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Camilo Superstar, capítulo 1: Camilo, Cristo y Rey

Entretenida y divertida por momentos, prefiere ser un desfile de ropa setentera y cameos llamativos antes que una serie con su propio peso dramático

Camilo Superstar, capítulo 1: Camilo, Cristo y Rey 1

Camilo Superstar nos sitúa en 1972, cuando el cantante Camilo Sesto es una de las figuras de la canción más conocidas de España y América Latina pero se encuentra en plena crisis creativa. Enfrentado al criterio de su representante y al de la discográfica, que prefieren no arriesgar y mantenerlo como un ídolo para jovencitas, Camilo decide afrontar un gran proyecto: traer a España el musical Jesucristo Superstar, que triunfa en inglés en los teatros de medio mundo.

Esto del “biopic de famosos” se está convirtiendo en un subgénero de las series españolas recientes, con una honrosa excepción en largometraje que es Saben aquell. Además de famosos cuya juventud o drama narrativo nuclear se ubica en el tardofranquismo, lo cual da para el doble combo, aparentemente ganador en audiencia y relevancia, entre morbillo apolítico y ambientación de época particularmente hortera. Lo vimos en Cristo y Rey, la aspirante a serie mamarracha del año, pero también un poco en Bosé.

Camilo Superstar partía de una base un poco diferente, la de contar, más que una vida o carrera completa, un hito en esta, esa aventura para adaptar a España un musical presuntamente escandaloso para la moral nacionalcatólica —aunque el propio Franco aprobase el estreno de la película, en la que se dice que fue la última proyección previa a la censura que hubo en El Pardo antes de su muerte— por parte de un cantante especialmente conocido y querido por el público, fallecido hace relativamente poco, en 2019. podía dar para mucho, pero el resultado, al menos en este primer episodio, es irregular.

Camilo Superstar, capítulo 1: Camilo, Cristo y Rey 2

La premisa es lo más interesante: no contarnos la niñez de Sesto ni abundar en ninguna clase de traumas innecesario, sino meterse en el reto artístico, empresarial y, en cierto modo, político que supuso el musical. Solo que eso se puede hacer de muchas maneras, y la serie, al menos en su primer episodio, parece elegir la más tontorrona. Entre otras cosas, convertir la Transición en otro debate de cuestiones de estética y libertad sexual, en el que se pueden cambiar las cosas con canciones de amor —aunque el personaje lo diga con la boca chica— y los nazis son gente así como rara, no el propio régimen. No se enfade nadie.

El siguiente es convertir esto en una especie de pase de modelazos que son una pocholada por parte del protagonista, que hasta tiene una escena en la que se prueba varios outfits que resultan especialmente mamarrachos con ojos de hoy. Hay alguna idea visualmente interesante pero nada demasiado original, pero además aporta a la narrativa bastante poco. También chirrñia que desde muy pronto, estilo Cristo y Rey, esto vaya de ver quién hace el siguiente cameo, ya sea de personajes de entonces o de actores de ahora haciendo de los mismos, vengan a cuento o no.

En ese sentido, Alejandro Jato es una opción arriesgada. No es una cara hiperconocida —Belén Cuesta colaba como Bárbara Rey, pero a Jaime Lorente le dijeron que hiciese de Denver Cristo— y es un intérprete solvente, pero no canta, y aunque lo hiciese, la voz de Sesto es inalcanzable para una garganta normal, así que le ponen playback. Entre eso y que la única caracterización es un pelucón infame, a veces parece un cosplayer. De todos los secundarios solo suenan a no arriesgados Adrián Lastra y Elena Rivera como Teddy Bautista y Paloma San Basilio, pero igual tampoco cantan. Lo de Eugenia Silva como Lucía Bosé ni lo comentamos, porque total…

Crítica de Camilo Superstar serie

Aparte del cameo constante para que el público fiel de Atresplayer —entre el que me cuento yo, pero no soy estadísticamente significativo— diga “anda mira, Fulanita”, resulta irritante el tirar la piedra y esconder la mano en un tema que precisamente ese público se supone que recibe con particular jolgorio: la presunta bisexualidad del cantante. Ignoro si la misma fue pública en algún momento y en principio es irrelevante para la trama, pero es que el episodio uno la insinúa, e incluso deja caer algo más punki, que pudo ser amante de su representante más mayor en algo turbio que rozaba la prostitución masculina. Pero sin decirlo directamente, es más, recordándonos que a Camilo le encantaban las mujeres y sacándolo a la mínima practicando el coito con la que hubiese más a mano.

Es que hasta Bosé, una paja de un señor muy pijo que se disimulaba con mucha pasta para producción, era más discreta en recordarnos que su protagonista fue un fucker y admitía de primeras que era LGTBI. Insisto, ni sé si hay pruebas de nada de esto ni creo que se trate de lo que querían contar con la serie, al menos sobre el papel, pero queda un poco ridículo. Algo que hace juego con el tono general del guión y de la narración, que parecen pesados para la emisión en abierto de hace 30 años, solo que con presupuestos y medios de ahora. Una serie que se queda a medias.

Antes de dejar algo de mi en esta crítica, no sea me crucifiquen, digamos que Camilo Superstar era una serie ambiciosa cuando se anunció y otra más facilona al estrenarse. No es mala, porque entretenida resulta y algunos momentos son muy divertidos, pero acaba por ser mediocre, conformándose con las salidas fáciles a cada problema que se le plantea y no presentando más aspiración que la de presentar una estética de época muy llamativa y tirar del factor nostalgia. Si los tres episodios que quedan mantienen la línea, una oportunidad perdida.

Imágenes: Camilo Superstar – Atresmedia (Montaje de portada: Cine con Ñ)
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