La nota discordante al tradicional verano en los cines españoles la ponen Alejandro Marín y su ‘Te estoy amando locamente’, la “luminosa” película sobre la memoria histórica LGTBI
“Nos hemos dado cuenta de que el cuento de la Transición no era tan bonito como nos lo pintaron”

Antes del rosa de Barbie, si hay una película que está poniendo un color distinto, arcoiris, al tradicional verano en los cine españoles es Te estoy amando locamente. Entre medias de la tradicional comedia veraniega de Santiago Segura, franquicias como Indiana Jones o Misión: Imposible o superhéroes, aparece la del malagueño Alejandro Marín, en camino de convertirse, con su modesta distribución y superando en diez días los 30.000 espectadores, en un pequeño éxito en taquilla para el cine español de 2023.
Marín, que viene de dirigir la serie Maricón perdido, presenta credenciales con su ópera prima en solitario: una película, con ecos para la actualidad, sobre los inicios del movimiento LGTBI en la Sevilla de 1977. Una película reivindicativa con una dura historia de amor entre madre e hijo pero que pretende ser, como repite su director, también “luminosa”. Y sobre las luces y las sombras relatos de la Transición, la lucha colectiva y el tono de dramedia británica habla Alejandro Marín en Cine con Ñ.
¿Cómo apareció la idea de meterse en una historia del colectivo de hace más de 40 años en Sevilla?
Coincidió en el tiempo que en 2017 yo acabé la carrera en la ESCAC junto a Carmen Garrido, que es la productora ejecutiva y guionista de la película. Juntos entramos en el Máster de Ópera Prima de ESCAC, que era para desarrollar una nuestro primer largometraje como director y productora en el caso de Carmen. Y justo ese año nos enteramos en ese verano que era la el cuarenta aniversario de la primera manifestación LGTBI en Barcelona.
A raíz de eso empezamos a investigar y a conocer que entonces existía la Ley de Peligrosidad Social, que había psiquiatras que realizaban terapias de electroshock a homosexuales que empezaron a surgir movimientos de protesta en contra de estas leyes y estas prácticas. Entonces acababa de llegar Vox a un parlamento autonómico (el de Andalucía en 2018) con un discurso de odio hacia el colectivo, pues dijimos como ‘guau, no conocíamos esta historia y qué miedo que de repente estén apareciendo este tipo de ideologías tan peligrosas’. Porque hay gente que tiene nostalgia de esa España más oscura.

A raíz de eso decidimos que queríamos hacer esta película. Y lo de ambientarla en Sevilla fue que llegamos al testimonio de Mar Cambrollé, que fue una de las fundadoras del Movimiento Homosexual de Acción Revolucionaria (MHAR) en Sevilla. Nos gustó muchísimo el hecho de que se fundara dentro de la Juventud Obrera Cristiana (JOC), porque Mar formaba parte de ese movimiento y aprovechó tener las llaves del palacio arzobispal para realizar las reuniones del MHAR allí.
Todo esto nos fascinó tanto a Carmen como a mí y decidimos que queríamos trasladar ese espíritu a la película, de algo que era muy real pero también muy luminoso. Y entonces ya vehiculamos la historia a través de una ficcionada que es la de Reme y su hijo, en la que íbamos introduciendo, inspirándonos en esta historia real, la gestación del Movimiento de Sevilla.
Junto a Te estoy amando locamente, estos últimos meses han aparecido varias películas que se acercan a relatos alternativos del paso de de la dictadura a la democracia que se habían quedado en segundo plano en el cine español. Pienso en las recientes Modelo 77 o Las buenas compañías, ambientada precisamente en ese momento histórico. ¿Por qué crees que de repente aparecen todas estas historias que dan con líneas que están fuera de la “historia oficial” de la Transición española?
Creo que es un síntoma bonito que de repente nos hemos empezado a revisitar y nos hemos dado cuenta de que el cuento de la Transición no era tan bonito como nos lo pintaron. Existía esta amnistía que precisamente dejó a los homosexuales transexuales de la calle en la cárcel, que no se aplicó a los perseguidos por sexualidad al franquismo. Supongo que, como las películas tienen un proceso bastante largos, en los momentos en los que empezamos a ver las orejas al lobo con la proliferación de la ultraderecha quisimos volver a esos años para encontrarle el sentido a que esa heridas no se hubieran cerrado y que de repente hubiera gente que hablase con nostalgia de esos tiempos.
Es una manera de poner en valor a las personas que entonces lucharon para que que a día de hoy tengamos los derechos que tenemos y que son muy importantes recordarlos para hacer ese ejercicio de memoria histórica que justo las películas que has comentado hacen, Modelo 77 con el caso de los presos de la COPEL y Las buenas compañías con las de 11 de Basauri y el inicio del movimiento feminista.
“Pueden arrebatarnos todo lo que hemos conseguido”
Las tres películas, además, no son películas solo con una historia individual o de personajes en concreto, sino que quieren poner en valor la lucha colectiva.
Sí, para mí y para Carmen, como guionistas los dos, era muy importante esta idea de apelar un poco a esta transversalidad y unidad que había entonces en la lucha, porque implicaba al movimiento feminista, a la lucha obrera, la juventud eurocristiana… era un momento en el que realmente iban todas a una y luchaban una por la otra de una manera súper unitaria.
Lo he comentado en otras entrevistas: da pena que a a día de hoy nos perdemos a veces que nos perdemos en los matices. Son muy importantes muchas veces, pero en el momento en el que nos ponemos palos a nosotros mismos en las ruedas porque diferimos en determinados cosas y parece que ya estamos a la contra. Es como, por favor, pongámonos en el foco en lo que nos une, aprendamos de las diferencias de lo uno y lo otro, pero sobre mantengámonos juntas en estos momentos en los que la derecha y la ultraderecha está pactando sin complejos y pueden arrebatarnos todo lo que hemos conseguido.
En ese ambiente colectivo aparece con claridad la relación materno-filial como gran protagonista de Te estoy amando locamente. ¿Por qué estos dos personajes en concreto?
Al principio veíamos cómo se empezaba a desarrollar quizá una película más centrada sólo en el movimiento. Pero nos dimos cuenta de que quizá era un mensaje que ya era sabido por la gente del colectivo, y queríamos, aparte del homenaje, ponernos el objetivo de poder aportar algo a la sociedad actual. Y entonces lo enfocamos desde esta historia de amor universal para acercar la película una persona que a lo mejor no vería una película sobre el colectivo porque piensa que no va con él o con ella. Queríamo apelar a ella desde una historia universal, como era la de la madre y el hijo.
El vínculo entre una madre y su hijo gay es algo que se ha explicitado mucho recientemente en otra película que habla de Sevilla: ¡Dolores guapa!. ¿Había ese carácter de conexión también local en la historia?
Realmente esa relación madre e hijo era una manera de acercar el planteamiento al espectador. Todo el mundo se podría ver reflejado en una historia madre-hijo, incluso no ya a nivel madre-hijo homosexual; creo que todos hemos podido tener esos encontronazos con nuestros padres o madres que quieren lo mejor para nosotros pero a la vez no nos están dejando voz o voto en decisiones vitales. Es un caso bastante recurrente: con las mejores intenciones a veces no siempre se está ayudando a la otra persona.
No hubo una decisión, por así decirlo, “folclórica” en la relación madre e hijo como se puede ver efectivamente en ¡Dolores guapa!, con todo lo cofrade y de Semana Santa que se ve en ese documental maravilloso. Nos han preguntado, además de por ¡Dolores guapa!, que cómo no habíamos tratado el tema de las cofradías siendo en Sevilla. Pero es que era muy complicado meter un tema más dentro de la lucha sindical en la Iglesia. era como ‘la gente no va a entender nada ya si metemos eso también’ (risas).

En cuanto al lenguaje de la película, el estilo de filme que queríais, se percibe el feel formal y de tono de las dramedias históricas británicas. ¿Qué queríais que tuviera a nivel visual?
Sí, nos dicen mucho esto de lo británico. Obviamente Billy Elliott (Stephen Daldry, 2000) y Pride (Matthew Warchus, 2014) fueron una referencia para nosotros, con ese espíritu de fraternidad del grupo de mineros y el colectivo LGTBI, y sí que había una referencia de tono porque tienen un trasfondo político pero que al mismo tiempo son luminosas, en las que la luz y el color tienen muchísimo protagonismo. Son películas de personajes, muy corales.
Pero a nivel visual creo que hemos ido por otro lado. Necesitábamos hacer nuestra propia apuesta. Teníamos dos ideas para eso: que el tratamiento de la época tenía que ser muy riguroso y, por otro lado, encontrar la manera de acercarlo al público actual y que no diera pereza ese tratamiento histórico. Por eso nos permitimos tomarnos algunas licencias como en el caso del bar o con el vestuario, por ejemplo, del personaje de La Dani, Madame 2000. Si seguimos el rigor histórico de como se vestían las travestis entonces para los shows era algo que podía recibirse como antiguo. Con Isis (Velasco), de Vestuario, conseguimos encontrar ese universo nuestro que era posible para la época, pero a lo mejor no era la tendencia entonces.
Asi que fue ir encontrando el equilibrio con el rigor histórico, de intentar ser muy precisos en el tratamiento de la época y también ver muchas películas de entonces. Me gustó mucho revisitar de repente películas, que no tienen nada que ver pero que a la vez sí hacían un reflejo de entonces, como Cría cuervos (Carlos Saura, 1974) o El diputado (Eloy de la Iglesia, 1979) o también leer libros para crear nuestro propio lenguaje y construir la historia de manera bastante fresca. La realización es agradecida en ese sentido, creo.
La comedia juega un papel fundamental en la película, ¿cómo se planteaba el equilibrio entre esos momentos con lo que sucede, que es también bastante duro?
Lo hicimos trabajando en el guión con Carmen y, la verdad, lo pasamos muy bien haciéndolo, las escenas cómicas eran las más agradecidas de escribir. Hacíamos eso de ir pasándonos las escenas: cada uno estaba con su ordenador y luego hacíamos un intercambio de repente. Al final era el efecto que causaba lo que acababas de escribir en el otro. Carmen escribía una cosa, yo me reía un montón y era ‘vale, esto puede funcionar’.
Al final en esto hay que fiarse también de la primera vez que escuchas un chiste o un gag, era la premisa de la que partíamos. Y bueno, esto de un movimiento homosexual en el palacio arzobispal de Sevilla ya nos parecía bastante cómico, y ya fuimos tirando de ese hilo, porque queríamos hacer una película que, sin evitar lo oscuro, pusiera en alza el carácter combativo y también muy inconsciente de lo que hacían estas personas, dentro de esa torpeza de cuando no sabes muy bien qué estás haciendo.

Nos parecía importante humanizar a los personajes y verlos felices, porque lo hacían también por eso. Te das cuenta cuando hablas con ellos: son supervivientes y lo pasaron muy mal, pero también recuerdan todo aquello con muchísimo orgullo y luz. Por eso necesitábamos esos alivios cómicos del personaje de Alex de la Croix, por ejemplo, o representar la época más cerrada con el personaje de Mari Paz Sayago, una viuda muy al uso, que parecía muy arquetípico pero que existe aún a día de hoy.
Otro elemento fundamental en Te estoy amando locamente es la música, desde el título que ya te avisa pasando por los distintos slow moments hasta llegar a la traca del final. ¿Por qué queríais darle tanta importancia?
Surgió de forma natural porque nos gusta muchísimo la música. El título nace precisamente de ahí, de imaginarme algo a partir de la intro de la canción de Las Grecas. Quería que la película empezara con la canción y con esa cámara lenta. Creo que también por haberme criado mucho en esa época, de ver videoclips y YouTube, la música me inspira muchísimo. Hago listas de Spotify para todo lo que escribo y en todos los proyectos en los que estoy para ir viendo con el equipo el espíritu que quiero que tenga.
La música también era una manera de marcar el tono en guión. Si ibas leyendo las canciones ibas entendiendo que la película iba a tener un aspecto muy musical. También era una manera de representar la época: ahí sí que fuimos muy rigurosos en las canciones para que fueran previas o de ese mismo año para precisamente al final, con esa traca que comentas, romper el código con la canción de Rigoberta (Bandini). Fue súper guay que ella nos dijera que sí a hacerlo, un sueño para nosotros. Fue muy bonito poder cerrar la película, después de haber estado escuchando tantas canciones de la época, con una canción de alguien como Rigoberta, que al final es un referente y todo lo que hace se convierte en himno.
El proceso de la música en general fue muy chulo, porque también hubo mucha documentación por parte de Nico (Casal), que hace la banda sonora original, para instrumentalizar y componer desde de los sonidos de la época, los teclados y las guitarras de entonces, En ese sentido sí, la música era una pieza clave. Teníamos incluso miedo a que fuera excesiva pero estamos contentos con el resultado final y cómo funciona dentro de la película.
Portada: Alejandro Marín, director de Te estoy amando locamente, en el rodaje de la película – Filmax
