La serie de Burló Moreno tiene cosas buenas, pero no es todo lo cafre que le pide su propia trama
Por H o por B: Las cositas de Madrid

Belén y Hache (Herminia), dos amigas de Parla, vuelven a reunirse tras años sin contacto, esta vez viviendo en el barrio de Malasaña de Madrid capital. El contraste entre sus orígenes chonis y el postureo modernito de su nuevo hogar dará para toda clase de situaciones absurdas mientras ambas tratan de superar sus problemas laborales y sentimentales. Y así nos encontramos con la primera serie cómica española de HBO, Por H o por B.
Crítica libre de spoilers, que por otra parte en esta serie tampoco serían posibles. Se puede ver igual sabiendo lo que ocurre y es difícil estropear los gags, que vienen más por el tempo, el lenguaje o la presentación. Por otra parte, ustedes lo saben y yo sé que lo saben y ustedes saben que yo sé que ustedes lo saben, hay ocasiones en la vida en las que el trailer es más gracioso que la serie. Esta podría ser una de esas veces.
La crítica se ha ensañado con Por H o por B hasta el punto de que en los análisis favorables hablan de serie “grosera en modo Torrente-femenino”. A este juntaletras eso le parece pasarse un poco de frenada. La serie no engaña, de hecho, más que llegar a dichos excesos muchas veces parece que no se atreve a ser todo lo cafre que le pide su propia trama.
Se basa mucho en el equívoco y el juego de palabras, en un humor que está más cerca de la tradición de la Escuela Bruguera o los Álvarez Quintero que de Santiago Segura, para empezar porque en Torrente al protagonista hay que despreciarlo y aquí se trata de adoptar a Hache y Belén.
El origen de la serie, por otra parte, es el corto Pipas de 2013, nominado al Goya y de la misma creadora de la serie. Muchos diálogos se moverán en el terreno de esos tres minutos de conversación entre las dos amigas. Humor absurdo dentro de lo cotidiano, astracán pero poco y una ligera crítica de clase para una serie que quiere ser amable. Mucha ternura por unos personajes con los que, por otro lado, se tiene poca piedad cuando llega el momento.
España, capital París
Manuela Burló Moreno, directora y escritora del todo el tinglado, es natural de Cieza, provincia de Murcia, patria de la ya desaparecida industria del esparto y de don José Antonio Camacho. Ella misma confiesa que el contraste entre el universo de las amigas y la fauna malasañera es reflejo de su propia experiencia, cuando aterrizó en el barrio allá por 2001. Y que considera al barrio moderno por antonomasia de la villa y corte como “un personaje más” de la serie y así lo retrata. No así, y es evidente, con Parla, que se podría haber sustituido por cualquier otro municipio del cinturón capitalino. E incluso, si me apuras, por un pueblo de Murcia.
La serie se ha promocionado explícitamente como el día que Parla conoció Malasaña. Como si estuviese clarísimo, con esa frase, lo que nos están contando. Como si uno de Gijón o una de Tarragona supiesen, por ciencia ínfusa, los tópicos asociados a los ambientes de ambos lugares.
El ombliguismo madrileta suele ser inconsciente y sin visos de mala intención, al contrario que otros ombliguismos. A pesar de que desde provincias, o más en concreto desde determinadas capitales de provincias que sienten su orgullito herido, se perciba como un deseo de humillar, los madriletas y asimilados sencillamente no se dan cuenta de que están hablando de cositas que solo les afectan a ellos.
Por eso el tráfico en Madrid puede abrir noticias de nacional o incluso en los medios que presumen de ser los más progres de España siempre que se habla de cómo en los barrios pobres se tienen menos oportunidades que en los ricos te sacan un barrio de Madrid capital y a los demás, hasta viviendo en Madrid, nos da la risa floja.
Madrid es la medida de todas las cosas también en la ficción. Ocho apellidos vascos o Allí abajo se basan, una vez más, en la exageración de tipos por cuestión geográfica, pero para que esos tipos sean tan llamativos necesitan una “normalidad” que los mida. Esa normalidad se llama casi siempre Madrid y algunas veces Barcelona. Que no pasa nada, que cada uno tiene su normalidad, vieja o nueva. Pero que Dani Rovira en Málaga no tiene acento, ¿lo sabían? En Málaga como él habla es “hablar normal” y acento es colar un leísmo o marcar las eses finales.
La cuestión es que en esta serie, y enlazo con el punto anterior, tenemos una exageración de tipos presuntamente geográfica que oculta, no sabemos cómo de intencionadamente, lo que no es más que un corte de clase. De Parla a Malasaña como si en Parla, que tiene 130.000 habitantes, se fuese consustancialmente choni. O como si en los barrios del centro de Madrid no quedase alguna pollería.
Por H o por B es la prima-hermana que se fue a buscar trabajo a Madrid de Grasa, aunque sus formatos y ambiciones son diferentes y sus autorías también parten de supuestos diferentes. El choque que retratan es el mismo y sus protagonistas y antagonistas son similares. Se premia ser como eres y evolucionar y aprender y se condena explícitamente el postureo y la deslealtad. E incluso ambas tratan el tema de la obesidad como cuestión de clase social, aunque Grasa de forma más explícita -es el centro de la serie, claro- mientras que Por H o por B lo deja pasar de lateral.
Una historia de amistad en Por H o por B
Puntualizo, porque quede claro: larga vida al astracán, a los Aquí no hay quien viva, al humor de Bruguera e incluso a la condescendencia clasista de los Álvarez Quintero -a estas alturas ya los habrán ustedes googleado, recuerden que esta gente hace 100 años eran Los Javis Hetero y arrasaban la taquilla-. Aunque Por H o por B decide no despeñarse por ese barranco porque quiere tener un pie en cierto realismo costumbrista, usa sin ningún complejo muchos recursos de este género cómico tan reciamente ibérico, y bien está que así sea.
Aunque en más de una ocasión y más de dos la serie utiliza a Hache y Belén como excusa para retratar el ambiente de Malasaña o de la presunta Parla, de últimas la historia a la que asistimos es al del cambio de las dos amigas, a su relación plagada de pequeños egocentrismos pero también de esas solidaridad y comunicación que solo nacen de las amistades surgidas cuando los componentes de la misma aún era inocentes.
Son las jefas de este circo y su punto de vista suele ser el dominante excepto, curiosamente, cuando se quedan solas y la narración nos la objetiva y nos convierte en voyeurs para hacer más cómicos sus equívocos o sus lagunas sobre el contexto en el que se mueven.
Ni Hache ni Belén son Torrente, todo lo contrario. Son, en el fondo y en la forma, buenas personas, inteligentes cada una a su manera, que se adaptan para sobrevivir en el entorno que les ha tocado y no dejan de intentar realizar sus metas, con desigual resultado. Belén nos deja una ristra de gags de actriz principiante que dejan a Joey de Friends por un triunfador mientras que la complicada vida sentimental de Hache no tiene vergüenza en entregarse al más despendolado humor absurdo. Brays Efe, que ya trabajaba con la directora antes de ser mainstream, ejerce de demiurgo de Lo Moderno en un papel que si no se supiese que estaba escrito para él desde 2015 parecería una parodia de su status en el audiovisual patrio actual.
Recordemos que Burló Moreno, por otra parte, es la directora y guionista de una comedia sobre la amistad femenina y la precariedad vital en las grandes ciudades, Cómo sobrevivir a una despedida (2015), y de un drama costumbrista sobre superar la incomunicación y deshumanización ese mismo contexto, Rumbos (2016). Ambos filmes demuestran que sabe perfectamente lo que está haciendo en Por H o por B y que tiene un discurso personal sobre estos temas, que trata siempre de forma natural y en formatos cómodos para su público.
Igual eso es lo que le falta a Por H o por B, además de admitir que está hablando de cuestiones económicas y que ser choni o modernito no es una tribu urbana. Intentar incomodar un poco para no cruzar esa línea en la que pasas de tratar a tus personajes y al público con cariño a hacerlo con condescendencia. Sin faltarles a la madre nivel Torrente. Pero que corran un poco detrás de la pelota los muy cabrones, como diría Camacho.
