Carla Subirana presenta un ‘coming-of-age’ que se zambulle en un duelo desde el atractivo mito y peligro de la Costa da Morte, pero que hace algunas aguas
Sica (Thais García) o Nausica es una joven de 14 años que vive en un pueblo marinero en la Costa da Morte. La joven acaba de vivir la desaparición de su padre, pescador que ha naufragado en su barco, pero el mar no le ha devuelto aún su cuerpo. Obsesionada con encontrarle, Sica y su madre (Nuria Prims) empiezan a percibir una energía negativa entre los habitantes de de la zona. Incomprendida, la adolescente conoce a un chico (Marco Antonio Florido) que parece dispuesto a ayudarla en la misión de localizar a su padre.
Presentada en la Sección Oficial del Festival de Málaga después de pasar por la Berlinale, la primera película de ficción de Carla Subirana es un coming-of-age desde la pérdida paterna. Otra vez,un naturalismo buscado fuera de las grandes ciudades. Una búsqueda desesperada que Subirana inunda con la amenazante geografía y leyenda de la Costa da Morte, zona con una corriente peligrosísima que se ha tragado a cientos de personas en la realidad.
Todo en Sica está supeditado a este ambiente, que envuelve a sus personajes. Una decisión en la que está la fuerza y también la debilidad de la película, más cómoda recogiendo la energía de este espacio en los mantras de tradiciones cinematográficas «industrializables» que en ubicar y definir la historia que quiere contar. Aunque es una película meritoria y con cosas a destacar, se queda claramente en un peldaño por debajo de maduras óperas primas españolas de 2023 (para Subirana es la primera de ficción) como 20.000 especies de abejas o Matria.
La costa de la muerte

Si en Matria encontrábamos líneas divergentes con la trayectoria de una década del Novo Cinema Galego, en Sica sí que tenemos una continuidad clara con temas e imágenes de algunos de los cineastas a los que se la ha puesto esa etiqueta. Pese a que Subirana deja clara su condición de catalana en Galicia, hay una conexión evidente, por ejemplo, con los dos primeros largometrajes de Lois Patiño, Costa da Morte (2013) y Lúa Vermella (2020), que cartografiaban la zona y hablaban ya de la leyenda fantasmal y las almas atrapadas de los marinero naufragados.
La incorporación de la película de Subirana a esta tradición la quiere sintetizar la fotografía en 16mm, contrastada y granulada, de uno de los mejores directores de fotografía que tenemos en activo: Mauro Herce. El ganador del Goya por O que arde (Oliver Laxe, 2019) vuelve a demostrar su habilidad para captar la fuerza del mar y estos lugares para el fin del mundo que ya vimos también en su película como director Dead Slow Ahead (2016).
En Sica, Herce y Subirana buscan transportarnos a una sensación de cuento inhóspito, a veces casi de terror. El mar es una esperanza de encontrar a su padre y a la vez es lo que retiene a Sica en su proceso de aceptar qué es lo que ha sucedido. Si algo hace bien la película de Subirana, que hace aquí tesoro de su experiencia en el documentalismo, es vincular este lugar con lo que le sucede a la joven, que no es capaz de soltar amarras con lo que está pasando.
Lo que hay que soltar en Sica

Eso está atado y bien atado en el concepto de lo que es Sica. Sin embargo, donde la película pierde el foco es en sus elipsis o en las situaciones que sí plantea. Tiene el envoltorio (la fotografía, el ambiente), pero falta el fondo. El tratamiento de las relaciones entre los personajes o el crecimiento en la adolescencia de la joven no terminan de encontrar o la sutileza o el empuje que necesitan a lo largo del arco dramático de su protagonista, que es lo que Subirana quiere contar. Es decir, la película baja cuando toca narrar, al poner en diálogos o en imágenes lo que está pasando.
Sica es una primera experiencia de ficción para Subirana, y se nota. Tiene méritos suficientes para ser vista con interés, sobre todo por su manera de captar y explicar la atracción que produce la Costa da Morte, un antiguo fin del mundo en el que aún resuenan mitos y, sobre todo, cuerpos a la deriva. El resto, no encuentra ni la sutileza ni el tono para elevarse dentro de la calculada tradición de «coming-of-age rural» en la que se inserta, mirando demasiado a lo que pide la industria. El mar devuelve muy poco, por eso también puede ser un buen espacio para soltar lastre.
Imágenes: Sica – Mario Llorca/Alba Sotorra Cinema Productions, Miramemira (Montaje de portada: Cine con Ñ)
