La serie de Bob Pop habla de un proceso de construcción de la propia identidad que va más allá de la reivindicación LGTBI
Maricón perdido: Esconderse para mostrarse mejor

Maricón perdido nos cuenta la juventud de Rober, Roberto Enríquez, futuro Bob Pop, cuando aún era un niño gordito de pueblo que empezaba a descubrir su sexualidad y más tarde un joven estudiante y aspirante a escritor en el Madrid de los 80 y 90, con todo lo que ello conlleva. Mientras Roberto lidia con su particular familia y los golpes de la madurez, va emergiendo su futura identidad.
Maricón perdido, recuerden que lo leyeron aquí primero, es una de las series mejor escritas que se hayan estilado por la televisión española. Cada capítulo sigue una línea muy bien trazada y al mismo tiene entidad por sí mismo, contando una historia que sabe ascender dramáticamente sin dejar ni la comedia ni la tragedia de lado. El equilibrio es tan bueno que parece mentira.
La serie quiere describirnos la vida de Roberto Enríquez y sus circunstancias particulares pero al mismo tiempo describir un proceso de aceptación de la propia identidad -interesante más allá de la reivindicación LGTBI- y, de paso y por contexto, presentarnos el panorama de nuestro país allá por los 80 y los 90, muy lejos de la arcadia feliz de ver V, los visitantes en la tele y comer tigretones de otros productos recientes.
Crítica de Maricón perdido con spoilers

Bob Pop no se deja nada fuera de Maricón perdido. Es una autobiografía, o una autoficción, a veces no está claro, en la que el autor recupera hechos traumáticos de su propia vida y los expone sin morbo pero sin cortapisas. Hay, se intuye, cierta voluntad de curación, pero también de solidaridad con el propio público con el que se interactúa: estas experiencias ya no son más una vergüenza, ni debieron serlo entonces.
Cuando decimos que se trata de la serie mejor escrita es, precisamente, por eso. La vida de ninguna persona que esté leyendo esto se puede encerrar en los compartimentos estancos que son los episodios de una serie, envuelta en escenas con moralejas como si fuesen paquetitos y ordenadas a base de flashbacks. El mérito de esta serie es dotar de ese orden artificial al fluir de la vida de un ser humano y que no se note. Todo con el doble tirabuzón de, al menos sobre el papel, no tener la ventaja de estar inventándose nada, sino usando los recuerdos de alguien.
Maricón perdido es también una serie que ha sabido usar su casting sabiamente. Al menos en su primera mitad las irrupciones del propio Bob están bien medidas -es mejor verla olvidándose de él, a veces-, los jóvenes Carlos González y Gabriel Sánchez son unos muy convincentes Rober jóvenes, cada uno con su edad -es probable que el primero recoja algún premio por este trabajo- y, finalmente, que Candela Peña, Miguel Rellán o Alba Flores lo hagan muy bien es que es hasta una horterada mencionarlo, qué quieren que les diga.
Recuerde que los 80 y los 90 eran una mierda

Alguna crítica ha querido comparar ya el futuro impacto del producto con Veneno -con la que, por cierto, comparte algún actor-, pero en este caso el orden de los factores sí que altera el producto y solo se puede ser disruptivo una vez. Eso sí, Maricón perdido cuenta a su favor con la concisión y la contención.
Donde Veneno era disfrutona y exagerada, esta es discreta. Que no quiere decir que su protagonista no sea ingenioso y exuberante cuando toca, pero el tono es muy diferente. Sí que comparten el reflejo de esa violencia que parece que creemos superada pero un día estuvo muy presente y nos debe recordar que idealizar el pasado no tiene mucho sentido.
Digamos que el mérito de Maricón perdido en este caso está en que construye el proceso de autodescubrimiento de su personaje a base de mentiras. La verdadera identidad de Rober, Bob Pop, surge a base de artificio. Cuántas más mentiras construye, más en su verdadero ser se siente. No es extraño que Almodóvar participe de forma bastante directa en esta serie, pues bebe en parte de su cine.
En resumen. Maricón perdido lo tiene todo para ser la serie de los premios, del prestigio, la serie de la que hay que hablar, y no solo por el morbo de la autobiografía del famoso o la carga política de los temas que trata, sino por la manera en la que es consciente de ambas circunstancias y las supera. Maricón perdido es una gran serie por cómo dice lo que quiere decir y la claridad con la que se complica la vida.
Imágenes:Maricón Perdido – El Terrat – TNT (Montaje de portada: Cine con Ñ)
