Bambú entrega otra ficción histórica más que correcta y que compensa algunas carencias con el carisma y la simpatía de sus personajes
Un asunto privado: Efectividad y oficio

Un asunto privado nos presenta a la joven Marina Quiroga y su fiel mayordomo Héctor, detectives aficionados que se enfrentan a un misterioso asesino en serie que siembra el terror en la Galicia de los años 40. Marina, que admiraba a su padre, un reputado comisario, no ha podido convertirse en policía por ser mujer, pero con la ayuda de Héctor y de dos pretendientes a cada cuál más diferente cercará a un criminal que puede estar más cerca de lo que piensa.
Bambú hace series de ambientación histórica al primer toque, fácil. A poco que apriete, le sale algo entretenido y simpático, que a lo mejor no es la historia más original del mundo, pero está ejecutado con profesionalidad y detalle y siempre se deja ver. El misterio no es la repanocha, los personajes parten de tropos muy sobados, pero todo tiene un girito que le da personalidad propia, aunque solo sean los nombres, delante y detrás de la cámara, elegidos para la ejecución.
Un asunto privado se pone a la altura de otros suspenses de época de nuestros vecinos europeos como Endeavour -sí, en serio- o La Garçonne -con la que dialoga abiertamente-. Evita hábilmente culebronizarse, aunque algún toque haya, separándose lo suficiente de otras series de su misma factoría. Y aunque se echa de menos una ambientación un poco menos genérica, algo de recio iberismo que echarse a la boca, se agradece que salvo en los momentos necesarios de dramatismo juegue más a la comedia que al tono pesado y grandilocuente habitual en el suspense.
Un asunto privado y el discreto encanto de los serial killers

Como en todos las historias criminales en las que realmente el crimen es una excusa para mostrar el mundo de los personajes y a estos en acción, el misterio central es un poco tramposo pero no completamente imposible de discernir. Tipo Broadchurch, uno acaba llegando a la única conclusión posible cuando se van acabando los sospechosos, lo cual en el fondo habla bien de cómo se van presentando cada uno de ellos. Varias veces parece que nos van a dejar en fuera de juego, para finalmente arreglarlo. Hay una referencia evidente a un clásico reciente del policial, pero no diremos a cuál, porque sería destripar. Digamos que en un momento dado descubriremos que estamos viendo una serie que ya conocíamos, solo que cambiando a los protagonistas (y dándole una resolución más lógica).
Un asunto privado aspira a ser un entretenimiento popular y todas sus decisiones llevan ese camino. El precio es que la forma de presentarse a sí misma a veces la hace previsible de más y que, aunque los resuelva alejándose de lo más esperable, sabiendo que a veces los espectadores vamos escribiendo la serie en nuestra cabeza, no acaba de fabricar algo realmente original. No obstante el carisma de los actores y la simpatía que despiertan los dos personajes protagonistas bastan para levantarla cuando el enredo se pasa de rosca, y en general lo que no funciona como suspense se sostiene como comedia de manera completamente buscada.
Así, como estábamos diciendo, el acabado profesional de Un asunto privado es notable y la recreación histórica tan detallista como es de esperar de un equipo que ya firmó Gran Hotel o Las chicas del cable. Parte de la gracia de muchas escenas es recrearse en la fidelidad de los coches o en el gusto por la moda de los personajes de Aura Garrido y Álex García, cada uno con una fortuna conveniente que justifique semejante despliegue. La serie, en general, es bonita de ver, compensando que se tome siempre la solución narrativa más conservadora a nivel estético.
Un asunto privado y unos años 40 muy bonitos

Tan bonitos, tan bonitos, que Franco ni se menciona. No es que uno les vaya a exigir a los creadores de Jaguar que cada cosa que hagan sea una minuciosa recreación de la resistencia antifranquista, pero yo qué sé. Que la mitad de los personajes principales son policías. Una mención siquiera. No es que moleste en el argumento, pero esa ausencia de referencias históricas cuando la ambientación responde a unas fechas tan concretas hace que, de no ser por los escenarios gallegos, Un asunto privado se podría haber ambientado en Gran Bretaña, Francia o cualquier otro país. Aunque igual era la idea, claro.
Puestos a buscarle pegas, que no impiden su disfrute, al final tenemos a la enésima protagonista empoderada e independiente que se debate entre un entrañable buenazo y un malote macizorro, aunque aquí tenga el giro original de que el «hombre de su vida» realmente es Héctor, figura paterna sustituta y mejor amigo a tiempo parcial cuya homosexualidad se deja en elipsis pero resulta evidente (lo cual hace aún más sangrante la ausencia de referencias al franquismo). Jean Reno y Ángela Molina, lo más divertido de un elenco muy bien repartido.
Un asunto privado, finalmente, es la serie perfecta para el aficionado tanto a este tipo de policial como a las recreaciones históricas tendentes a la idealización y la ropa bonita encima de actores y actrices guapísimos. Un divertimento muy bien hecho que esperemos que tenga continuidad, ya que se echa de menos una historia en este estilo en nuestro país… y sería bueno que tenga la oportunidad de agregarle algún detalle que lo haga reconocible más allá de los paisajes gallegos que sirven de fondo.
Imágenes: Un asunto privado – Prime Video
