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Alguien que cuide de mí: Reconciliar al cine español con sus actrices

Las cineastas proponen un drama con varios niveles de lectura, que habla de la comunicación entre generaciones, la imagen de sí misma de nuestra industria audiovisual, la vejez y el amor

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Alguien que cuide de mí es la historia de Nora, Cecilia y Magüi Guerrero, hija, madre y abuela, todas actrices. El momento en el que Nora gana su primer Goya y se le abre la puerta a representar La gaviota, de Chejov, coincide con una mala racha económica de su madre, Cecilia, que está a punto de ser desahuciada. A partir de tener que decidir si la ayuda, o en qué manera lo hace, Nora descubrirá detalles del pasado de esta, también de su abuela e incluso de su padrastros que hará que cambie su relación con todos ellos.

La nueva película de Daniela Fajardo, primera de Elvira Lindo tras la cámara para completar la dupla, abre el Festival de Málaga con una propuesta en un punto intermedio entre el drama costumbrista, la reflexión feminista y el autohomenaje crítico al cine español. Un recordatorio del estigma del VIH disfrazado de comedia en el que diferentes etapas de nuestro audiovisual y nuestras actrices aprenden a comprenderse desde un realismo emocional que a veces se echa en falta en el drama.

Las tres protagonistas —Aura Garrido, Emma Suárez y Magüi Mira— están inmensas en sus papeles, aunque destaque Suárez por motivos obvios que veremos en seguida. Sobre todo, tienen muy asumido el doble rol de sus personajes, como en el fondo teatral que a veces se homenajea tanto en la trama como en la puerta en escena: arquetipos, personas reales y representantes generacionales y profesionales. Esto, que a veces no funciona —Gerardo Herrero aquí solo produce, pero dirigiendo él, en Bajo terapia, flojea por este flanco—, aquí encaja perfectamente, porque el propio discurso de la película así lo demanda.

Matar a la madre

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Alguien que cuide de mí camina la línea de las reflexiones recientes sobre comunicación entre diferentes generaciones de mujeres, que han abordado tanto la propia Elvira Lindo como Fejerman en sus títulos más recientes —y sí, estoy hablando en serio de Mamá no enRedes (2022)—. De hecho, aunque juegan en líneas diferentes, no está tan lejos de la cuestión de los cuidados que han puesto sobre la mesa Cinco lobitos (2022) o Retrato de mujer blanca con pelo cano y arrugas (2020).

La trama subraya esa tendencia, tan visible en el arte o la política, de matar al padre —o más bien, a la madre— para reivindicar al abuelo, o abuela. Solo que aquí plantea que ese eterno péndulo de rebeldía por osmosis puede llegar a ser muy injusto, y limitarse en el fondo a repetir patrones de incomunicación entre madres e hijas.

A estas mujeres que se esconden bajo diferentes máscaras —dureza, hiperprofesionalidad, frivolidad— el guión les regala unos secundarios de lujo que sirven de muestras de masculinidades. Uno lo dejamos para luego, pero los otros dos cumplen el clásico: el que parecía deconstruido era un soplagaitas y el chuleta siempre fue un tierno. Un apunte: a Francesc Garrido siempre le dan el mismo personaje, solo cambia de «bueno» a «malo» según vea a ese arquetipo el director o, en este caso, las directoras.

Además, nuestro punto de vista es el de Nora aunque la protagonista, realmente, sea Cecilia. Sí, es la hija quien madura y cambia a lo largo de la película, pero la historia que vemos desplegada por completo, el personaje al que comprendemos mejor, acaba siendo la madre. La cámara lo sabe perfectamente y se mueve al son de Aura Garrido si está en escena, saltando a Suárez en una única secuencia compartida, pero la que tenía que ser. Y que no desvelaremos porque no se trata de destriparle esto a nadie, solo de indicar el saber hacer de la dupla Lindo&Fejerman en este caso.

El cine español y sus generaciones

Alguien que cuide de mí

Este discurso generacional feminista tiene una traducción directa en la parte autorreferencial al arte de las cómicas. Cada una de ellas pertenece a una generación de actrices, y a Suárez le toca representar a una intermedia entre aquellas currelas estajanovistas del franquismo y las actuales profesionales de prestigio internacional. Una a la que probablemente ella, como Emma Suárez, no perteneció aunque fuese casi contemporánea, pero particularmente denostada por las anteriores y las posteriores. Alguien que cuide de mí es en parte una carta de amor y de perdón a esas divas, reducidas a chistes de teleserie o programa del cotilleo, como le pasa a ella en algún momento. Quizás la fechas no encajen del todo, pero se entiende.

Ahí el secundario robaplanos que interpreta Pedro Mari Sánchez, inmenso en lo suyo, cumple un papel crucial, representando junto a Suárez una historia de amor más vista de lo que parece pero desde una ternura y comprensión de las heridas de los personajes prácticamente inédita. Por momentos parece que van a ser mucho más duros con Nora, su incomprensión y su adanismo, pero la manera en la que se constituyen en maestros es un recordatorio de que la excelencia, la diversidad y el amor por las historias del cine español no empezaron ayer y siempre han estado cargados de sueños rotos y amargura.

En resumen, que Alguien que cuide de mí hace algo muy difícil, o muchas cosas muy difíciles a la vez. Es comercial, es divertida, es dramática sin cargar las tintas y une el discurso social y familiar con el artístico de una forma que solo esta historia podría hacerlo. Nos recuerda el estigma que fue en otros tiempos el VIH sigue vigente y nos anima a conocer mejor a otras generaciones antes de juzgarlas, tanto a las que vinieron antes y nos allanaron el camino como las que vendrán después y nos necesitarán para recordar su genealogía.

Imágenes: Alguien que cuide de mí
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