Un documental divertido que trata con ternura la época sin negar sus muchas aristas, pero da excesivas explicaciones sobre por qué habla de ella
Pajares y CIA cuenta por boca de los propios protagonistas, historiadores y algún cineasta actual influido por la época el desarrollo del cine de la Transición, el llamado Destape, a partir de la experiencia de Andrés Pajares, que fue el actor más famoso de entonces. Entre unos y otros desgranan el carácter de un país que salía de una Dictadura y sus efectos en el cine, la representación de la mujer o el humor, vistos desde el prisma actual que ha dejado atrás mucho de aquellos planteamientos.
Pajares y CIA, antes que nada, es una docuserie divertida, lo cual ya es mucho decir frente al modelo habitual reciente del formato, más tendente al true crime y en el que solo destacan en el mismo estilo por aquí, por las Españas, Ruiz-Mateos, el primer fenómeno viral y por allá fuera producciones con una retranca más sutil tipo El infiltrado. Otra cosa buena es que no evita ninguna de las polémicas asociadas tanto al personaje como al estilo de cine que se retrata.
No es el documental definitivo sobre el cine del Destape, pero al menos intenta mantener un tono ecuánime, sin juzgar aquel momento mientras subraya los elementos que hoy serían impensables. El contexto es, por fuerza, superficial, pero la carrera de Pajares resulta lo suficientemente representativa, y entretenida, como para compensar. El tono, al final, es amable con un personaje del que, en última instancia, la mayor parte del público objetivo de este documental guarda un recuerdo probablemente tierno.
Pajares y CIA y otras chicas del montón

Resulta llamativo el esfuerzo que los periodistas y analistas invitados ponen en «traducir» al momento actual lo que significaba el cine de Mariano Ozores, con su humor chusco y sus desnudos gratuitos, recordando que ya entonces se consideraba tontorrón, barato y hasta ofensivo. David Trueba señala, sin mencionar títulos, que series como Élite y similares, con jovencitos de todo sexo, género y número drogándose semidesnudos serían el equivalente actual a las tetas al aire como reclamo. Y el periodista Juan Sanguino llama a la idea del productor Reyzábal de unir a Ozores, Pajares y Esteso «hacer el algoritmo».
Aunque más gracia tiene, en la parte de los 90, la del Pajares respetable y actor mejor pagado de España que lo mismo hacia Bwana que Tío Willy -es curioso que no se pongan más en valor, aparte de mencionar los premios que recibió por la primera- cuando la también periodista Pepa Blanes señala que una producción como Ay, Señor, Señor sería propia de las plataformas actuales, uniendo al popularísimo actor con Fernando Colomo en su pico de éxito. Por cierto que Javier Cámara, en esa parte, regalará alguno de los momentos más tiernamente humanos de la serie.
El desfile de nombres, en fin, da al menos para que se rompa con un tópico reciente al repasar la época: hay quien defiende la Ley Miró, y no cualquiera, sino nombres como el de José Sacristán. Es lógico que Mariano Ozores, principal perjudicado y que aparece en entrevistas de archivo, abominase de aquello, pero atizarle porque sí para reivindicar el cine de género anterior a ella -también Sesión salvaje pecaba de ello- es ser tan maximalista como quienes reniegan de cualquier tipo de fenómeno popular.
¿Quién se ríe ahora?

En ese sentido Pajares y CIA también sirve para contrastar algo: «condenar» el cine de la Transición es una cuestión generacional. Arévalo cree que cualquier persona joven lo podría disfrutar tal cual, en un alarde de desubicación absoluta digno de estudio que remata con un «ya sabemos que todo ha cambiado mucho, pero no hay que decirlo tanto». Al menos el que los actores pasaban casi tanta vergüenza como sus compañeras con los desnudos lo certifican también ellas. Entre las cómicas recientes que apuestan por el agravio y la ausencia total de autocrítica de más de uno están Javier Gutiérrez o el mencionado Trueba recordando que no eran buenas películas, pero explican un país.
Es encomiable también que una serie producida por Atresmedia y emitida con ATRESPlayer, aunque salve a Jaime Cantizano, tenga la autocrítica suficiente como para atizarle a un modelo de telebasura que al menos su cadena parece haber superado. El pobre Andrés Pajares tiene más razón que un santo en una imagen de archivo en la que lamenta ante micrófonos de un programa del corazón sobre su divorcio que le acaban de dar el Premio de la Crítica en Nueva York por su papel en Bwana y no lo cubre ni Dios. De hecho, el documental lo subraya porque no tiene imágenes de la entrega dicho galardón.
Pero un apunte: algunos millennials conocíamos a don Andrés Pajares de las susodichas Ay, Señor, Señor, Tío Willy, Bwana o Ay, Carmela, además de la adaptación al cine de Makinavaja, no solo de sus apariciones como personaje del corazón. No es solo que alguna fuente lo diga a cámara, se trata de la posición discursiva sobre la que se pone a la defensiva el documental. La misma que Fernando Esteso o Arévalo cuando les preguntan si aquello era machista.
Españolito que vienes al mundo, te guarde Ozores

Así, cuando se comenta que nos encontramos en el momento de las posironía, es dar explicaciones tan excesivas como las de Pajares para decir que su cine no era machista. Ahí es donde se constata que, por acción u omisión, Pajares y CIA acaba hablando del complejo como motor de la identidad española. Y no ya en la Transición, sino incluso ahora mismo, tanto en sitios donde la gente vaya a votar a la España Vaciada pidiendo que le quiten las macrogranjas como en la mismísima Malasaña y, a fecha de 2022, en bares que frecuentará la plana mayor de Más Madrid.
Complejo del migrante que iba a las salas de fiesta de la España de los 70 para poder bailar «agarrao», del que se identificaba con Esteso en Los bingueros por decir que no tomaba drogas porque con un chinchón ya iba listo, de Arévalo pidiendo que no le recuerden que los chistes de gangosos ya no tienen gracia, de Pajares necesitando a Saura para que se reconociese su valía como actor y de los españolitos de ahora mismo que tenemos que explicar por qué sabemos tanto de esto, no vayan a decir las vecinas.
En fin, por ir cerrando el chiringuito: suficientemente divulgativo para que lo pueda seguir alguien con curiosidad por la época que no esté muy familiarizado con los personajes, pero que se disfruta infinitamente más si se los conoce. No ha venido a condenar el Destape, pero sí que señala todas las aristas que hacen infumables esas películas hoy en día. Tierno con Pajares y un poco con la época, la clave la da Javier Gutiérrez en una de sus intervenciones que recoge el tráiler: aquello formó parte de nosotros, nos guste o no.
Imágenes: Fotogramas de Pajares y CIA – ATRESPlayer PREMIUM
