Joana y Mireia Vilapuig, conocidas por sus papeles den ‘Pulseras rojas’, presentan en el Festival de Málaga su serie para Filmin, un producto que mezcla autoficción y desmitificación del trabajo de actriz
‘selftape’ es la cara B de todos esos casting a los que nadie quería presentarse

Una selftape es, básicamente, una autograbación por parte de un actor, que hace un casting para un personaje concreto a distancia. Sirve a la producción para hacer el primer filtro sin necesidad de un casting presencial. Las hermanas y actrices Joana y Mireia Vilapuig se encontraron un día grabándose cintas para el mismo personaje. selftape, la serie escrita y protagonizada por ambas y dirigida por Bàrbara Farré, que se estrenará en Filmin el próximo 4 de abril, se ha presentado en la sección Pantalla TV del Festival de Málaga, parte de la incomodidad de esa situación y de las dificultades en la carrera de dos actrices muy jóvenes pero que no están exactamente empezando.
«Nos dimos cuenta de que cuando nos poníamos delante de la cámara y nos autodirigíamos salían muchas cosas que nunca habíamos hablado. Y empezamos a pensar que igual había una historia detrás de dos hermanas que han vivido un momento de fama y 10 años después se encuentran en esta situación», explica Joana. «Es de las partes que es más real de la serie. Nos hemos encontrado en muchas situaciones en las que tenemos que competir por el mismo papel», añade Mireia.
Las Vilapuig tuvieron su pico de popularidad como ídolos adolescentes, sobre todo en su Cataluña natal, hace una década como protagonistas de Polseres vermelles (2011-2013), recuerden, la serie que emocionó a Spielberg. Parte del archivo de aquella época se cuela en el montaje de selftape, mezclado con la parte ficcionada, con vídeos domésticos en los que aún como niñas pequeñas aseguran que quieren ser actrices y con sefltapes reales que se acaban superponiendo a la que ficcionan dentro de la serie.
Jóvenes prometedoras que podrían destruirse

La narración naturalista de Farré y la fotografía de Lucas Casanovas —ambos procedentes del videoclip pero con mucha experiencia en cortometraje, ella también ha dirigido episodios de Todas las veces que nos enamoramos— están más cerca del cine independiente o de un nordic noir que de lo habitual en las series españolas actuales, contribuyendo a la sensación de haber tropezado del otro lado de la cuarta pared y de estar colándose, de manera muy incómoda, en un vídeo doméstico familiar.
Si otras series recientes, como la prima-hermana influencer de esta —por plataforma, por tipo de autoría, por geografía—, Autodefensa, optan por subrayar a través de los fuegos artificiales, selftape prefiere la inquietud de no marcar donde está exactamente el límite. Donde Berta Prieto y Belén Barenys son cínicas y viscerales, las Vilapuig se muestran contenidas y vulnerables. Sus referentes, además, son foráneos: Podría destruirte (2020), de Michaela Coel; Una joven prometedora (2020), de Emmerald Fennell, o los trabajos de Phoebe Waller-Bridge (Fleabag, Crashing).
«selftape es una serie a propósito, podíamos haber hecho un libro, un corto, pero la idea era hacerlo desde dentro», explican, refiriéndose a la presión que sufrieron en su época de mayor fama y que reflejan con el archivo. «En un momento determinado de nuestra vida nos hemos sentido que han violado tanto nuestra intimidad que, ¿por qué no hacerlo nosotras a saco? No hemos querido señalar a nadie concreto , pero sí contar como lo vivimos nosotras, de forma ficcionada. Hacer selftape nos permite sentirnos con el control, sentir que podemos hablar de lo que queremos«
Esta selftape de la Vilapuig no deja, además, de tener su coña meta: en el fondo la serie, como revancha y forma de control, sirve de muestra del trabajo de ambas, tanto como creadoras que van más allá de su rol de actrices como de los diferentes registros interpretativos que les han estado vedado por sus comienzos como famosas juveniles. Las autoras a las que mencionan «más que un referente estético, nos han dado una forma de mirar. Que existan esas películas o series nos demuestra que puedes ser mujer y autora de algo así».
Coordinación e intimidad

Quiere la casualidad, o el zeitgeist, que este Festival de Málaga en que la serie ha visto por primera vez, selftape coincida con dos películas que intentan dar voz al punto de vista de las actrices de otras épocas: Mujeres sin censura, de Eva Vizcarra, y La última noche de Sandra M., de Borja de la Vega. Ambas dedicadas al cine de la Transición y a la incomodad manifiesta de algunas de las actrices del Destape con su condición de objetos, que en el caso de Sandra Mozarowsky era tan explícito como para que lo declarase en una entrevista a la revista Semana poco antes de morir.
En selftape se repite una escena en la que ambas hermanas pasan por vestuario para el mismo personaje y las encargadas hablan de sus medidas como si no estuviesen allí. En otra serie, ese instante sería cómico o, de alguna forma, glamouroso. Para las Vilapuig: «hay momentos en que, como intérprete, te tratan como un títere, hablan de ti como si fueses un maniquí. Queríamos contarlo de forma que se reflejase así, quitándole romanticismo».
Igual de irónico viene a ser que las hermanas, que han protagonizado tramas al respecto desde muy jóvenes, hayan trabajado por primera vez con la figura de coordinación de intimidad en un rodaje… de una serie en la que denuncian la incomodidad de las escenas de sexo. «Es verdad que todo ha cambiado mucho en poco tiempo y nosotras lo hemos notado desde dentro. No conocíamos la figura de la coordinadora de intimidad y en la serie pedimos trabajar con ella. Debería ser algo lógico: si un en una escena de lucha tiene que haber un entrenador o especialista que te enseña donde tienes que pegar para que sea seguro, lo mismo con las escenas de sexo».
selftape, de paso, es una respuesta que se da la industria a sí misma. Las vivencias de las hermanas no se pueden entender sin su participación en Pulseras rojas, una de esas primeras series de la «revolución» en España, que trascendió nuestra industria. Apenas diez años después, dos de sus actrices revisan aquello desde su propia experiencia abriendo el abanico de lo representable, algo que siempre enriquece a cualquier espacio creativo, pero de nuevo con referentes foráneos. ¿Llegaremos de la serie que emocionó a Spielberg a la que le arrancó una carcajada Waller-Bridge?
Foto de portada: Joana y Mireia Vilapuig, creadoras selftape, en el Festival de Málaga – Álex Zea
