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La ternura: Un simpático homenaje al teatro clásico y las comedias de “guerra de sexos”

Vicente Villanueva dirige una comedia con toques de fantástico que tiene tanto de Lope de Vega como de George Cukor y que es divertidísima porque abraza al mamarrachismo sin vergüenza ninguna

La ternura: Un simpático homenaje al teatro clásico y las comedias de "guerra de sexos" 1

En La ternura seguimos las aventuras de la Reina Esmeralda, una poderosa maga con dos hijas a las que desea impedir que sufran matrimonios concertados y que planea escapar al control de los hombres huyendo a una isla desierta. Con tan mala suerte que acaba en una isla desierta que ya tiene inquilinos: otro mago y sus dos hijos que llevan 20 años desarrollando una vida sin mujeres, desengañados por las malas experiencias. Claro, cuando los jóvenes leñadores conozcan a las princesas, los planes bien trazados de ambos progenitores saltarán por los aires.

Vicente Villanueva parece especializarse en comedias sin muchas pretensiones pero que funcionan como un tiro, versiones modernizadas de otros estilos, que no molestan a nadie y logran eso tan complicado de la carcajada compartida en la sala de cine. A veces carcajada más tontorrona, a veces mediante la parodia meta, pero carcajada al fin y al cabo. Lo mismo te hace episodios de Señoras del (h)AMPA y Supernormal que la correctísima Sevillanas de Brooklyn (2021), la enreda El juego de las llaves (2022) o este homenaje por igual a Lope de Vega que a George Cukor.

La base es la obra de teatro de Alfredo Sanzol, que toma como bases explícitas comedias de Shakespeare como La Tempestad —sin la parte esotérica, bueno, supongo— o Noche de Reyes, pero que también toma parte del picante habitual del Fenix de los Ingenios y esa dinámica, que está en las comedias románticas desde que el mundo es mundo pero que alcanzó su cénit en los años 30 y 40 en Hollywood, de la guerra de sexos. Que no es ninguna polémica de esas de Twitter, es el “los que se pelean se desean” de toda la vida que existía cuando la sociedad era más carca o los matrimonios eran contratos comercial, había que disimular los picores y fingir odiar a quien te querías flungir resultaba preceptivo.

Emma Suárez es el efecto especial

La ternura película Vicente Villanueva Emma Suárez

Bueno, en fin, al lío. Aunque no hayas visto la obra en que se basa La ternura, en el segundo dos de conocer a los personajes ya sabes quién acaba con quién y como se va a desarrollar cada relación. Hay algún girito original por el camino, homenaje modernizado a los enredos del género que se toma de referencia, pero más o menos todo va por los caminos que uno se pueda imaginar. Pero está tan bien hecho, y el reparto es tan bueno y está tan en su salsa, que funciona, es entretenida, la gente se ríe. En el pase en la Gala de RTVE en el Festival de San Sebastián las risas empezaron incrédulas por el tamaño de la poca vergüenza exhibida y acabaron en disfrutonas y cómplices.

Y miren, a una comedia no se le puede pedir más. Si la gente se ríe compartiendo los dobles sentidos y las movidas de los personajes y encima los adopta, es que es buena, reinvente la rueda o no. Además en La ternura es todo tan mamarracho desde el minuto uno que consigue evitar el ridículo por la vía de vivir instalada en él. Se refocila en la tontada con gags que son tan descaradamente estúpidos que te tienes que reír. Ayuda que el reparto se tome bastante en serio esto de hacer el gamba, incluso un Carlos Cuevas que tiene el papel más tontorrón y potencialmente pesado en su estupidez.

Los efectos especiales de La ternura, que son mucho más puntuales de lo que hacían sospechar la promoción o el tráiler, están para lo que están y nunca sustituyen a la interpretación o a la cámara para buscar comicidad. Incluso los efectos más naïf, como alguno con las voces que mejor no revelamos, funcionan porque llegan en un momento de la película en el que tienes interiorizado que en ese mundo las cosas funcionan así, y se apoyan mucho en el trabajo de Emma Suárez —que hasta a medio gas está que se sale— y Fernando Guallar (al que le cae otro marrón parecido al de Cuevas, que solventa con mucha guasa).

Viva la poco vergüenza

La ternura: Un simpático homenaje al teatro clásico y las comedias de "guerra de sexos" 2

La herencia teatral de La ternura se respeta bastante en la puesta en escena, incluyendo algún gag que la cámara intenta acompañar con movimiento cuando pedía plano fijo. No es mucho spoiler: los personajes ocultándose detrás de un árbol y girando alrededor del mismo cuando aquellos de lo que se ocultan lo rodean. Es casi demasiado de dibujos animados, pero sobre un escenario y con el público de frente habría funcionado. Quizás en un momento dado tiene tan asumida su condición de producto popular que se empeña en subrayar con la banda sonora y el encuadre cosas que ya eran graciosas, pero lo compensa con planos tan autoparódicos —la “aparición” de Anna Moliner en la playa— que hasta han incorporado el segundito de parada de las series en directo para que la gente se ría.

La base de la “guerra de sexos”, en este caso explícita y tronco mismo de La ternura, es tan burra que sirve para todos los chistes que a ustedes se les puedan estar ocurriendo sobre el espectro de la sexualidad y el género en los seres humanos. No se para a juzgarlos ni analizarlos, ni busca decir la última palabra sobre nada. Ha venido a pasárselo bien usando un esquema que, si lo tenemos tan interiorizado en la cultura occidental, y en alguna más seguramente, es porque funciona. En ese sentido, deja un par de detalles para que veas que no es tan rancia como parece y luego va a lo que va. A que cuando Alexandra Jiménez mire con ojos golosones al leñador te partas la caja.

Embarcando de vuelta al puerto de Indias: La ternura es una comedia divertidísima porque le da igual todo. Tiene un reparto perfecto y que, aparentemente, se lo ha pasado en grande. unos efectos y ambientación que de puro mamarrachos ayudan al conjunto y un ánimo disfrutón que puede con cualquier ceja alzada. Está muy bien que exista gente que decida echarle meses y meses de trabajo a parir un producto cuyo horizonte vital es que nos hartemos de reír y animar a la chavalada a disfrutar del picorsito sanamente. Bienvenido sea.

Imágenes: La ternura (Montaje de portada: Cine co
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