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Valeria T3: La hipocresía y la aspiración

Sigue siendo ‘Valeria’, con todo lo malo y lo poco bueno que eso tenga, un estilo de serie que se cree moderna y profunda cuando solo es un montón de consejos de bolsas de té y fantasías sexuales mal hiladas

Valeria T3: La hipocresía y la aspiración 1

EnValeria temporada 3 nuestra protagonista es ahora una escritora de éxito gracias a la novela inspirada en sus experiencias de la primera entrega, Impostora. Solo que su romance con Víctor, el atractivo arquitecto por el que rompió su matrimonio, no va exactamente como ella esperaba, aunque lo que esperaba no lo tenga claro ni ella. Mientras tanto su amiga Carmen se prepara para casarse, su amiga Nerea anda frustrada porque no encuentra pareja estable y su amiga Lola porque no liga, o solo lo hace con un chico mucho más joven que ella. Todo esto enmarcado en la moderna y cosmopolita Madrid actual.

Por fin llega una nueva entrega de esta ficción pensada para vender al exterior un Madrid moderno, dinámico y paradigmático, en el que las mujeres empoderadas, liberadas y del siglo XXI hablan de lo que realmente les importa y las completa como seres humanos: los tíos, las bodas, los hijos y la ropa. Podéis quedaros el futuro, yo me voy a Zihuatanejo.

Desde que se estrenase la primera temporada, allá por el confinamiento de 2020 —buenos tiempos para el streaming que parece que ya no volverán—, Netflix se ha “valerizado”, no solo por la proliferación de adaptaciones de novelas de la misma autora —Fuimos canciones y la inminente Un cuento perfecto—, también por haber repetido el molde, en una estrategia evidente de venta de estilo de vida aspiracional y de competición por el marketing turístico de las “marcas ciudad” a base de comedias románticas, con títulos como Emily en París, Si lo hubiera sabido o incluso Smiley.

Vaya por delante que de esta Valeria temporada 3, solo hemos podido ver los tres primeros episodios, así que las idas de pelota de la interfecta y sus amigas de los cinco restantes nos son, por el momento, desconocidas.

Captatio benevolentiae

Valeria temporada 3

Valeria tiene cosas buenas, claro, porque cuando pones dinero y gente profesional a hacer algo no puede ser un desastre absoluto. Las escenas de comedia más tontorronas y directas, que son las de la amiga pringada y el futuro esposo en el trabajo o con la suegra, funcionan como un tiro, aunque estén más vistas que el tebeo. Las actrices hacen bien su trabajo porque para algo llevan tres años con los personajes, aunque sean unos personajes completamente esquizofrénicos y con un solo rasgo de personalidad por cabeza. O sea, por ahí todo está de 6 para arriba, 7,5 si me apuras.

Y los juegos escénicos, de montaje o temporales copian recursos que funcionan de comedias como Cómo conocí a vuestra madre o, —¿cómo hemos llegado aquí?—, Ally McBeal. Aunque el referente sea problemático, si la escena hace lo que tiene que hacer es que está bien hecha. Los objetivos y el discurso de fondo serían otra cosa, pero en realidad lo único de lo que se trata es de que las plataformas quieren nuestro asqueroso y sucio dinero.

Además, otra cosa que no se le puede negar a la tercera temporada de Valeria es que cumple con el que ya la serie admite que es su principal gancho. Ya saben. Las cosas de mayores. El guarreo, el juri juri, el ñaca ñaca. Sin pasarse, con cosas que la narración cree que son atrevidas pero a mi madre le parecen rancias, como en esa otra ridiculez que es Sexo/Vida.

Valeria y el zeitgeist

Valeria temporada 3

La cuestión es que lo que define a una película o serie de este corte como “buena” o “mala” no es solo su factura técnica o el sitio donde ponemos la cámara (aunque eso ayude), sino que no sea hipócrita. Que no diga que va a hacer una cosa y haga la contraria. Sería injusto calificar a esta serie de carca porque, en realidad, no es más carca de lo normal, está en la media de las series españolas. Vive en un universo de ficción menos creíble que el de Marvel, donde las reglas de la psicología humana, la física o la economía que conocemos no tienen aplicación. Y su función, como ya hemos comentado por aquí repetidas veces e incluso unos párrafos más arriba, es crear estilo de vida aspiracional.

El problema es que ese estilo de vida aspiracional se pretende moderno y desenfadado cuando en realidad es reaccionario e infantil, pero bonito y con colorines. Ni siquiera se molesta en ser una comedia romántica con un giro, como la mencionada Si lo hubiera sabido, la reciente La familia perfecta o la próxima Citas Barcelona. Solo coge la superficie de todas esas propuestas para separar al género de sus peores vicios y nos usa para vendernos una historia en la que todo el mundo quiere tener una familia con hijos y una valla blanca por fuera. No literalmente, pero lo vais captando.

Que la subtrama de la amiga pringada sea que su novio andaluz quiere casarse por la Iglesia y que su madre es muy posesiva… pues bueno, dice una serie de La 2 de 1996 que le devolváis su argumento. Por otra parte, la amiga despendolada sigue sin estar despendolada más que de boquilla y solo la vemos liarse con un solo señor y enamorarse cual becerra. Y el guión sigue sin admitir que el problema de la pija, que al menos desde la segunda temporada no es solo muy lesbiana y ya, es que es pija, no perfeccionista. De que sus padres pasaron de ella por bollera en la T1, ya tal. Su orientación sexual, aparte de para hacer que pasen el Test de Bedchel solo rozando la escuadra, es solo un adorno.

Valeria es Madrid dentro de Madrid

Valeria temporada 3

Luego está la que es tradición marca de la casa, no solo en Valeria temporada 3, en la vida del streaming en general: pisazos que es imposible que se puedan pagar con sus curros —excepto quizás la pringada, que es jefaza publicista—, lugares “emblemáticos” —hay un paseo por un parque del barrio del Pilar, así que cuidado, amigos, sois los siguientes— y como salgan de capital del reino, presentación de las provincias —Puxa Asturies, en este caso— a base de tópicos que no son graciosos —que alguien les ponga El Pueblo— y como sitios “atrasados”, lugares donde no hay spa (esto tiene que ver con un gag con unos sofás y un vuelo cancelado por una compañía abusiva que o no está bien explicado o no funciona).

En fin, mientras pido la cuenta. Valeria temporada 3 sigue siendo Valeria, con todo lo malo y lo poco bueno que eso tenga, un estilo de serie, en esta edad de oro del audiovisual, tontorrona e hipócrita, que se cree moderna y profunda cuando solo es un montón de consejos de bolsas de té y fantasías sexuales mal hiladas. Una serie que vende como aspiracionales a personajes infantiles y egocéntricos y donde se vende un modo de vida inexistente, artificial y profundamente nocivo. Pero bueno, como la Liga de Fútbol Profesional, y de esa hemos visto muchas más temporadas.

Imágenes: Valeria temporada 3 – Netflix (Montaje de portada: Cine con Ñ)
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