Javier Cámara se despide de su icónico personaje con una trama de corrupción que se vuelve más graciosa conforme más recuerda a la realidad
Venga Juan viene a cerrar la trilogía de Vota Juan y Vamos Juan, el retrato sin piedad pero con su puntito tierno del político profesional Juan Carrasco: ministro de Agricultura, aspirante a presidente del Gobierno, alcalde de Logroño, directivo de una energética y, finalmente, como casi todos, imputado por corrupción. En esta última entrega en HBO Max, el protagonista se enfrentará a graves cargos con consecuencias penales y tratará de evitarlos de las formas más torpes y sórdidas posibles.
Diego San José y su equipo han querido poner punto final a las desventuras de Juan Carrasco completando el arco de tópicos sobre la política de estos 10 años de la crisis y en esta entrega analizan tanto las puertas giratorias -aunque poco, casi de forma anecdóctica- y la corrupción. El resultado es quizás el más cruel, y al mismo tiempo el más gracioso y valioso como reflejo del fenómeno real que refleja, de las tres temporadas emitidas.
Javier Cámara se lo pasa en grande con un personaje al que conoce como si hubiese parido, aunque contenido en que el humor sea más a base de lo verosímil de sus reacciones que de las posibles payasadas. El resultado, en general, es muy bueno y por momentos brillante, y probablemente disfrutable por alguien que no haya visto ni un minuto de las entregas anteriores.
Crítica de Venga Juan sin destripar la trama

En gran parte, esto lo han dicho sus creadores, la trilogía de Juan Carrasco que viene a cerrar Venga Juan es una versión realista de Baron Noir, Crematorio y demás series sobre política destinadas a cambiar el destino de la Democracia. La serie cuenta, a lo largo de sus tres temporadas, más o menos lo mismo que aquellas, pero en cutre. Es decir, más o menos como suele suceder de verdad, como reflejan los autos judiciales o los titulares de los periódicos. Ni épico, ni sórdido. Cutre, vergonzoso. Es decir, gracioso, pero sin querer y de forma trágica.
De hecho es probable que Juan Carrasco no sea más miserable ni de más pena que en esta tercera temporada. Si algo es el personaje es humano, a veces un poquito demasiado, y durante la tercera temporada pondrá al espectador en la tesitura de decidir si lo considera un hijo de puta, un miserable o solo un pobre tipo mediocre, asustado y solo (o todas a la vez, que son compatibles). Un efecto curioso que es un comentario social en sí: es posible que hayamos adoptado a Juan hasta el punto de perdonarle ya cualquier barbaridad, como ha pasado con algunos políticos reales.
Es posible que Venga Juan sea la más graciosa de la tres entregas precisamente por ser la más amarga. Nada de lo que le pasa en esta ocasión a Juan Carrasco sería gracioso por sí mismo si lo leyésemos en una crónica periodística, al contrario que las dos anteriores, cuando las puñaladas traperas en el seno del Gobierno les parecían un documental a los amigos metidos en política de Javier Cámara. Las carcajadas surgen por la naturalidad de la cutrez.
Además del humor, digamos, circunstancial pero cuyos diálogos suenan tan reales que duelen, la serie se divierte parodiando lo que San José confesaba como su género literario favorito: las llamadas entre cargos y empresarios corruptos. Nuestro sentido común dice que no se puede querer tanto a una persona ni es posible vivir ignorando de dónde vienen tantos lujos o sus posibles consecuencias, pero Venga Juan se dedica a recordarnos que sí, que esta gente existe y además ponemos en sus manos enormes responsabilidades de las que dependen nuestras vidas.
Por ir cerrando el chiringuito, una comedia brillante que aparentemente habla de partidos pero en realidad describe una forma de vida, es decir, una manera de hacer política. Quizás confiando demasiado en nuestra empatía por un tipo de últimas desagradable, se trata de un final adecuado para una de las parodias más realistas de nuestra ficción reciente.
Imágenes: Fotogramas de Venga Juan – HBO Max
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