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Cuando Buñuel encontró a un maestro de la fotografía en su exilio mexicano

La Filmoteca de Catalunya acoge una exposición y un ciclo de proyecciones que dimensionan la importante colaboración entre el cineasta aragonés y el director de fotografía Gabriel Figueroa

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Después de exiliarse a raíz de la toma del poder fascista en España, el realizador aragonés Luis Buñuel pasó una larga década sin dirigir largometrajes hasta encontrar un nuevo hogar en México. En su tercera producción en ese país, Los olvidados (1950), encontró a un compañero de viaje de lujo: Gabriel Figueroa. Considerado uno de los mejores directores de fotografía del momento, se convirtió en un colaborador esencial del autor de Un perro andaluz (1929). Filmaron siete películas durante más de una década, con puntos tan álgidos como El ángel exterminador (1962) o Simón del desierto (1965).

La Filmoteca de Catalunya acoge hasta el día 27 de agosto una exposición que versa sobre la relación entre ambos cineastas: ‘El somni de la llebre’ (El sueño de la liebre). Sus comisarios son el investigador y escritor Héctor Orozco y el documentalista Javier Espada (El último guion, Tras Nazarín). La idea partió de conversaciones del primero con la Filmoteca de Catalunya. Orozco, que había trabajado profundamente el archivo de Figueroa, consideró oportuno colaborar con Espada por ser «probablemente la persona que mejor conoce el archivo y los documentos de Buñuel, y alguien que ha estudiado en profundidad sus obsesiones».

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Imagen para ‘El somni de la llebre’. Foto: Filmoteca de Catalunya

La exposición se compone de una proyección en cinco pantallas, acompañada de una vitrina con documentación diversa. La proyección presenta diálogos entre diferentes fragmentos de una película, o de diversas películas, asociadas por motivos visuales o temáticos. El uso del formato multipantalla genera juegos de ritmo, mediante el uso del montaje de los filmes o de su música, y juegos visuales de desdoblamiento, de repetición, de variación… 

El resultado es una introducción al cine de Buñuel. Con agonías, miseria y gestos de crueldad. Con eclesiásticos, violencia y ensoñaciones. Orozco explica que las gentes del campo pensaban que las liebres se mantenían siempre en un estado de duermevela para estar siempre alerta. Y considera que mucho del cine de Buñuel sucede en un estado donde la vigilia y el sueño se pueden confundir. De esa relación nace el título del proyecto.

Un nuevo inicio para Buñuel, genio en riesgo

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‘Los olvidados’ (1950)

Desde una perspectiva actual, las colaboraciones entre Buñuel y Figueroa parecen el trabajo común de dos grandes del cine. En el contexto de la época, no era exactamente así. Espada recuerda que el realizador aragonés «había hecho Un perro andaluz, La edad de oro y Las hurdes, tierra sin pan, pero no había podido filmar más. Había tenido que exiliarse para no ser asesinado como su amigo García Lorca y en los Estados Unidos no llegó a trabajar». 

Al lado de este autor que había asombrado con sus obras de juventud, pero que llevaba más de una década inactivo, Figueroa era un gigante de la industria fílmica mexicana. Según Espada, «México es el país que permite que Buñuel se convierta en Buñuel. Le ofrece una primera oportunidad con Gran Casino, un musical ranchero que es un gran fracaso, pero aparece un productor sensible que le invita a hacer algo suyo, y Buñuel se la juega con una película polémica como Los olvidados, donde demuestra que tiene una gran profesionalidad porque rueda la película en 21 días, porque hace él mismo el scouting de la película con su cámara de fotos…».

Los olvidados es una mirada dura a una juventud marcada por la pobreza. Al otro lado de la pantalla, en cambio, el desenlace es feliz. La película recibe un premio en Cannes que reviva la carrera de su director. Con todo, la experiencia tiene sus dificultades. Hay que poner en común la intención autoral de Buñuel y los métodos de trabajo habituales en Figueroa. «Figueroa era el gran fotógrafo de los paisajes mexicanos, mientras que Buñuel le pide una imagen mucho más realista para Los olvidados. Creo que ambos supieron dialogar y acordar muy bien», considera Orozco. 

Buñuel pone a prueba la versatilidad de su colaborador, pero este también manejó fuentes que le facilitan llevar a cabo con éxito la petición del aragonés. Según explica Orozco, «Figueroa era amigo de muchos fotoperiodistas que habían hecho fotoreportajes muy interesante sobre la pobreza en México. Es ese tipo de manera de mirar el que podemos ver en la película». El investigador añade que el resultado ha quedado fijado en la manera cómo se representa la miseria en el cine: «Es imposible ver películas reciente como Los reyes del mundo sin recordarla». 

La colaboración que se convirtió en amistad «entrañable«

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‘El ángel exterminador’ (1962)

Juan Luis Buñuel, hijo del autor de Viridiana (1961), explicó que la relación de su padre con Figueroa fue inicialmente tensa. Espada opina que se han exagerado algunas fricciones «en parte por el sentido del humor negro que se gastaban ambos», y también porque se han sobredimensionado algunas anécdotas como un famoso desencuentro alrededor de un encuadre en Nazarín (1959).  

Gabriel Figueroa Flores, hijo del director de fotografía de El ángel exterminador y a su vez prestigioso fotógrafo, afirma que la primera toma de la primera colaboración de ambos gigantes marcó su relación. «Cuando cortan, Buñuel preguntó a Figueroa qué le parecía la escena. Y resultó que le parecía muy mal desde el punto de vista de los actores, de la dirección y también de la fotografía. Le explicó el porqué a Buñuel: dos actores que vienen cortados debajo de la rodilla, están fuera de distancia y no se les ve la expresión de la cara cuando hablan…», explica Figueroa Flores. 

Esta sinceridad alimentó una relación profesional rigurosa y autoexigente: «Buñuel le dijo después a Figueroa que, cuando viese que estaba fuera de distancia, se lo hiciese saber». El director de fotografía también hizo un énfasis mayor en la iluminación de interiores porque «don Luis no tenía ni idea de eso, como él mismo reconocía. Eso permitió que mi padre consiguiese que la iluminación y el ambiente de El ángel exterminador transmitiesen al público una sensación de opresión, de ominosidad», valora el fotógrafo.  

La relación de máximo respeto profesional duró más de una década. Figueroa Flores recuerda que su padre destacaba que «Buñuel planificaba las películas al segundo. Se decía que para editarlas solo había que quitar las claquetas y ya casi tenías la película montada. Los dos eran impecables en la manera de trabajar». Esta colaboración acabaría convirtiéndose en una amistad que el descendiente de Figueroa define como «entrañable», con invitaciones a comer que se convertían en largas sobremesas: «Buñuel era maravilloso, le veías explicar anécdotas y chistes, iniciar juegos…».

Una anécdota que explica Orozco da fe de la cercanía de la relación entre ambos cineastas. En los ochenta, invitaron a Buñuel a un evento con Ingmar Bergman y con Federico Fellini. Cada uno de ellos tenía que venir acompañado de su director de fotografía preferido. Aunque el director llevaba tiempo trabajando en Francia con otros técnicos, escribió a Figueroa para que le acompañase él como su fotógrafo predilecto.

Proyecciones y actividades complementarias

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‘Simón del desierto’ (1965)

La exposición ‘El somni de la llebre’ llega acompañada de un ciclo de proyecciones. Bajo la denominación ‘Univers Buñuel’ se proyectan las siete películas que filmaron ambos cineastas: Los olvidados, Él (1953), Nazarín, La fièvre monte à El Pao (también conocida como La fiebre sube a El Pao o Los ambiciosos) (1959), The young one (La joven) (1960), El ángel exterminador y Simón del desierto. Además, se recuperan obras que influyeron en sus colaboraciones o que fueron influenciadas por estas. 

En la primera categoría, destaca la recuperación de Las Hurdes, tierra sin pan (1933), la última obra de Buñuel anterior a su exilio y un título esencial para entender el empeño paradocumental que había detrás de Los olvidados. También se proyecta El limpiabotas (1946), de Vittorio de Sica o una versión de la ópera Tosca (Carl Koch, Jean Renoir, 1941) que comenzó dirigiendo Jean Renoir. Orozco también destaca la recuperación de El esqueleto de la señora Morales (Rogelio A. González, 1960), protagonizada por el mismo actor de Él: «Comparar los papeles que interpreta en los dos filmes genera un juego interesante», afirma. 

Por otra parte, la proyección de obras posteriores de Buñuel como La vía láctea (1969) y Tristana (1970) sirve para «mostrar la evolución del director, y la libertad y los medios de los que dispuso en ese país», según Espada. También forma parte del ‘Univers Buñuel’ La noche de la iguana (John Huston, 1964). En palabras de Orozco, «es una película increíble que dialoga con La joven, y además supuso la nominación a un Globo de Oro para Figueroa». También habrá espacio para Buñuel, un cineasta surrealista (2021), un documental reciente firmado por el mismo Espada.

Además de las sesiones cinematográficas, tendrán lugar otras actividades complementarias. El martes 9 de mayo, tendrá lugar la charla ‘Buñuel documental’, donde Mercè Ibarz hablará de ese impulso de retrato de la realidad que, materializado en ejecuciones diferentes, está en el fondo de Las Hurdes y Los olvidados. El día 23 de mayo llegará el turno de ‘Buñuel: diàlegs per odiar els rics i estimar els subalterns’ (Buñuel: diálogos para odiar a los ricos y amar a los subalternos), donde el historiador Victor Ramírez Tur sobre los conflictos de clase en el cine de Buñuel.

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