Una historia de perseguir a un asesino bastante típica, pero que, como sabe que lo es, le da una vuelta a sus tópicos para que tengan impacto y no sean clichés
Memento mori: Un thriller correcto con sorpresa

En Memento mori el inspector de homicidios Ramiro Sancho investiga las misteriosas muertes en Valladolid de varias mujeres de forma particularmente violenta. La Policía teme que puede tratarse de un asesino en serie, uno que firma sus acciones dejando un poema en alguna parte del interior del cuerpo de sus víctimas, y para atraparlo el agente recibirá la ayuda de dos expertos, la profesora Martina Corvo y el profesor Armando Lopetegui, alias Carapocha. Lo que no se imaginan es que el culpable de las muertes se encuentra muy cerca de ellos.
Otra miniserie de asesinos con una historia que hasta hace 10 años, o menos, habría sido un largometraje para cines, incluso es posible que con el mismo reparto y todo. Produce Zebra Producciones para Prime Video, que lo mismo se encargaban de una docuficción tan rara avis como Centro Médico (2015) para RTVE que de la fallida El Cid (2020-2021) para la misma plataforma de Amazon, esa gran superproducción que tuvo tan poca repercusión que ni hizo falta anunciar su cancelación. Esto es otra cosa, completamente diferente.
De Memento mori, ya que le hemos atizado tanto por aquí a las localizaciones de promoción turística random, se puede decir que al menos integra de manera más que orgánica el escenario. Esto, claro, es porque la novela ya jugaba con eso, con pasar en Valladolid, y el autor es natural y vecino de la ciudad de toda la vida, ambientándola en zonas que conoce bien. Como extra, ni se trata como un sitio genérico —como pasaba en La chica de nieve, que podría ser en Málaga o en Wisconsin, por ejemplo— ni como un villorio para gente que tiene la desgracia de no ser madrileña o barcelonesa, que viene a ser el filtro habitual, sino una ciudad con su propia entidad.
Juego de espejos

La historia de Memento mori está planteada como un paralelismo constante entre el policía y el asesino, con referencias constantes, aunque no siempre directas, al hecho de que son reflejos difusos del otro. Los dos tienen problemas materno-filiales, se sienten alienados o tienen problemas para conectar e iniciar relaciones profundas (aunque a un nivel superficial, el “malo” lo tiene más fácil). Y ambos intentan aparentar control absoluto de situaciones que se les escapan (la caza impoluta de sus víctimas el uno, la política interna de la comisaría el otro), aunque de últimas, el “bueno” es más honesto. Hay más detalles y alguna sorpresa, pero no haremos spoilers.
Decía más arriba lo de thriller que en otros tiempos habría sido un largo pensando en las resacas de El silencio de los corderos (1991) o Zodiac (2007), incluso True Detective (2014), que llenaron las pantallas y las baldas de las librerías de historias clónicas de asesino intensito. La saga de novelas de César Pérez Gellida es bastante consciente de esa circunstancia, y la dirección de la serie también, así que Memento mori, Valladolid bien aprovechado aparte, tiene una personalidad propia. En parte porque cuando acumula tópicos del tipo de historia que quiere hacer, les da una vuelta o los espacia para que tengan impacto y no sean clichés previsibles.
Así que nada es el colmo de la originalidad, pero tiene un par de giros, chulos e inesperados, que hacen que cuando pasen las cosas tópicas de thriller de asesino en serie, al menos los personajes ya te importen un poco. La ambientación y la narración quieren pegarse mucho a ese tipo de historia, y hasta el personaje de Yon González es una mezcla de todos los que se os puedan ocurrir, desde los mencionados Zodiac y Hannibal Lecter hasta el de American Psycho, o incluso Dexter, solo que mejor nos ahorramos explicar qué tiene de cada cual, porque sería destripar la trama sin necesidad.
Asesino en serio

Otra cosa buena de Memento mori es que se busca cierta credibilidad “española” en cómo pasan las cosas y, por ejemplo, le dan al protagonista un motivo real para tener “24 horas para resolver el caso”, digamos, algo más de andar por casa, de funcionario que ha pedido un traslado por motivos familiares, no una movida rara peliculera. Ojo, que “peliculero” es todo, pero bueno, es una serie de Prime Video. Así que, como decíamos, cuando pega el giro de thriller tonto, ya ha establecido a los personajes lo suficiente como para que agobie la posible resolución. Y hay chistes, no solo de los secundarios, es que a veces el asesino es gracioso y el policía también.
El reparto está muy bien escogido, pero algunas interpretaciones chirrían. Francisco Ortiz y Juan Echanove lo clavan, Manuela Vellés parece que esté pensando en otra cosa y el papel no le interese mucho y Yon González no está claro si está haciendo el papel de su vida o el ridículo más absoluto. Esto tiene una explicación que acaba revelándose cuando avanza la serie y reventarla implica fastidiar el visionado, pero el actor parece tan consciente de que su personaje es un mix de referencias que se esfuerza demasiado en integrar todas, y aunque luego lo justifiquen, la mayor parte del tiempo queda poco creíble, incluso en la lógica de la serie.
Metiendo el último cadáver en su bolsa, pues nada, que Memento mori es una historia bastante típica de perseguir a un asesino, pero que como sabe que lo es, le da vueltas para seguir siendo interesante, y que tiene una serie de elementos —darle credibilidad “cotidiana” a sus personajes sin caer en la parodia o integrar las localizaciones en la trama— que la distinguen de otros thrillers genéricos de los que se fabrican como churros. Recomendado para el que guste del género.
Imágenes: Memento mori – Txuca Pereira (Montaje de portada: Cine con Ñ)
