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Montecristo: Te aviso, te anuncio, que hoy renuncio

La serie de Secuoya para Vix+ que aquí estrena Movistar Plus+ es un culebrón de Miami pasadísimo de vueltas, solo que ambientado en Madrid, pero también una correcta y muy jugosa actualización de la novela original

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Alejandro Montecristo es un misterioso empresario estadounidense de origen cubano que aterriza en Madrid buscando expandir sus negocios en nuevas tecnologías y minería. Allí establece contacto con Fernando Mondego, Cristobal Herrera y Helena Vilaforte, dos empresarios y una candidata a la presidencia del Gobierno que pueden ser clave para sus intereses, haciendo cualquier cosa para ganarse su favor. Pero Montecristo no es lo que parece. Su verdadero nombre es Edmundo Dantés y sus enemigos lo dieron por muerto hace ya 18 largos años.

Montecristo es la primera de las series de Secuoya Studios en su plan de expansión panhispánica y el primer Vix+ Original en estrenarse en España, nueva plataforma de rodajes y coproducciones de un mercado castellanoparlante del audiovisual que incluya a Estados Unidos. Es, en fin, una miniserie con formato y hechuras de telenovela de lujo, de las que pare Miami, pero ambientada en España y con toques de thriller —aunque, cuando todo está rodado como un thriller, nada es un thriller—. Una especie de versión menos sofisticada de la reciente Now&Then.

Al mismo tiempo, es la adaptación de un clásico de la literatura, El Conde de Montecristo de Alejandro Dumas, una historia tan buena, tan divertida con que le respetes lo básico sin creerte más listo que los autores originales, que sobrevive iteración tras iteración, superando los límites del contexto histórico en que nació y saltando de medio en medio. En este caso, una traslación a la actualidad y al contexto latino y madrileño con muy locas y jugosas lecturas políticas, es de suponer que más que buscadas.

Ay, me voy otra vez, ay, te dejo, Madrid

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Montecristo hay que verla escuchando a Shakira, que ya tiene su sitio hasta en los debates de la Asamblea de Madrid. Un remix entre ‘Te aviso, te anuncio’ y ‘Te dejo Madrid’. La serie es un producto panhispánico con sello de Miami, que mezcla lujo, actualidad muy pasada de vueltas y melodrama con un thriller a veces fallido. Se le da mejor grabar planos aéreos espectaculares que vendan Madrid o Marbella como destino turístico y el modo de vida de las élites latinas allí residentes como aspiracional que las escenas de acción, bastante cutres aunque los intérpretes pongan todo de su parte.

Es chocante, pero significativo, el grado de crítica política para nada involuntaria que tiene este choque de imaginarios. Lo de que Miami se ha mudado a Madrid no es nada de esta serie o exclusivo del sector audiovisual, es un plan jurídico y económico de quiénes gobiernan la ciudad. En este caso se expresa en términos de telenovela, con un imaginario muy colonizado por el gringo, pero un «bueno» que representa al migrante cubano o venezolano «hecho a sí mismo» —aquí de forma literal— que se enfrenta a las élites conservadoras de la vieja metrópoli fingiendo ser su aliado.

En una acertada lectura, años ha, otro residente ilustre en la villa y corte, don Arturo Pérez-Reverte, señalaba que la magia de El Conde de Montecristo es que el protagonista gana a «los malos» con sus propias armas, las del dinero. Esa justicia kármica plebeya se traduce en lecturas anticolonialistas: Montecristo es una víctima del castrismo, pero cuyos enemigos son españoles, el cual se desclasa gracias a la nacionalidad estadounidense y utiliza proyectos extractivistas de la economía verde, como minas de litio, para introducirse en los círculos del poder.

El resultado es un análisis político que le fliparía al Pablo Iglesias más pasado de vueltas en un editorial de La Base: aunque sepamos que Montecristo debe tener un plan para vengarse de alguna manera imaginativa y despiadada, la serie va de cómo un cubano en el exilio corrompe a la élite clasista madrileña para pegar un pelotazo merced a que le deban el sentar sus culos en ciertos sillones. Los «malos» son nobles de rancio abolengo que intentan colocar a una candidata ultra como presidenta en base a bulos y una falsa imagen de modernidad por ser mujer y joven.

Alejandro Dumas y el homme fatale

Montecristo serie Vix+ Movistar Plus+ Secuoya

Es adecuado, además, que El Conde de Montecristo llegue a televisión, por enésima vez, con armas de culebrón, pues por escrito y en entregas periódico a periódico, era su formato original. A veces sus giros imposibles y declaraciones más grandes que la vida quedan ridículas, pero la duración de miniserie permite mantener un mínimo de tensión, como en la versión francesa de 1998 protagonizada por Gérard Depardieu y dirigida por Josée Dayan. Aquí Movistar Plus+ distribuye, pero está claro que esto no es Antidisturbios… o Nasdrovia. No lo habría producido en la vida.

Más problemático es que, sobre todo en los primeros capítulos, el guión roce la estructura de película porno: cada vez que una mujer se queda a solas con el protagonista, o bien se lo intenta tirar, o lo mira con cara de querer tirárselo. En parte se puede leer como un discurso decolonial y de clase —solo una pretendiente es trabajadora y no blanca—, pero también en su componente POP de derribo: Montecristo como un homme fatale que usa su atractivo para llevar a mujeres por el camino de la desgracia.

Cerrando el caso, Montecristo, además, respeta religiosamente la «moraleja» de la novela original, uniéndola en su adaptación a la lectura de clase que propone, como hacía Dumas: ambos muy revolucionarios, pero, al fin y al cabo, burgueses. Es un poco estilo The Wire o House of Cards, no se crean: si formas parte de ese mundo, la corrupción es inevitable. Incluso la persona más inocente criada en ese ambiente tiene interiorizadas sus reglas, y la verdadera victoria de Montecristo sería liberarse de ellas y de su deseo de venganza.

Imágenes: Montecristo – Movistar Plus+ (Montaje de portada: Cine con Ñ)
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