Una buena ficción de época narrada en dos tiempos que cumple con su función, difundir la vida de Antoni Benaiges y explicar por qué su historia en particular es importante
El maestro que prometió el mar: Memoria y victoria

El maestro que prometió el mar cuenta la historia real de Antoni Benaiges, un maestro de escuela republicano que en 1935 es enviado a dar clases a un pequeño pueblo de la provincia de Burgos, a la que se muda desde su Cataluña natal. Antoni conecta con su reducido grupo de alumnos, a los que enseña a leer y escribir con innovadoras técnicas pedagógicas y los anima a conocer el gran mundo más allá de su pueblo, aunque por el camino se crea problemas con el padre del pueblo, el padre Primitivo. Cuando descubre que sus estudiantes nunca han tenido la oportunidad de ver el mar, él se ofrece a llevarlos de excursión. Pero estamos en julio de 1936.
Patricia Font adapta la historia documentada del mencionado Antoni Benaiges. Este maestro fue un joven socialista y sindicalista, natural de Mont-roig del Camp, Tarragona, y seguidor de las teorías del pedagogo francés Célestin Freinet (pionero y precedente de muchas innovaciones educativas actuales), que durante dos años ejerció como maestro rural en Bañuelos de Bureba, Burgos, partido judicial de Briviesca, y fue fusilado por sus ideas republicanas y sus artículos en un periódico local. Como muchos otros, fue fusilado en los días siguientes al golpe del 36, y su historia permaneció casi olvidada hasta 2010, cuando se abrió la fosa de La Pedraja, en Burgos, aunque el cuerpo de Benaiges sigue desaparecido.
La película El maestro que prometió el mar, que pasó por varias manos hasta caer en las de Font, está escrita por Albert Val a partir de la novela de Francesc Escribano, y también tiene una versión teatral, El mar: visión de unos niños que no lo han visto nunca, de Xavier Bobés y Alberto Conejero, cuya representación fue cancelada en Briviesca (municipio al que en la actualidad pertenece Bañuelos) por su nuevo gobierno de PP y Vox. Si han estado viendo las noticias las semanas previas a su estreno este viernes 10 de noviembre de 2023, sabrán que anda la cosa tranquilita con el drama catalán, y con lo de la democracia, en general. Así que bueno, ahí vamos.
La oreja de las mariposas

En 1999 se estrenaba en nuestros cines La lengua de las mariposas, dirigida por José Luis Cuerda, escrita por Rafael Azcona a partir de un libro de relatos de Manuel Rivas y protagonizada por Fernando Fernán Gómez. Una película con los mismos elementos que esta (pueblo pequeño, invierno de 1935 a 1936, maestro republicano y alcalde y cura no tanto, niño que descubre el mundo) excepto uno: la fosa abierta en la actualidad (por razones obvias). En aquella película, el punto de vista era interno: el niño, las familias, el maestro, formaban todos parte del pueblo, y la historia se contaba desde dentro. En El maestro que prometió el mar no es así, no solo por la nieta desde 2010, también porque en 1935 exploramos el pueblo a través del propio Antoni. Y claro, es igual, pero no es lo mismo.
Esto puede significar muchas cosas o ninguna. Una evidente es que la generación de Cuerda, Azcona y Rivas se identificaba con el niño, y la actual, con Val, Font y nosotros como espectadores, se ve más como el maestro (o como la nieta del niño, detalle que en 1999 era imposible). Es decir, llega al rural de visita, como en todo ese cine reciente en el que ustedes están pensando, o por razones propias que no tiene que ver con lo que allí sucede, como la nieta. O, como en el enfoque que tiene aquí Benaiges, viene a civilizar al vulgo. Por supuesto, está retratado más empático, y de hecho Enric Auquer hace un trabajo magnífico componiendo un maestro creíble y querible, pero esa asimetría está ahí. Y espero, sinceramente, que el cura de Bañuelos se llamase de verdad don Primitivo, porque si está metido de guión, es un detalle criminal, por facilón.
Además, hay detalles en ese sentido que pueden estar sacados de la documentación —ignoro si el personaje de Laia Costa es 100% ficcionado o está basado en familiares reales de desaparecidos— o de cosecha propia de los autores, pero significativos de la evolución que se señala: la nieta (o más bien, bisnieta) del represaliado puede pasarse varios meses viviendo sin trabajar, en su casa para cenar colocan el huevo pasado por agua en una huevera y aunque el abuelo es burgalés y solo le hablan castellano, la madre y ella hablan entre sí en catalán. En La lengua de las mariposas nos quedábamos con Moncho y su padre, encerrados en el pueblo. En El maestro que prometió el mar, nos vamos al exilio con Carlos y volvemos, ya en 2010, como otras personas. Son dos planetas diferentes. No es bueno ni malo, simplemente es.
Mirando al mar

La película en sí está bien contada, porque va a lo que va. A veces encajan mejor los saltos de 2010 a 1935-36, a veces menos, porque no es una historia que alguien le cuente a Ariadna (ya saben, la que va tirando del hilo), sino que ella reconstruye a retazos con la poca documentación existente mientras algún superviviente (cualquiera menos su propio abuelo, que representa su anhelo de arraigo y también a aquella generación perdida, ahora sin palabras) le aporta detalles. Un poco obvia, quizás, en algunos diálogos, como el enfrentamiento de Benaiges con el cura o alguno similar, pero tampoco tanto como para dejar de ser creíble.
Una cosa muy buena es que al enseñar cómo funciona una excavación de este tipo y el complicado trabajo de detectives que llevan a cabo los memorialistas, es lo que quisimos ver y no pudimos en la parte final de Madres paralelas. Quizás el mejor acercamiento desde la ficción a estas tareas hasta el momento (aparte quedan documentales como Pico Reja. La verdad que la tierra esconde, de Arturo Andújar y Remedios Málvarez, por ejemplo).
En cualquier caso, como Lorca en aquel diálogo que ustedes recuerdan, Antoni Benaiges, aunque no pueda disfrutarlo personalmente, es el ganador de esta historia. El pedagogo al que seguía ha inspirado cambios educativos en todo el mundo, aunque no se atreviesen a hablar de él sus alumnos aún lo recordaban 80 años después, los niños de Burgos de hoy reciben una educación igualitaria (al menos sobre el papel) y los cuadernos que con tanto cariño editó han dado título a una obra de teatro que, más tarde o más temprano, se va a representar en Briviesca. Pudieron destrozar su imprenta y matarlo, pero no hicieron desaparecer su trabajo. Ni la democracia, ni el mar.
Cerrando el cuaderno: El maestro que prometió el mar es una buena ficción de época narrada en dos tiempos que cumple con su función, difundir la vida de Antoni Benaiges y explicar por qué su historia en particular, una entre muchas, es importante, representativa y merece ser contada. Además, la propia naturaleza de la película como artefacto mainstream conlleva una serie de conclusiones sobre cómo ha cambiado la percepción social, o al menos la progresista, de la Memoria Histórica y la Guerra Civil.
Imágenes: El maestro que prometió el mar – Filmax
