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‘Manicomio’, la más que reivindicable primera película del Fernán Gómez director

La olvidada primera película de Fernando Fernán Gómez como director es un adelantado acercamiento al tema de la salud psicológica y a algunas de las claves de su cine posterior

'Manicomio', la más que reivindicable primera película del Fernán Gómez director 1

Manicomio (1953) era la primera película como director de Fernando Fernán Gómez. Y ya está. Un debut que no merecía mucho más comentario que la anécdota del primer paso a la dirección. Nadie quiso darle mucha importancia: ni el público ni la crítica en su estreno ni el propio Fernán Gómez, que dejó claro varias veces -en El tiempo amarillo y en alguna otra entrevista- que no estaba muy contento con cómo le había salido. Su valoración se había quedado en pases concretos y, sobre todo, dentro del círculo académico. El mal estado de las copias existentes, derivado de la dejadez con los derechos de la película, no permitía reestrenarla con garantías ni en televisión, ni en formato físico ni en digital.

Pero la ola de rescate y revalorización de las películas de Fernán Gómez como director desde los años 80, en su pico durante el centenario de su nacimiento, ha llegado también a Manicomio, que codirigió junto a Luis María Delgado (Diferente). Filmoteca España presentó en 2021 una nueva versión restaurada en 3K de la película, que ahora ha digitalizado e incluso subido a su canal de Vimeo en abierto durante unos días. Así es como tenemos la oportunidad de recolocarla definitivamente en la filmografía de Fernán Gómez. Y la verdad es que merece más que una mención de pasada.

Los locos, pobrecitos, no tienen culpa de nada

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Manicomio es principalmente una comedia, aunque una con un sorprendente trasfondo, inquietante y desesperado. La historia cuenta cómo un joven (Fernán Gómez), contra el deseo de su familia, se decide a visitar a su prometida (María Rivas) al manicomio donde trabaja. Ahí conocerá las historias de algunos de los profesionales y enfermos ahí presentes. Con diferentes episodios y relatos en flashback, se irán descubriendo historias sobre el estado piscológico de varios de los presentes en el edificio.

Como bien explica Paula Arantzazu en Cinemanía, la película explota la clásica historia y desazonadora sensación del «cuerdo entre locos». E incluso se atreve a ir un poco más allá. Fernán Gómez, que escribió el guion junto a Francisco Tomás Comes, mezcla y borra las líneas de forma divertida entre lo que se entiende por «cordura» y «locura» para hablar de los tabúes, miedos y prejuicios sociales que existían al tratar el tema de la salud psicológica.

A través de relatos basados en historias de Gómez de la Serna, Allan Poe, Krupin y Andreiev, se plantea un literario y particular Alguien voló sobre el nido del cuco (1975) o Shutter Island (2010), desde nuestro sainete y esperpento. Incluso se burla y cuestiona el papel de varias instituciones del franquismo -incluso de la Guardia Civil- a la hora de tratar a estos enfermos. Aunque diluida por la censura, la crítica velada a un régimen poco cuerdo que aisla a las personas equivocadas está hasta en la shakesperiana cita del rótulo inicial: «Señor, danos una brizna de locura que nos libre de la necedad». Aquí se reconoce al Fernán Gómez que luego veríamos en El extraño viaje (1964) o El mundo sigue (1965).

En tiempos en los que la pandemia ha roto el tabú de hablar -solucionar ya es otro tema- del agravado problema social de la salud psicológica en España, el subtexto de Manicomio aparece modernísimo a nuestros ojos de hoy. Pero ya lo era también en los primeros años 50. El humor oscuro y sardónico de la película se inserta perfectamente en los aires renovadores que iba insertando una joven generación de directores (los Bardem, Berlanga y cía) que se empeñaron en reflejar algunos aspectos de la realidad española que los cineastas que acabaron prosperando en la década anterior habían ido abandonando.

Manicomio, más allá de la locura

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Más allá del tema de fondo, que tiene varias ramificaciones y pullas a la España de la época, Manicomio tiene también argumentos artísticos para defenderse. La reticencia de Fernán Gómez a considerarla se puede entender por algunas carencias técnicas de primerizo (derivadas también del inusual proceso de producción de la película, que detalla Arantzazu en su texto para Filmoteca) o por cierta falta de fluidez y continuidad entre planos y relatos, pero, en líneas generales, la película se sostiene perfectamente y deja algunas secuencias buenísimas.

Lo que más destaca es el guión, que recogía las historias de esos clásicos literarios de Poe o Gómez de la Serna. La historia principal y los tres relatos insertados tienen una estructura ajustada, con momentos bien elegidos y correosas líneas de diálogo. Destacan por encima de todas la composición y la fuerza dramática y disparatada de la primera adaptación de Gómez de la Serna al cine (La mona de imitación, la más corta) y la brutalidad de la de Andreiev (Diario de un médico loco), en las que hay también trazos claros de costumbrismo y una ácida mirada a las élites intelectuales del país.

Aunque parece un planteamiento cinematográfico algo conservador y que tira mucho de lo literario, Fernán Gómez y Comes también se salieron de la norma. Lo hicieron con las dos miradas a cámara y monólogos que tiene el protagonista en el coche dirigiéndose al espectador, una solución que venía muy bien a la economía argumental que necesitaban Delgado y Fernán Gómez pero no era obvia. De la necesidad virtud en un recurso en absoluto habitual en el cine español de entonces.

Además, la película también tiene un pensado sentido estético que va más allá del texto pese a lo maltrecho del proyecto. Llama mucho la atención la interpretación y el uso de determinados espacios, entre los que destaca el manicomio principal. El lugar se va convirtiendo, también en la arquitectura elegida (con escenarios heredados de la película frustrada Aeropuerto, de Delgado), en un sitio cada vez más enrarecido y lleno de sombras para Carlos. Donde se ve mejor es en la gran secuencia de la cena final, que tiene hasta algo de distorsión expresionista.

Manicomio tiene un actual, crítico y desasosegante tema de fondo, un guión con fuerza e incluso distintos detalles de forma bien pensados. Pese a los errores de maltrecho debutante, merece seguro estar entre las películas a destacar del Fernán Gómez director, un primer acercamiento a las ambigüedades, violencias y negruras que desarrolló luego en los años 60.

Imagen de portada: fotograma de Manicomio

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