La ópera prima de Víctor García aprovecha con coherencia su ambientación “de época” y es terror básico, con todo lo bueno y todo lo malo que ello conlleva
La niña de la comunión: Sustos de otro tiempo

La niña de la comunión es la historia de como Sara, una joven que se acaba de mudar a un pueblo del Levante, tropieza con una muñeca de comunión perdida en mitad del bosque. Una muñeca con un secreto relacionado con una familia de ese pueblo y de la que muchos de sus vecinos conocen la leyenda, y alrededor de la cual empezarán a ocurrir fenómenos extraños que afectarán tanto a Sara como a sus amigos.
Es curioso que, sin hacer muchos aspavientos, los 90 sean ahora la época a recrear en nuestra ficción reciente, sobre todo en la de género, con dos ejemplos muy recientes en formato serie como son Feria: La luz más oscura (con la que La niña de la comunión comparte una de las actrices protagonistas) y Paraíso. Esta película tiene elementos en común con las dos, y al mismo tiempo sigue su propio camino, menos obsesionada con las referencias constantes a la cultura pop del momento aunque las use de ambientación.
La niña de la comunión, no obstante, llama la atención por tener a Beto Marini en el argumento y Guillem Clua desarrollando el guion, un dúo poco habitual y en el que el primero, que es el que no ha estado en el trabajo de picar piedra y darle forma a la cosa, es el más habitual en el género de terror. Clua, por otro lado, es especialista en el diálogo, como buen dramaturgo, y en los trucos escénicos, así que algo novedoso se puede esperar del presente combo.
Los traumas de La niña de la comunión

Claro, los 90 suenan a referencia recurrente porque el trauma colectivo que parece que marcó a una generación de telespectadores fue el caso de las niñas de Alcàsser. Digo telespectadores porque la época es revisitada desde el filtro de la niñez o adolescencia, revelando el corte de edad de los creativos detrás pero también el medio por el que absorbieron el zeitgeist. Si esa década la recreasen personas ahora en sus 60 sería un tono más diferente, probablemente nada que ver con terrores, salones recreativos y picores adolescentes.
La niña de comunión aprovecha bien la ambientación convirtiendo los elementos que en otras manos simplemente son atrezzo de época en parte de la trama, con una muy divertida escena de terror en las máquinas recreativas o un uso argumental propio para las cabinas de teléfonos que hace que esas escenas sean diferentes a si la historia estuviese contada desde la actualidad y con móviles. No es el producto antinostálgico definitivo, pero formas, temas y guion justifican irse a un pueblo de Alicante en los 90 a contar esto. En otro contexto no tendrían sentido.
Porque una cosa buena es que, aunque la película está llena de guiños a otros títulos de terror, no te los refriega por la cara, son una composición de un segunda o una escena concreta, pero se pasan y su propia historia fluye. Incluso se le dan giros humorísticos a determinados tópicos de los que ya se reían Scream o Scary Movie casi que por aquel entonces, como el de que si alguien tiene sexo muere (tranquilos, la película es para todos los públicos). Incluso hay un giro ingenioso en la forma de resolver los “asuntos pendientes” de un fantasma, que no revelaremos por no hacer spoilers… y porque luego le vamos a poner una pega.
Temores y terrores

Otra cosa es que al final el guion esté lleno de diálogos un poco tontorrones que, perdónenme, no parecen propios de sus autores, y aunque en general las reacciones de las dos protagonistas son más o menos realistas y evitan idealizar la adolescencia, ya hacia el final pierden ese tono de realismo-pero-lo-justo-para-que-haya-película y pasan a ideas de bombero propias… de película de terror… de los 90. El tono más o menos lo mantiene y lo vende bien.
Luego, una cuestión propia del terror que quizás afecta a este redactor como espectador, pero que en La niña de la comunión puede interpretarse como cuestión interna. Los monstruos y los fantasmas, una vez establecido que pueden tener motivaciones propias, ¿no deberían hacer sus cosas de dar miedo en función de esos objetivos, como los personajes vivos? Si determinada persona muerta se aparece de forma más o menos aleatoria porque, bueno, le pasa cierta cosa según expone el guion, ¿para qué le interesa matar a nadie? Y si había girito de susto final, siémbralo.
En fin, que La niña de la comunión es terror básico, con todo lo bueno y lo malo que ello suela conllevar, bien hecho aunque con sus contradicciones, que aprovecha con inteligencia y coherencia la ambientación “de época”. Probablemente satisfará a los seguidores del género, aunque no tenga nada especialmente original más allá de un par de chistes, e interesará más o menos a los de fuera según les interesen los guiños y la recreación del entorno.
La puedes ver online en
Imágenes: La niña de la comunión – Warner España (Montaje de portada: Cine con Ñ)
