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Todos los nombres de Dios: Un thriller a prueba de bombas

Esta película de amenaza terrorista con alma de drama familiar está en el ‘montón bueno’ para dos especialistas en la declinación comercial del género como Daniel Calparsoro y Luis Tosar

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En Todos los nombres de Dios se nos mete de lleno en la vida de Santiago (Luis Tosar), un taxista que, en su último servicio del día al aeropuerto antes de ir a casa, se convierte en rehén de un terrorista que no ha querido detonar su bomba en Barajas. Mientras su familia le busca desesperadamente y las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado intentan solucionar el ataque, Santiago acaba con los explosivos en su propio cuerpo. Si deja de moverse, la bomba explotará.

Luis Tosar en una película de Daniel Calparsoro. Revienta el thrillerómetro. Aunque han hecho otras cosas —sobre todo Tosar—, se identifica tanto a los dos, actor y director, con la popularización y renovación del género en España que hasta resulta un poco raro comprobar que solo han colaborado en dos películas (Cien años de perdón, Hasta el cielo) y una serie (Hasta el cielo: La serie). Pero aquí está Todos los nombres de Dios para solucionarlo.

Y el tándem actor-director funciona: esta película está entre las mejores —precisamente junto a Cien años de perdón y Hasta el cieloque ha hecho Calparsoro en los últimos años, que son unas cuantas. Con sus cosas, que las tiene,Todos los nombres de Dios es un thriller comercial bien definido que construye su escalada de tensión a partir de la fuerza de un drama familiar, y no al revés como es habitual.

Drama sin cuenta atrás

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La película se introduce en el marco del “thriller de atentado” o “thriller con bomba” —que están rozando ser subgéneros pero no lo son realmente— con cierta habilidad. Sobre todo porque se toma su tiempo a la hora de activar la cuenta atrás. Tampoco se lanza a lo loco a contar las cosas en tiempo real estilo 24 (2001-2014), serie que estableció una serie de estándares de narración que muchas veces se han malinterpretado en el cine. Las elipsis deTodos los nombres de Dios se dosifican, reduciéndose paulatinamente hasta que la sensación live coge efecto. Sin pausa, sin prisa.

La tensión más palpable se reserva para la segunda mitad de la película, mientras que en la primera hay un interés real por querer transmitir lo que les ocurre en este embolado a los personajes principales y proporcionarles un cierto background familiar, que es el centro dramático de Todos los nombres de Dios. Calparsoro, que no es precisamente un director que se ande con ambigüedades, entiende que los personajes del guión de Gemma Ventura —que también se encargó del de Centauro— tienen que transitar por sus emociones y sus vínculos.

La agonía ante un peligro letal es la base para que funcionen este tipo de películas. Para llegar a ella, esta necesita una conexión emocional con el personaje de Tosar, rehén en peligro. Para comunicar ese riesgo, al actor se le da un papel, inédito para él en este tipo de thrillers, en el que es una víctima. Un rol eminentemente pasivo. El director busca la forma de transmitir de sus actores en primeros planos y, sobre todo, en mucho plano medio que busca contextualizar la importancia de la situación en la que se han visto metidos. Sobresale aquí Patricia Vico como contrapeso dramático.

Qué difícil es dirigir el operativo

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La que no termina de hacerse con el papel, no tanto por su trabajo sino por resultar un miscast, es una Inma Cuesta como Comandante Antiterrorista de la Guardia Civil. El hecho de haber elegido a Cuesta para este personaje (bien perfilado, por otro lado) es uno de los reflejos de las costuras comerciales de Todos los nombres de Dios, que especialmente en la dialéctica policía/terroristas —incluso en el esfuerzo por el matiz en el fundamentalismo islámico— se nota más esquemática. El thriller tiene bajones cuando recoge un operativo de seguridad demasiado simplón, con giros —uno es clave y resulta difícil de creer— y conflictos sin sustancia. Incluso los inevitables flashbacks familiares quedan mejor que ciertas decisiones de las autoridades.

Siempre mejor director que guionista, Calparsoro lleva 10 años que solo dirige lo que han escrito otros. Y aunque él normalmente cumple, el texto no siempre acompaña. Esta vez el de Ventura sí lo hace en una historia que, pese a todos sus dejes, se preocupa por cuidar a sus personajes como punto de fuerza y distinción. Quizá Todos los nombres de Dios no pase a la historia del género (solo sus planos en una Gran Vía ya lo justificarían), pero lo que es seguro es que es una apuesta sólida que sobresale entre tanta película y serie de esta cuerda.

Portada: Todos los nombres de Dios – Nicolás d’Assas (Montaje de portada: Cine con Ñ)
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