1. Análisis
  2. El documental sobre el accidente de Spanair plantea los límites de los ‘true crime’ sin ‘crime’ (para bien)

El documental sobre el accidente de Spanair plantea los límites de los ‘true crime’ sin ‘crime’ (para bien)

‘Vuelo JK5022. La tragedia de Spanair’ se estrena en Movistar Plus+ rescatando el fantasma de las responsabilidades empresariales en el suceso que costó la vida a 154 personas en 2008

Vuelo JK5022. La tragedia de Spanair Accidente de Spanair documental serie documental Movistar Plus+

Vuelo JK5022. La tragedia de Spanair no es exactamente un true crime. Primero, porque no está claro si hubo crimen. Judicialmente al menos, tal y como lo explica la miniserie, no lo hubo o no se condenó a nadie por ello, que a efectos prácticos es casi lo mismo. Moralmente es posible que existan culpables, pero es una condición tan etérea que nunca está claro hasta donde el periodismo o el audiovisual están en su derecho de señalarlos. Incluso cuando, como en este caso, esos culpables la avaricia humana, la irresponsabilidad empresarial y, como agente de ambas, una gran multinacional con tentáculos que presionan a gobiernos de todo color como es Boeing. Es decir, cuando son el tipo de pieza de caza mayor a la que nunca apuntaría un true crime canónico, un formato que no quiere realmente incomodar a nadie.

Este martes 15 de agosto se estrena en Movistar Plus+ esta miniserie documental sobre el accidente de Barajas de 2008 que ha dirigido Alberto Puerta y escrito Jorge Bartolomé. Para el primero, baqueteado en programas de televisión como Españoles en el mundo, es casi un debut en el formato, pero para el segundo no. Bartolomé, periodista de formación y vinculado a Producciones del KO, la rama audiovisual de la editorial Libros del KO, ha escrito documentales como How democracy dies (2021), de Fátima Lianes, sobre el golpe de estado en Myanmar, y trabajó en El Estado contra Pablo Ibar (2020), de Olmo Figueredo, cuyos enfoques centrados en los Derechos Humanos no están tan lejos del de la miniserie que nos ocupa.

Algo que plantea una pregunta legítima: ¿hasta qué punto un producto de este tipo puede atreverse a “resolver” un caso que no lo está? ¿Puedes parecernos excesivo, o incluso fuera de lugar, que algunos documentales sobre el caso Marta del Castillo se atrevan a reprochar a jueces o Policía la ausencia de una prueba que la familia considera esencial, pero no si el “culpable” es Boeing? ¿Merecería entonces Vuelo JK5022. La tragedia de Spanair que lo encuadremos en la categoría de true crime cuando su interés no es la pornografía emocional o la alarma social tan caras a otras series, sino denunciar la salud misma de nuestra democracia, capaz de culpar a dos pilotos muertos de la negligencia cometida en realidad por una gran multinacional para proteger a esta?

Planteamiento, nudo y desenlace

El documental sobre el accidente de Spanair plantea los límites de los 'true crime' sin 'crime' (para bien) 1

Narrativamente hay poco que reprocharle al documental. Se compone de tres episodios, uno para la descripción de los hechos de aquel 20 de agosto de hace 15 años con la información demostrable —y el habitual “testimonio inédito”, en este caso las conversaciones en cabina durante la reparación previa al despegue—, otro para el punto de vista de los familiares de las víctimas y la gestión institucional del caso, y finalmente un tercero sobre las responsabilidades esbozadas en el anterior que explica el recorrido judicial del accidente. Se superponen el orden cronológico y el temático en una progresión natural, y funciona.

En esto se nota la vocación internacional de Secuoya Studios, que es quien produce, e incluso que quizás Movistar Plus+ no fue la primera opción para vender el formato: aunque el accidente es más que conocido en España, lo podría ver alguien que no hubiese nunca oído hablar de él y se enteraría perfectamente. Como suele ser habitual, mejor que alguien que lo siguiese en el momento por los medios. Es cierto que esa es la ventaja de contar las noticias de hace 15 años, pero no siempre este tipo de documental cumple esa condición —contar de forma clara un caso “resuelto”, o al menos ya investigado—, así que habrá que aplaudirlo cuando se consigue.

No es que Vuelo JK5022. La tragedia de Spanair tenga una “moraleja” clara que nos restriegue por la cara, pero su tesis queda meridianamente clara. Aquel 20 de agosto todo lo que pudo salir mal, salió mal, incluyendo el estancamiento de un arroyo cercano que inundó parte del avión o fallos de comunicación entre servicios de emergencia y el Aeropuerto de Barajas. Pero lo que de verdad hizo sentir indefensos a supervivientes o familiares fue la cobarde respuesta institucional, que intentó tapar errores más que solucionarlos y culminó en presiones, evidentes pero indemostrables, para que Boeing salvase la cara. Algo escandaloso que nunca ha trascendido tal cual a la opinión pública. Y eso que si el accidente fuese un atentado solo lo superaría en número de víctimas el 11M en toda la historia de España. Esto no lo dice el documental, lo digo yo.

Conclusiones o finales

El documental sobre el accidente de Spanair plantea los límites de los 'true crime' sin 'crime' (para bien) 2

Habitualmente los true crime con impresionantes testimonios inéditos y pruebas jamás vistas por la Policía tienen moralejas conservadoras pero de apariencia blanca y apolítica, que convierten el delito en una circunstancia personal y criminalizan comportamientos no normativos, como la enfermedad mental. Incluso las aparentes honrosas excepciones, como Dolores: La verdad sobre el Caso Wanninkhof (2021), de Noemí Redondo, o el reciente Las últimas horas de Mario Biondo (2023), de María Pulido, solo se salen de la norma para criticar que la censura y la alarma sociales no estaban justificadas no por sí mismas, sino por apuntar a las culpables equivocadas, aunque el primero no pueda evitar tener que afrontar que es la homosexualidad de su protagonista la que hizo caer sobre ella el peso del juicio social.

La existencia de Vuelo JK5022. La tragedia de Spanair cuestiona la propia naturaleza del formato que le da vida sin querer, como las escasas veces que una noticia en un periódico generalista influyente se atreve con un objetivo que pueda devolverle los golpes. Hemos insistido mucho por aquí en que se ha abusado tanto del true crime que se está quedando “sin casos” —y los tiempos judiciales y de producción audiovisuales son tan largos que es difícil reponer a ritmo suficiente—, pero que su hegemonía como formato conservador por excelencia y, en ocasiones, que infantiliza al público es evidente. Lo bueno de esa posición es que subvertirla, de repente, se hace fácil.

La respuesta ha sido, una vez más, una pieza de periodismo que respeta sus reglas mínimas, algo que no siempre hacen —o no siempre hacemos, por la parte que toque a este redactor— los medios tradicionales. Eso le bastó a 800 metros (2022), de León Siminiani, o a Lucía en la telaraña (2021), de Tomás Ocaña, Rafael González Pérez y Sofía Ocaña, y le basta a este documental sobre el accidente de Barajas. Porque no, respondiendo a mi propia pregunta, no es lo mismo apuntar a culpabilidad de particulares como fuera en su momento Dolores Vázquez que a las de Boeing o el gobierno de Rodríguez Zapatero —y los que viniesen después—. Y para proteger a los primeros es necesario darle la vuelta a la lógica del true crime. Porque a quién eliges defender y a quién eliges cuestionar no es solo una decisión narrativa. Esto no es ficción.

Imágenes: Vuelo JK5022. La tragedia de Spanair – Secuoya Studios
Menú