Un cierre adecuado, complejo e incómodo a una serie en tres entregas que ha ejercido a un nivel excelente casi todos los registros que se ha propuesto
La Unidad Kabul: Regreso a los orígenes

La Unidad Kabul se sitúa en los días previos a la caída de la capital de Afganistán en manos de los talibanes en agosto de 2021. Un grupo de agentes de la unidad antiterrorista de la Policía se encuentran infiltrados tras las líneas enemigas en el país en busca de un líder yihadista cuando comienza la evacuación de las embajadas occidentales y del gobierno democrático afgano y quedan aislados y en manos de un grupo insurgente. Carla Torres, ahora en la seguridad privada, volverá a colaborar con el CNI y el gobierno español para rescatar a sus antiguos compañeros.
Alberto Marini y Dani de la Torre se despiden de los personajes con los que llevan tres temporadas dándole la vuelta al thriller patrio con una mezcla de vuelta a los orígenes —verismo frente a thriller sin descuidar cierta espectacularidad— y más difícil todavía. La tercera temporada de llega con su siguiente trabajo, Marbella, ya en rodaje, con dos mundos criminales más conectados de lo que se suele admitir, el del blanqueo y el tráfico de armas y el terrorismo internacional. Es posible que, por en medio, los conecta la competencia en Los Farad.
Pero en lo que concierne a La Unidad Kabul, tratada por Movistar Plus+ como un superestreno solo a ratos quizás porque otros productos de la misma casa le han ido rebajando su categoría revolucionaria, la cuestión estriba en cómo cerrar el arco de un retrato ficcionado pero veraz de la lucha contra el yihadismo. La respuesta ha sido superar ciertos prejuicios de los que se empapaba la segunda entrega y optar por un buceo hasta el origen sociopolítico del extremismo que no deja bien parada a Europa y presenta a los ciudadanos de Afganistán como las primeras víctimas del mismo.
La Unidad y Kabul

La Unidad Kabul parte del tópico del sheriff que vuelve a ponerse la estrella o el veterano que vuelve al frente para rescatar a un viejo amigo. Carla Torres, el personaje de Nathalie Poza, lo encarna desde una verosimilitud formal e hiperrealista que hace que parezca menos visto, y es quizás la huida de uno de esos compañeros a rescatar, en solitario a través del desierto afgano, lo que fuerza más la credibilidad del conjunto. Las otras vertientes del cautiverio de las protagonistas o el colapso del Kabul democrático son menos thriller y más transmitir un mensaje.
Porque si, como decíamos, la segunda temporada de La Unidad presentaba un villano con base real —el tristemente célebre Imam de Ripoll, mejor explicado en el documental 800 metros, por ejemplo—, pero tan pasado de vueltas y malvado sin filtro que parecía de Misión: Imposible o James Bond, la tercera vuelve a enfangarse en los matices, esos que hacen tan difícil que haya buenos y malos y convierten a la ficción en otro medio, como el documental, de analizar la realizar sin juzgarla.
De hecho, como quiera que el despliegue de medios es el mayor que le han dado a De la Torre hasta ahora, la parte espectacular se potencia, pero no se diluye, buscando secuencias que transmiten la impotencia e indefensión de las víctimas, como ocurría en la primera temporada, y manteniendo un ojo en el contexto social, sin desperdiciar ese elemento de suspense que era lo más destacado de la segunda, poner a los agentes protagonistas como objetivos, sin hacerlo de maneras tan torticeras como meter a “los malos” en el colegio de sus hijos.
Despedida y cierre

En la presentación de esta traca final en el Festival de Málaga la actriz Marián Álvarez comentaba la sensación asfixiante de ocultarse bajo un burka y los comentarios de las asesoras afganas que le hicieron comprender la enormidad de llevarlo a diario. Las situaciones que vive su personaje o el de la debutante Shabnam Rahimi, boxeadora profesional y refugiada que conoce de primera mano lo que retrata La Unidad Kabul, sirven para lo mismo que los planos secuencias de la primera temporada que ustedes ya recuerdan: meternos en la situación, hacernos sentir miedo por delegación.
Por otra parte, usando bien las localizaciones pakistaníes y almerienses, esta entrega supera la dificultad de hacer una ficción de un tema aún de actualidad, con el momento histórico que refleja muy reciente, y que no resulte acartonada ni discursiva. La táctica parece sencilla: admitir que es inabarcable. Que la situación en Afganistán y las formas de intervención extranjera en ellas ni son fáciles ni tienen respuestas de una línea y resueltas a tiros, recordando que quienes lo pagan no son occidentales blancos que se agobian al ver las noticias, sino sus propias ciudadanas.
Finalizando el informe de misión, La Unidad Kabul es un cierre adecuado, complejo e incómodo a una serie en tres entregas que ha ejercido a un nivel excelente casi todos los registros que se ha propuesto. La pericia de Marini y De la Torre, más los medios que han ido teniendo a su alcance, han garantizado un thriller siempre competente hasta en su mejores momentos, mientras que la búsqueda de la veracidad en la transmisión del trabajo policial que aquí se refleja ha podido sortear con habilidad los tópicos y entregar una historia de terrorismo diferente.
Imágenes: La Unidad Kabul – Movistar Plus+
