Todos somos contingentes, ellos son necesarios. En tiempo de elecciones municipales, los alcaldes más icónicos que ha dado nuestra cinematografía
Es el cine el que elige al alcalde: 10 películas españolas sobre munícipes por antonomasia

Como alcaldes nuestros que son, nos deben una explicación. Y nos la van a dar. Porque todos somos contingentes, pero ellos son necesarios. El próximo 28 de mayo España vuelve a las urnas para elegir a sus alcaldes, figura atávica de nuestro imaginario, tan pegado en su subconsciente al pueblo como unidad identitaria básica. Un alcalde puede ser dictatorial o puede ser entrañable, un inútil total o un padre por delegación de todos sus vecinos.
Los alcaldes son figuras tan habituales de la geografía imaginaria patria que una serie sobre un pueblo sin ellos es inconcebible. Piensen en las recientes 4 Estrellas, de RTVE, o El Pueblo, de Telecinco y Prime Video, o en la Señor Alcalde protagonizada por Carlos Larrañaga en Telecinco allá por 1998. Pero es que hasta la hipervitaminada y terrorífica 30 monedas de Álex de la Iglesia se preocupa de tener un alcalde, aunque sea uno inusualmente cachas como Miguel Ángel Silvestre.
Por eso, en esta campaña electoral interminable en que nos ha tocado vivir, es bueno seleccionar a 10 munícipes por antonomasia del cine español:
ASÍ EN EL CIELO COMO EN LA TIERRA (1995)

¿Se puede superar a los alcaldes de Bienvenido Mr. Marshall (1953) y Amanece que no es poco (1989) en carisma, iconicidad y savoir faire? Solo Dios podría. Y aún más que Dios, Fernando Fernán Gómez interpretando a Dios. En Así en el cielo como en la Tierra, segunda entrega de la trilogía surruralista de José Luis Cuerda, el cielo es un pueblito español modesto y a veces mal avenido. Paco Rabal como San Pedro ejerce vestido de Guardia Civil, Jesús Bonilla es un Jesucristo con una mala racha y el alcalde es el Altísimo, con el rostro y, por supuesto, la voz de Fernán Gómez.
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EL HOMBRE QUE EMBOTELLÓ EL SOL (2016)

Óscar Bernàcer se lo pasa en grande en este documental con trazas de comedia sobre Pedro Zaragoza, el mítico alcalde falangista de Benidorm que entre los 50 y los 60 se propuso y consiguió convertir al municipio alicantino en una capital del turismo de sol y playa. Se trata de una expansión del propio Bernàcer de su exitoso corto Bikini, en el cual ficcionaba el famoso viaje de Zaragoza en Vespa desde su pueblo hasta el mismísimo Palacio del Pardo para convencer a Franco de que autorizase el uso de dicha prenda de baño en las playas españolas, de manera que ayudase a potenciar el turismo europeo en las mismas.
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EL DISPUTADO VOTO DEL SR. CAYO (1986)

Antonio Giménez-Rico adaptó la novela de Miguel Delibes con Paco Rabal en el papel del protagonista, alcalde de un municipio castellano casi despoblado en plena Transición cuyo voto puede ser crucial para la elección de la primera Diputación provincial democrática tras la muerte de Franco. Juan Luis Galiardo es el veterano candidato de izquierdas, que se ha comido más trena que el Lute, y acude en plena campaña a intentar convencerlo de unos ideales de los que él mismo empieza a estar algo desencantado. Iñaki Miramón como un joven militante luego alto cargo sirve de enlace a los dos tiempos en los que se narra la historia, entre 1977 y una década más tarde, cuando don Cayo se ha quedado solo en su pueblo y es un anciano viudo.
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ALCALDE POR ELECCIÓN (1976)

En una lista de este tipo nunca puede faltar una película de Mariano Ozores. Alfredo Landa se recrea en un personaje despendolado pero adoptable, muy propio del incipiente destape: un candidato conservador a la alcaldía en una ciudad mediana del centro de España en la primeras elecciones democráticas es “pillado” engañando a su mujer. El interfecto lleva una doble vida, y mientras predica la ley, el orden y la decencia en su lugar de origen, baja los fines de semana a Madrid ocultándose bajo la personalidad de un fotógrafo de supermodelos. Una premisa tan loca tiene una resolución hasta revolucionaria para el momento: su mujer (Mirta Miller) se despendola convirtiéndose en una de sus modelos.
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EL ALCALDE Y LA POLÍTICA (1980)

De nuevo don Alfredo, en este caso dirigido por Luis María Delgado. Como si sumasen las dos anteriores dándoles un giro sórdido, aunque supuestamente seguía siendo comedia. Una situación que a algún partido nuevo de los de ahora les sonará de algo: en la pequeña y limítrofe entre provincias localidad de Somerruelos, el candidato de una formación política sin nombre, individuo clave en el devenir de los resultados, es cualquier cosa menos presentable. Machista, maleducado, chulesco, transige con el juego y la prostitución y llamarlo chapado a la antigua se queda corto. Comedia más amable de lo que dice su premisa que pasó sin pena ni gloria por la taquilla de la época.
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MARAGAL I LA LLUNA (2020)

Documental biográfico de Josep Maria Mañé y Francesca Català Margarit sobre Pasquall Maragall, el que fuese alcalde de Barcelona durante los Juegos Olímpicos de 1992 y posteriormente president de la Generalitat de Cataluña entre 2003 y 2006. La película parte de la base de una anécdota que ilustra el carácter del político: la ronda que hizo a principios de los 90 por diferentes barrios de la ciudad quedándose a dormir en diferentes casas de vecinos comunes y corrientes durante una semana en cada turno. Una de ellas, Lluna, que en 1993 tenía apenas ocho años, recuerda como adulta la semana en la que el alcalde durmió en su camita.
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¡QUE VIENEN LOS SOCIALISTAS! (1982)

Doble ración de Ozores, porque repasar su filmografía es repasar la Historia de España, más o menos. Una comedia con bastante más mala leche de la que se le atribuye, y no solo en una dirección, cómo se suele creer sin verla. José Sacristán se autoparodia como candidato progre que no tiene ni mucha idea de por dónde van los tiros ni donde caerse muerto y los señoritos de un pueblo de Castilla se acojonan ante su previsible sustitución por esos jovenzuelos del PSOE que vienen pegando fuerte. Antonio Garisa deja una gran frase: “Lo lógico es dos grandes opciones. La izquierda y la derecha. Y alternarnos en el poder. Es decir, unas veces mandamos nosotros y otras veces obedecen ellos”.
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ATILANO, PRESIDENTE (1998)
No son municipales, de acuerdo, pero es una campaña electoral. Cuesta creer, en el ciclo post15M y su descreimiento de la política institucional, que no se haya reivindicado más esta gamberrada de La Cuadrilla, estrenada en plano Aznarato y claramente inspirada en la resaca de la corrupción galopante de los gobiernos de Felipe González. Un tono más desencantado y punk que el de El disputado voto del señor Cayo para presentarnos a un funcionario de servicios funerarios que se dedica a las pequeñas estafas y acaba, no sabe él mismo muy bien ni cómo, presentándose a presidente del Gobierno y venciendo a dos parodias evidentes de Manuel Fraga y el mencionado González. Los malos son, básicamente, señores franquistas con muchísimo dinero que controlan a todos los partidos desde la sombra. Ahí queda eso.
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HORACIO, EL ÚLTIMO ALCALDE (2022)

No todo van a ser risas. María Rodríguez y Mariano Agudo dirigen este documental visto en el Festival de Sevilla y pendiente de pasar por salas en el momento de terminar este artículo sobre Horacio Hermoso Araujo, el último alcalde republicano de Sevilla, fusilado por orden de Queipo de Llano. Hermoso fue una figura contradictoria pero profundamente democrática, un laico y ateo convencido que protegió las procesiones de Semana Santa y señalado liberal de corte clásico que se presentaba por una lista de izquierdas. El documental recupera su trayectoria y utiliza su asesinato como vía para narrar la represión en la capital andaluza en los primeros meses de la Guerra Civil.
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LA LEYENDA DEL ALCALDE DE ZALAMEA (1973)

Mario Camus adaptó libremente el clásico de Calderón de la Barca con Paco Rabal en el papel protagonista, con el añadido de que a su hija en la ficción la interpreta su hija en la vida real, Teresa Rabal. La peculiaridad en este caso, frente a otras adaptaciones anteriores (de 1914, 1954 y 1968), es que Camus “refunde” el texto con la otra versión de la leyenda de Zalamea, atribuida a Lope de Vega aunque ahora se reconoce la autoría al dramaturgo Andrés de Claramonte, en un intento de parir un texto definitivo e icónico de una historia mucho más presente en el imaginario popular en aquella época. El cambio de referentes es patente en que fue el último salto de la obra al audiovisual hasta el momento.
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