La serie documental sobre Miguel Bosé cuenta más o menos lo mismo que la de ficción pero con él mirando a cámara, sin lograr superar su carácter de testimonio de famoseo antes que documental sobre una carrera musical o artística
Bosé Renacido es la historia de la vida del cantante Miguel Bosé contada por él mismo y algunos de sus allegados, por orden cronológico. Lo hace visitando para las grabaciones algunos de los escenarios más relevantes de la misma, desde la aislada finca extremeña de su familia donde vivió de niño hasta una metrópolis como Ciudad de México, en un viaje desde lo íntimo hasta lo más público. El cantante y actor se explica o ajusta cuentas sin evitar polémicas, aunque en un metraje que es única y exclusivamente su versión sobre su propia vida.
Si son ustedes lectores recurrentes de Cine con Ñ es posible que hayan notado que no hacemos críticas de las ingentes cantidades de series documentales sobre deportes que estrenan las plataformas, sobre todo Prime Video y, ocasionalmente, Movistar Plus+. La razón es que desistimos de ello tras comprobar que el formato insider, que permite un acceso inédito a ciertos aspectos de la vida de los deportistas, tendía a volverlos planos y acomodaticios, como analizaba aquí nuestro director Arturo Tena.
No nos pasa lo mismo con los true crime, formato que a servidor de ustedes se le hace cuesta arriba, pero está dispuesto a comerse docenas de “nuevas pruebas” y “testimonios inéditos impactantes” sabiendo que de vez en cuando aparecerá un 800 metros o un Lucía en la telaraña. Pero con los documentales dedicados a cantantes estamos a pique de un repique. No es lo mismo un Supergarcía, que tiene al personaje presente pero también incluye detractores, claroscuros y locura por turbina, que estos masajes a gente muy famosa cuyo interés reside en hablar de su vida. Aquí dejo esta duda existencial, sin saber si veré Bisbal, aunque dirija Alexis Morante.
Lo de la otra serie, pero contado por él

Bosé Renacido cuenta básicamente lo mismo que Bosé, la serie de ficción disponible en SkyShowtime, hasta el punto de compartir un guionista, Boris Izaguirre, buen amigo del propio Miguel Bosé. Además ambas series beben de la versión de su propia vida que da el cantante en su autobiografía, El hijo del Capitán Trueno, publicada en 2021, con el añadido de que aquí la vuelve a contar él mismo. Un 50% del metraje es el susodicho hablando a cámara e imágenes de archivo ilustrando lo que dice. Pite Piñas y María Pulido intentan darle agilidad a la narración tan plana del busto parlante con alguna composición más atrevida y temática, como planos invertidos y demás.
Para más inri, otras composiciones remiten directamente a Bosé, la de ficción. Cuando Miguel el de verdad pasea por la finca extremeña de su familia, uno duda si llegaron al extremo de rodar allí la serie de Paramount o tuvieron un acceso privilegiado y mucha pasta para recrearla tal cual. Es el punto de mimesis entre ambas versiones, hasta el punto de que casi lamento no haberme leído la susodicha autobiografía para comprobar si de verdad está repitiendo lo mismo por tercera vez. La novedad aquí, si acaso, es que aparecen Mercedes Milá, Alaska o Alejandro González Iñárritu, famosos presuntamente cercanos a él, diciendo que es una gran persona, buen amigo y mejor padre.
En fin, que se exploran sus traumas con sus padres o el acoso homófobo recibido por la prensa rosa de los 90. El último episodio es casi un tratamiento del duelo del cantante por su ruptura con el escultor Nacho Palau, su pareja durante un cuarto de siglo, y los fallecimientos de su sobrina Bimba en 2017 y su madre en 2020. Todo el contexto que aparece —franquismo, paranoia del SIDA, cine de Almodóvar, etc— es secundario, complementario frente a cómo afecta, siempre injustamente, al mártir. No es que sea una persona de su tiempo que pasa por cosas propias del mismo, sino que le pasan por ser Bosé y debe ser consolado por ello.
Lazos de sangre deluxe

Está de moda que sea base de las críticas de muchos productos de ficción la capacidad o no del espectador de “empatizar” con los personajes o ponerse en su lugar. A mí como criterio me parece una soberana memez bastante infantiloide, pero oye, hay gente para todo. Pero como buen caradura, me apropio el argumento cuando me conviene: a mí me cuesta mucho ver a un megarrico quejarse de cosas y colocar como tremebundas y especiales situaciones que, a cualquier otra escala, sufre todo el mundo. Hay un momento en el que se explica su disco Papito y varios músicos y cantantes aparecen destacando en una sola frase la influencia de Bosé en su carrera. Y uno se pregunta: si eso es verdad, ¿por qué no va el documental de eso, que tendría más gracia, y no de sus dramitas personales genéricos?
Por otra parte lo más llamativo es el empeño de Bosé por explicarse, hasta el punto de haber contado su vida por triplicado en un plazo de apenas dos años dando detalles pormenorizados de cosas que, en principio, a nadie le van ni le vienen, ni siquiera a la prensa del corazón más amarillista. Puede ser algún tipo de necesidad psicológica, por esa cadena de duelos que ha encadenado el último lustro y que llevaría a la depresión al más pintado, pero aún así deja la pregunta de por qué deben interesarnos las penas genéricas de un señor que va alquilando vientres de mujeres pobres por ahí y el drama de que su padre era torero. No sé si me explico.
Cerrando sin un bis, porque bastante se ha repetido ya. Si usted es muy muy fan de Miguel Bosé, Bosé Renacido es para usted. Si no, ya lo ha visto contado más entretenido en la de ficción, con los folleteos graciosos de Julio Iglesias interpretado por Miguel Ángel Muñoz por ahí de fondo y un montaje más juguetón y cafre. Por lo demás, no hay mucha diferencia entre esto y un Lazos de sangre o algo así, solo que con mayor nivel de producción y acceso al protagonista. En fin, como un documental deportivo insider en el que ves la cocina de Simeone. ¿A quién le importa la cocina de Simeone?
Imágenes: Bosé Renacido – Movistar Plus+
