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“Los canarios malviven del turismo de masas”

El cineasta canario Omar Al Abdul Razzak estrena la premiada ‘Matar cangrejos’, una historia familiar en la Tenerife de los años 90 que esperaba a Michael Jackson

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La Tenerife de los años 90 ha pasado a la ficción en Matar cangrejos, película de Omar Al Abdul Razzak (Madrid, 1982) sobre una familia revolucionada ante la posibilidad de que sean ellos los que reciban a Michael Jackson en su visita a la isla. Una película que imbrica el coming of age naturalista con una mirada poco amable al lazo que se le ponía a la turistificación de masas en la España del gran evento (EXPO, Juegos Olímpicos) y la asimilación europea. Ahora la película se estrena en cines con el aval de haber ganado la sección ZonaZine del Festival de Málaga o el Premio Richard Leacock en el Festival de Las Palmas.

De Omar A. Razzak ya se puede decir eso de “ha tocado todos los palos”. El cineasta canario de origen sirio presentan en 2023 su primer largometraje de ficción, pero arrancó su carrera como director haciendo documentales (Paradiso, La tempestad calmada) y luego ha pasado a la animación, de ficción y documental, junto a Shira Ukrainitz (la nominada al Goya La prima cosa, Los espacios confinados). Ahora habla en Cine con Ñ sobre qué hay detrás de esta historia que se acerca a unos años y a unos ambientes que tienen poco de casualidad.

La película se sitúa cronológicamente en los primeros años 90, una época que hemos visto también en películas españolas recientes como Las niñas (Pilar Palomero, 2020) o El año del descubrimiento (1993), que dan con relatos sociales y políticos alternativos de la España de entonces, incluso como balance de los años socialistas de los gobiernos socialistas de Felipe González. ¿Cómo crees que se inserta Matar cangrejos en este comentario histórico?

En el sentido político, creo que puede entrar de una forma similar al de esas dos películas que mencionas. Canarias, al igual que el resto de sus comunidades, quiso tener su propio estatuto de autonomía y crear su identidad. Eso, por un lado, planteó el reto de crear esa identidad canaria, que se tuvo que hacer muy deprisa. Por otro, en ese momento de los últimos años de Felipe González en el poder, hay una profunda crisis económica en Canarias. Un paro al 26-27% y las tasas de pobreza muy altas.

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Sigrid Ojel, la joven Paula Campos y el director Omar Al Abdul Razzak en el rodaje de ‘Matar cangrejos’. Foto: Filmax

En ese entorno, se seguía vendiendo hacia fuera una España y una Canarias europea. Me gustaba ese extremo tan grande porque Canarias ni siquiera está en Europa geográficamente. Y en ese momento, en Canarias ya no era el tema de Michael Jackson, que fue el gran evento canario equivalente a la EXPO o a los Juegos Olímpicos, es que, como se escucha en la película, Tenerife está en la UEFA. La película está prendada de ese sueño de ser europeo todo el rato: la madre adelanta la hora de la comida, tiñe el pelo a los niños… todo para ser europeos.

Cuando llegó 2008 igual esa ilusión de que vamos a estar en la UEFA terminó por desaparecer y nos dimos cuenta que igual hay dos Europas, y nosotros no somos esa Europa y no lo vamos a ser. Es la frustración de lo que se prometió y no se cumplió. Eso tiene que ver con el PSOE, que va vendiendo promesas que luego no cumple, mientras por otro lado esconde otras cosas. Esto es, claro, algo que no pensaba directamente al hacer la película, pero que ahora al explicarla intento entender o racionalizar.

En la película está más bien en detalles y ambientes…

Sí, el tema de Europa sí que me parecía importante remarcarlo con el equipo de Arte, por ejemplo. Si había banderas de Canarias, que hubiera también al lado unas de Europa. Me parecía muy importante también porque toca otra cosa que está revisando en el cine canario: el del colonialismo. Canarias fue el paso hacia América, pero era una colonia. Está en aguas marroquís. Eso era un tema que en el momento de la película se hablaba, pero que se está hablando también ahora.

El concierto de Michael Jackson del 93 es el símbolo de la definitiva turistificación de masas que se estaba produciendo en Canarias. ¿Qué interesaba de este proceso? Aparecen aviones, el simbólico Loro Parque…

Ahí está el asunto de que en Canarias los dueños de las empresas turísticas no son canarios, son extranjeros. Los canarios malviven del turismo de masas: viven para “limpiarle el culo” a los turistas, digamos. No repercute en la gente de allí. ¿Para qué me voy a ir a trabajar a (Playa de) las Américas a hacer las camas por una miseria? Pero lo peor de lugares como el Loro Parque es que se hizo una identidad canaria alrededor de ellos. Nosotros tenemos el traje folclórico, pero cuando se baja Michael Jackson del avión en Tenerife, se le lleva al Loro Parque. ¿Es la imagen que queremos dar de nosotros mismos? Nadie se lo cuestionaba desde posiciones de poder.

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‘Matar cangrejos’

Y no solo eso, es que en el colegio en Tenerife cuando pintas o dibujas tu isla haces un loro en el papel. Pero no hay loros en Tenerife. El dueño del Loro Parque es un genio de la publicidad: ha conseguido que toda la población se identifique con unos loros que no tienen realmente que ver con ella. Yo le he hecho publicidad gratis a este señor cuando era un niño. Luego, personalmente, el Loro Parque me parece una auténtica aberración. No puedo entender que pongan loros enjaulados, que vienen de otros partes del mundo, para que vengan extranjeros allí a pagar su entrada para verlos.

Esa contradicción con la identidad y la imagen exterior sobre la isla aparece también en los colores de la película. Son tonos que desde la Península asociamos a Canarias, cálidos y llamativos, pero que luego también colisionan con claroscuros en la fotografía de Sara Gallego. Hay contrastes. ¿Cómo queríais trabajar este tema desde la imagen?

Sí, el color de la película está muy pensado. Queríamos empezar con una película muy ruidosa, chillona. Insistimos en que todo fuese estruendoso también porque no queríamos caer en esta idea de que en Canarias es todo aplatanado. No, hay ruido. El ruido es de los aviones, de que pasen 13 millones de turistas al año; un ruido constante en un supuesto paraíso que también tenía que verse reflejado en las imágenes. Y, en un determinado momento, queríamos hacer un quiebro para mostrar que la vida no es todo paraíso, y el color empieza a apagarse.

En general, era importante tener esos contrastes de colores y todo ese caos. Tenía que ver también con una de las perspectivas de la película, la del niño, Rayco (Agustín Díaz), y la forma de ver la vida en la infancia, que es todo un caos. En ese caos, recuerdo que había en una pared en Bocacangrejo, el pueblo donde rodamos, con una pared hecha con pequeños trozos de piedra. Ahí estaba también ese caos.

“La película busca su sitio entre lo que viene y lo que tiene que permanecer”

Hablando de ruido, la música de la película también acompaña esa tendencia estridente. Se incorporan tendencias que vienen de fuera, que también chocan con el foclore que vemos…

Sí, la música que escuchamos en la película, el drum and bass, que nosotros llamamos hardcore, viene de Inglaterra. Nos llegó gracias a los turistas, digo gracias porque es una música que me encanta. De hecho, ahí se puede ver que la película no es una crítica a lo que viene de fuera. Sería absurdo, además, porque yo también vengo de fuera. Pero sí que es una música que choca con lo que hay, y eso hace que las culturas y las identidades cambien. De hecho, el propio drum and bass ya había viajado: venía de Jamaica, el jungle, después pasa a Inglaterra y luego llega aquí.

La película está construida también a base de esos choques, buscando siempre un equilibrio. Es algo que ocurre también en la historia en sí con la abuela, la madre y la hija: la hija tiene que buscar un equilibrio entre la abuela y la madre, entre lo antiguo y lo nuevo, que está en los extremos. La película busca su sitio entre lo que viene y lo que tiene que permanecer. O quizá no.

¿Cómo se planteaba en ese sentido el crecimiento del personaje de la hija (Paula Campos)?

Lo importante era tener una joven que tuviera todo el rato esos dos referentes: la madre y la abuela. Pero ella tiene que tomar decisiones, no es como su hermano pequeño. Mi intención era dejarle a ella algo de esperanza porque algo que yo sí veía es que, en la línea femenina, a diferencia de la masculina, había una comunicación que no existía por el otro lado. Sí que me parecía que esa esperanza venía entre ellas.

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‘Matar cangrejos’

Si lo comparamos con Rayco, el niño, él también tiene dos referentes masculinos: Michael Jackson, que habla inglés y no entiende, y un hombre, Nino (Nino Hernández), prácticamente sordomudo, al que al final no entiende. Hay una relación con él, pero en términos más de una masculinidad tradicional de los años 90. Eso ahora mismo quizá ya no sería tan así, los padres no están ausentes como en aquella época. Para mí la clave era poder dar con esa esperanza en ella y, en cambio, desesperanza en él.

El estreno mundial de Matar cangrejos fue en el Festival de Málaga, donde el año pasado se produjo también un pase especial de un documental sobre Guarapo (Teodoro y Santiago Ríos, 1987), señalada como la primera película de ficción que hablaba de temas canarios y hecha por canarios. Ahora vemos a una nueva generación de cineastas, como David Pantaleón o Armando Ravelo, que, 30 años después, tratáis realidades locales sin complejos ni cortapisas. ¿Qué diagnóstico haces de la situación del cine canario, tanto a nivel autoral como de contexto industrial?

Guarapo, un clásico. Para que exista ahora de verdad cine canario ha sido decisivo el tema institucional, que las instituciones se hayan implicado en ese tipo de propuestas. Nuestra película se ha hecho con ayuda del Gobierno de Canarias, ayudas al desarrollo y de producción, de la Televisión Canaria o incluso del Cabildo de Tenerife. El vacío que hubo durante muchos años tenía que ver sobre todo con que no había financiación.

Fíjate que has nombrado también directores muy distintos. Yo, por ejemplo, puedo tener más afinidad o relación cinematográfica con David Pantaleón, Víctor Moreno o Nayra Sanz, aunque apuestan por un cine más experimental que yo, que con Armando Ravelo, que tiene un acercamiento digamos más histórico sobre las Islas. Lo bueno es que de repente existan propuestas diferentes que dan cuenta de los intereses o los puntos de vista sobre Canarias, que creo que deben venir de los propios locales.

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‘Matar cangrejos’

Además, este cine tiene que lidiar con el otro cine que se hace en Canarias: grandes producciones americanas y también españolas. Está muy bien que existan, pero es verdad que están explotando las localizaciones y los recursos a un nivel brutal. Por ejemplo, estos rodajes hicieron que a mí me costase mucho encontrar equipo canario para mí película. Yo no puedo competir a nivel salarial con Amazon, y al final eso hizo que mucha parte del equipo de Matar cangrejos no pudiera ser canario. Me parece surrealista que el jefe de localizaciones fuera de Madrid. No es que fuera una necesidad obligatoria, pero me dio pena.

Sin ser yo un gran entendido, lo que sí veo es que estos rodajes sí generan trabajo, pero también de bajo nivel, de auxiliares, en vez de incentivar que se formen y tengan oportunidades autores o directores de fotografía canarios. Es otra vez lo mismo de antes: nos ponen a limpiar camas o ser auxiliares y no a ser los directores de los hoteles o de las películas.

Imagen de portada: Omar Al Abdul Razzak, director y guionista de Matar cangrejos, en la presentación de la película en Madrid. Foto: Prisma Ideas
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