Un gran análisis de la precariedad en las profesiones creativas cuya forma de contar es un ejercicio muy consciente y logrado de creación de atmósfera
Déjate ver: Qué rara es la vida

Déjate ver es la historia de Ana, una joven aspirante a artista que ha pasado los últimos años trabajando como ayudante de Bassil, un famoso autor de arte conceptual cuya identidad permanece anónima. Pero ahora Ana está desapareciendo, literalmente. Partes de su cuerpo se están volviendo invisibles y es un fenómeno que los médicos le han advertido que se extenderá al conjunto a menos que tome medidas. Entre otras cosas, implica cambiar su vida y afrontar las contradicciones de su carrera que no había admitido hasta entonces.
El utrerano Álvaro Carmona, creador de la nominada al Emmy Gente hablando (2018-2020) y seleccionado en la short-list de los Óscar del año pasado por su corto El tratamiento (2022), es el creador de esta serie en la que depura al máximo su humor entre el realismo mágico y el costumbrismo posmoderno combinado con una crítica de las hipocresías varias de la sociedad actual y sus absurdos digitales. Atresplayer, por su parte, continua su política de productos que rozan el indie y buscando nuevos públicos para el streaming. Una variedad a celebrar entre los culebrones para el abierto y los productos de prestigio para ganar premios y vender fuera.
Déjate ver es algo parecido a un The Architect del mundo del Arte, aunque con más sentido del humor, o un Black Mirror más paródico y resignado que cínico y terrorífico. Es también otra serie sobre la precariedad de la generación millennial y sus ansiedades, como la sensación permanente de provisionalidad y fracaso o la constante necesidad de ser visible —la metáfora sobre la vida de la protagonista no es sutil— en la era de los influencers. Casi se diría que es una versión de Putos Modernos en la que han querido contar algo, no quedarse en la (presunta) autoparodia onanista.
The Artist

Solo hemos visto dos episodios, así que no podemos valorar el final, aunque tiene pinta que será la enésima solución individual a problemas colectivos, porque así es como los está expresando. El mundo de Déjate ver es frío y hostil desde la amabilidad, todo en él está centrado en la captura atención a través de mensajes vacíos o se encuentra lleno de personas falsas y desagradables que lo disimulan bajo una capa de protocolo. Las relaciones alrededor de Ana son transaccionales hasta el extremo, incluso a su pesar. Etcétera. Pero la experiencia de todo ello es netamente individual y la solución pasa por la mejora propia de la protagonista.
Parece otra serie más que propone arreglar con autoayuda lo que necesita un sindicato o salir a la calle a quemar contenedores, pero al menos es una muy bien hecha. El problema de Ana, de hecho, no es el exceso de egocentrismo, como suele ser habitual, sino su otro extremo, la falta de autoestima. Es una variante menos mainstream, o, con perdón, más sofisticada de lo mismo que propone ¡Martita!, estrenada por la misma plataforma hace menos de un mes. Es posible, incluso, que vaya dirigida al mismo público, aunque esta esté mucho mejor contada y sea más ambiciosa en sus objetivos finales (y la desigualdad es un factor en la serie, aunque parezca caída del cielo).
Déjate ver, en fin, quiere abundar en el extrañamiento, eso que dicen que es la función principal del Arte en todas sus manifestaciones: mostrarnos la realidad, incluso la más cotidiana, deformada de manera que se haga evidente todo lo de grotesca o violenta que realmente es. El punto de vista de Ana, además, es el mismo contradictorio en el que nos encontramos todos, digamos. Como le dice otro personaje, es tan inteligente como para saber que no es especial, y nota perfectamente lo absurdo y violento del mundo en el que vive, pero intenta negociar con sus reglas para alcanzar sus objetivos de manera realista y práctica.
El entusiasmo en Déjate ver

Hay chistes con el encuadre, con el movimiento de cámara y con el montaje. Y eso es poco habitual en las series actuales (españolas o no, vaya), las cuales, con toda su revolución industrial y conceptual, las siguen rodando casi como teatro grabado (muy gracioso, pero basando todo en el diálogo). Es de celebrar todo este despliegue de recursos solo por su existencia, la verdad. Déjate ver es, en este aspecto también, un tipo de serie tan poco habitual que viene a confirmar que Atresplayer ha encontrado una manera de seguir los caminos abiertos por #Luimelia y en parte hereda el papel experimental y joven de PlayZ.
Eso ayuda a que la misma forma sea parte del mensaje. La aparente frialdad de las composiciones y las secuencias, donde solo la cara de Ana es realmente un elemento expresivo (o hasta humano, aunque se encuentre rodeada de gente) que nos resulta creíble, al final expresan más subjetividad y sumergen más en una experiencia que todos los planos “subjetivos” del mundo. A nivel de creación de una atmósfera concreta al servicio de una idea, es uno de los títulos más logrados en lo que llevamos del actual 2023.
Saliendo de la exposición, Déjate ver es una novedad bienvenida en el actual panorama de series español, donde la mayoría de las comedias son clónicas. También por ser un contenido experimental, al menos para el tipo de riesgo que suelen tomar las plataformas habitualmente, y por el análisis que propone de la realidad de la precariedad en las profesiones creativas. Esas en las que la desigualdad sigue siendo el factor clave, aunque no nos apetezca admitirlo siempre.