El documental de Izaskun Arandia (‘Non dago Mikel?’) es un testimonio humano, que abre al desconocedor a experiencias que no podría nunca compartir, pero también un análisis sobre la percepción mediática de lo no normativo
My way out relata de primera mano la existencia del club londinense The WayOut, histórico local del ambiente trans y LGTBI de la ciudad, y la trayectoria de la activista británica Vicky Lee, fundadora del mismo y conocida luchadora por los derechos trans en su país y en el mundo anglosajón. La película llega hasta la primera vez que el club cerró sus puertas desde su creación en 1993, en el confinamiento de marzo de 2020, y su reapertura en octubre de 2021.
Izaskun Arandia, productora entre otros del documental Non dago Mikel?, debuta en el largometraje con este testimonio sobre la lucha por los derechos trans un tanto atípico, que baila, nunca mejor dicho, entre la celebración de la diversidad y la explicación de la importancia de espacio como el propio The WayOut. Visto en el Festival de San Sebastián, el documental llega a cines por el Día de la Visibilidad Trans.
Más allá de la obvia intención política tras la existencia misma de My way out, la película resulta relevante en cuanto refleja la evolución de la percepción de las identidades no normativas tanto en el discurso mediático como en el de la idea de lo cool, las modas de la cultura popular (y la mercadotecnica) que, en ocasiones, acaban repartiendo legitimidad social donde antes no estaba permitida. De manera que Vicky Lee pasa de recibir preguntas, digamos, irrespetuosas en televisión a simbolizar al regreso a la normalidad postpandemia de toda una gran urbe como Londres.
My way out y la idea de lo trans

My way out parte de la propia Vicky Lee, histórica activista británica, fundadora del club y una mezcla hermana mayor y líder moral de la comunidad trans londinense. Ella y sus seres queridos articulan la narración del documental, acaparando la atención incluso cuando no está en pantalla, y su biografía resume la de una generación que pasó de la marginación absoluta a la actual visibilidad y dominio de ciertos nichos del discurso público y las artes.
El documental es una celebración de la construcción de la identidad muy consciente de las paradojas sobre las que se asienta, en el que Arandia demuestra su experiencia como productora aprovechando los límites del género sin dejar de contar una historia accesible y amable con el espectador. La importancia de la fiesta y el artificio como forma de protección y de generación de una zona de confort, los consabidos espacios seguros, queda clara a través de testimonios que no se ceban, sin deber, en el maltrato o el rechazo sufrido por su protagonistas.
Quizás la principal diferencia entre la actual hornada de documentales sobre la experiencia trans en la que se enclava My way out es la eliminación de la sordidez o la tragedia. Si las películas de otras épocas que se atrevían con el tema también buscaban la empatía, aunque con armas de su momento, como el referente español de Vestida de azul (1983), de Antonio Giménez Rico, lo hacían asumiendo de la marginalidad de lo que allí se representaba y también dando por hecho que la identidad u orientación sexual de sus protagonistas era una condena a la tragedia.
My way out y la visibilidad

My way out y otros trabajos recientes —como el cine de Adrián Silvestre, con Sedimentos (2021) y Mi vacío y yo (2022)— no edulcoran la experiencia trans, pero se niegan a definirla en base solo al sufrimiento o a presentarla desde sus ángulos más escandalosos para un público normativo o poco acostumbrado a estas realidad. Este cine asume que parte de sus espectadores, de hecho, conocen de una manera u otra el colectivo LGTBI y que quienes no se acercan al mismo sin tantos prejuicios como en otro tiempo.
Así, Vicky Lee narra el pánico que provocó en la noche londinense más alternativa el llamado London nail bomber, un terrorista neonazi que en 1999 atacó con bombas de clavos barrios negros, musulmanes y un club gay, pero también da la bienvenida a ficciones como la serie Pose, en la que se presentan identidades trans y drags diversas y sin moralismos. Todo esto, intercalado con imágenes de archivos de sus intervenciones mediáticas en la televisión británica de los 90 o sus números musicales.
Por ir cerrando, que se hace tarde y ya sale el sol, My way out es un documental muy interesante por su forma de abordar cómo se articula la construcción de los espacios seguros de determinadas comunidades en nuestra sociedad y también la manera en que estos se abren e incluso acceden, a su manera, al mainstream. Un testimonio humano, que abre al desconocedor a experiencias que no podría nunca compartir, pero también un análisis social y mediático.
Imágenes: My way out – Atera Films
