Comedia absurda que mezcla hábilmente fantasía, algoritmos de consumo y clasicismo para contar un viaje a la auténtica madurez
El fantástico caso del Golem: La vida se me ha caído en la cabeza

El fantástico caso del Golem es el caso de Juan (Brays Efe), un joven que en un ‘mañaneo’ en una terraza ve cómo su mejor amigo cae al vacío, choca contra un coche y… se rompe en muchos pedazos. Literalmente. Tras este suceso desconcertante, Juan se ve envuelto en una trama en la que la investigación de la muerte de su amigo es solo el inicio de toda una serie de sucesos inexplicables y cada vez más extraños.
La mítica y casi terrorífica figura del golem —recogida en cine en las versiones (1915, 1917, 1920) del alemán Paul Wegener o en Golem (Piotr Szulkin, 1980)—vuelve en forma de comedia absurda, con una disparatada historia de misterio ambientada en un mundo de fantasía y algoritmos de consumo. Es el universo de porcelana y arcilla de Juan González y Nando Martínez, más conocidos como Burnin’ Percebes, dos directores que despliegan su particular sentido del humor para contar la historia de un ‘niño grande’ que debe hacer un demencial y obligado viaje a la madurez en un extraño verano en Madrid.
El valor de esta película está en que, sin dejar de ser un contenedor de las chorradas que les hacen gracia a sus dos directores (un efecto de “broma privada” perjudicial por momentos), consigue transmitir un arco coherente para su personaje protagonista dentro de un moderno recorrido por la historia de la comedia norteamericana clásica. Es una apuesta inventiva que demuestra que el humor fuera del canon todavía puede jugar un papel en la cacareada diversidad del cine español.
Del slapstick a Spike Jonze

El fantástico caso del Golem es una inteligente recuperación de modelos cómicos del cine clásico norteamericano. Del cine de los años 10 y 20 estaría lo principal: el arquetipo hiperrevisitado del joven estúpido/mimado que se ve envuelto a la fuerza en una trama de la que no quiere saber nada en un inicio. Pero también aparecen otros motivos más directos de la slapstick comedy, como los puñetazos, la caída desde lo alto de un edificio o incluso en la gestualidad y forma de moverse de sus protagonistas.
Pero lo que está más presente en el lenguaje de cámara de la película es otro tipo de comedy, la screwball posterior de los años 30 y 40. Forillos, retroproyecciones, grandes decorados, planos secuencia en “berlanguitas”…. un despliegue que brilla especialmente en el interior del apartamento de su protagonista, que va representando también su desarrollo personal. Hay incluso espacio para una revisión de la animación, sintetizado en ese piano en la cabeza que ya hacía homenaje a la comedia física de los orígenes y que se desplegó, por ejemplo, en las aventuras de toons como El Coyote y El Correcaminos.
Y este paso por la comedia clásica termina de coger sentido cuando se le pasa un filtro moderno y contemporáneo también norteamericano, que tan bien entiende Ion de Sosa en la fotografía. Aunque la paleta de colores, el vestuario y ciertas simetrías hagan pensar en Wes Anderson, lo que plantea esta película es más como si el Spike Jonze de Cómo ser John Malkovich (1999) y el de Her (2014) se hubiesen encontrado en un verano apático y desierto en Madrid. Un recorrido histórico que nunca resulta un homenaje aislado o caprichoso.
Una edad adulta caída del cielo

En su primer intento dentro de los márgenes de la industria, los underground Burnin’ Percebes se atreven a hacer reír haciendo gala de poca “españolidad”, que parece aquí requisito indispensable para llegar al mainstream desde la comedia. Lo compensan garantizando la universalidad de la idea detrás de la película (si es que tiene alguna), que no es otra que la del primer “salto sin red”: la clásica toma de responsabilidad de uno mismo y de sus decisiones para alcanzar la auténtica edad adulta, no la que marca el paso de los años.
Te haga más o menos gracia sus gags —en su primera proyección en Málaga no hizo demasiada, la verdad—, la película es una prueba de que el humor no tiene por qué ser una homologación mainstream o ser sofisticado a la fuerza, sino que puede caer del cielo de repente sin tener que pasar por el algoritmo de una empresa. En un cine que solo puede hace referencia a sí mismo, El fantástico caso del Golem nos dice que lo inesperado está en el valor de la estupidez como peaje en el camino que es vivir de verdad tu propia vida. Que nos parta un piano si no es así.
Imágenes: El fantástico caso del Golem (Montaje de portada: Cine con Ñ).
