Una serie competente pero en la que todo resulta tan por defecto y previsible que parece encargada a una IA, y que abunda en el dominio de la coproducción con América Latina en el panorama industrial actual
Los artistas: primeros trazos: Chat GPT en serie

En Los artistas: primeros trazos Cata es una joven mexicana graduada en Arte que sobrevive como camarera en un restaurante de comida de su país en Madrid. Harta de abusos y precariedad y a punto de renunciar, conoce a Yago, un anticuario con problemas económicos que se dedica a estafar a nuevos ricos incultos con falsificaciones. Apretada por deudas familiares y casi contra su voluntad, Cata empieza a colaborar con él buscando nuevos pichones a los que desplumar. Sus golpes, primero torpes, se irán volviendo cada vez más ambiciosos, pero no son consciente que han llamado la atención de un policía especializado en estafas, un viejo conocido de la familia de Yago.
Una nueva coproducción con la mexicana Vix+ y que además se estrena en España con varias meses de retraso respecto a América Latina, a pesar de estar rodada principalmente en nuestro país y con equipo local. Y las que vendrán, o lo que es peor, las que no lo harán. La combinación de estrella española conocida fuera (Maxi Iglesias, Valeria mediante), estrella mexicana (Ximena Romo) y creativa de una serie conocida en ambos lados del Atlántico —María Dueñas, con su El tiempo entre costuras o La Templanza—. Todo con un reclamo glamouroso, a la sazón un hipotético mundo del arte, más escenarios recurrentes del imaginario del turista latino en España como el centro financiero de Madrid o Marbella, ya vistos en Montecristo.
Porque Los artistas: primeros trazos forma parte también de una estrategia de marketing turístico, económico y político que busca atraer inversiones de familias latinas de clase alta y corte conservador a Madrid y la Costa del Sol. No me llamen paranoico, solo lean las noticias. El plan es convertir la capital de España en una suerte de nueva Miami y las inversiones vía series de televisión y audiovisual forman una parte del mismo. Y mientras Montecristo tenía dobles lecturas políticas que la hacían más interesante que su superficie de culebrón —por lo demás 100% fiel en ese sentido al original literario—, aquí lo que vemos es lo que hay. El clasismo y el infantilismo de siempre, solo que internacionales.
Haciendo checks en una lista

Los artistas: primeros trazos está “bien hecha”. No hay planos aberrantes o iluminados con la cámara del móvil, ni incongruencias de guión más allá de los giros inverosímiles habituales del entretenimiento. Los protagonistas son muy guapos, los secundarios hacen muy bien su trabajo, las localizaciones de Madrid y Miami venden bien cada ciudad —la española a los turistas, las norteamericana a los latinos locales— y todo es lo esperable de un procedimental con arco de temporada. Dos estafadores que normalmente roban a nuevos —este matiz es importante— ricos antipáticos y analfabetos con un par de arcos de temporada que confluyen y cierran al final con sus pincelas divertidas.
Es todo tan de manual que parece que alguien se lo ha pedido a ChatGPT. Es lo que saldría si imaginásemos una parodia del tipo de serie que acabo de describir, pero tomándose completamente en serio —incluidas las partes graciosas, que las hay—. Están la tensión sexual que se resuelve climáticamente, los conflictos paterno-filiales, el toque feminista-sin-pasarse y hasta un pequeño conflicto laboral que en realidad se vende como una reivindicación de los empleados mexicanos contra los tópicos sobre su país que hay en España (algo bastante irónico involuntariamente, dada la imagen falsísima de Madrid que presenta esta serie). Si hay de fondo una obra de arte que “se hable” con la situación, será una reproducción de Roy Lichtenstein. Etcétera.
Antes de pasar del primer episodio te imaginas casi todo lo que va a pasar, y el tímido intento de referenciar películas sobre falsificadores para niños mayores, como El secreto de Thomas Crown (1999), de John McTiernan, es hasta un poco ofensivo. Todo es tan “por defecto” que es obvio que ha salido de un brainstorm sobre elementos que debe llevar una serie diseñada para funcionar en Miami y en España. Suponemos que a la novelista hay que atribuirle el ambiente del mundo del arte, que por otro lado se ha rellenado de elementos nacionalistas mexicanos salpimentados con algo feminismo “blanco”, pero casi se diría que se ha limitado a cobrar por permitir que su nombre se asocie a este guión que podría haber generado una IA torpona.
Inter de Miami

La cosa es que todas estas series, aparte de para ganar dinero por sí mismas (que es de suponer que lo hacen aunque la opacidad en los datos sea total), existen para vender un escenario panhispánico que se relaciona con ciertos grupos de interés y de presión conservadores y neoliberales, para los que Miami y Madrid son piezas clave en cuanto yacimientos de especulación y extractivismo.
Por eso deben vender un modelo de vida aspiracional, muy parecido al existente por defecto en toda la ficción anglosajona y la mayor parte de la española, sobre todo la producida por streaming. Uno individualista, aparentemente desideologizado y en el que la única forma de redención es “pasarse el juego” haciéndose muy rico con un pelotazo. El audiovisual actual se dedica a contar una y otra vez Huevos de Oro (1993), de Bigas Luna, pero tomado en serio y con brilli brilli.
En la misma línea se encuentra ese tufo, muy de la comedia tradicional española pero también latinoamericana, de que lo que se castiga no es la riqueza o el clasismo, sino el desclasamiento, al nuevo rico que no sabe ser rico con el charm adecuado. Y eso pese a que lo que buscan, en el fondo, ambos personajes, es declasarse, pero son pobres por circunstancias sobrevenidas (ella por la migración, como si en España no hubiese doctorados en Historia del Arte trabajando de camareros, él porque su negocio familiar está en crisis, pero no por ninguna circunstancia económica impepinable, sino por un padre chiquilicuatre, es decir, por cuestiones netamente individuales e individualistas).
Cerrando la subasta: Los artistas: primeros trazos no es ni más ni menos que la actualidad de las series españolas en su presunta edad de oro. Un producto controlado desde el extranjero, que obedece a intereses especulativos antes que creativos, inane artísticamente y conservador en términos ideológicos, pero muy bien realizado en la parte profesional y hasta agradable en la de entretenimiento. Que además lo distribuya en nuestro país la plataforma de la multinacional extractivista más grande y falta de ética del mundo no hace sino redondear la jugada.
Imágenes: Los artistas: primeros trazos – Prime Video (Montaje de portada: Cine con Ñ)
