ)
