Fernando Trueba recibe el Premio Ciudad de Huelva del Festival de Cine Iberoamericano celebrando las relaciones entre ambas orillas del Atlántico
«Películas que se consideran tontas me parecen geniales: solo quieren que te rías, aunque sea de chorradas»

Fernando Trueba nos atendió el pasado viernes, 19 de noviembre, en las horas previas a recibir el Premio Ciudad de Huelva por toda su trayectoria que le otorgaba del Festival de Cine Iberoamericano. Cuando le decimos el nombre de la revista, Cine con Ñ, repite el chiste que ya nos ha hecho más gente: «Ah. Cine con Ñ. O sea, Ciñe». Pero no es lo mismo que te lo haga Fernando Trueba, y menos cuando en la entrevista que sigue defiende la comedia popular. Así que aquí queda, para que conste en acta.
El director madrileño, último ganador del Goya a Mejor Película Iberoamericana por El olvido que seremos y único director que lo combina con los de Mejor Película, Película de Animación y Documental, además de un Óscar y otra larga lista de reconocimientos, habla de sus próximos proyectos, establece su propia y personal teoría de la comedia y recomienda a los clásicos, algún francés reciente… y a Leslie Nielsen.
¿Qué significa un reconocimiento como el del Festival de Huelva?
No sé si debo ser yo el que diga lo que significa. Es un premio de un Festival que tiene ya bastante historia y está dedicado al cine iberoamericano. La verdad es que yo no soy solo un director español: he rodado en Brasil, en Chile, en Colombia ahora, en Estados Unidos, en Cuba… Entonces, pues quizás entro bastante dentro del campo de este festival.
Comentaba en la rueda de prensa del premio que le preguntan mucho cuándo rodará su próxima comedia y no sabe qué contestar. ¿Por qué?
Quizás los tiempos no están muy de comedias, ¿no? O del tipo de comedia que a mí me gusta. Quizás también soy yo, que me hago mayor. Te cuesta más reírte cuanto más mayor eres, porque según creces, vas perdiendo gente cercana y la tristeza toma una parte de ti. Es más difícil, hay que hacer más esfuerzo para reírnos y para mantener el humor. Pero yo creo que merece la pena intentarlo. Además, para mí el humor es mi manera normal de hablar. Siempre digo que solo soy serio en las entrevistas. Nadie que me conozca, en mi vida, me ha oído decir dos frases en serio: familia, amigos, gente cercana. Incluso creo que soy agotador por estar siempre hablando en broma. Esto me hace recordar a mi amigo, maestro, Rafael Azcona, que de repente me decía: «No me fío de este. Es serio». Para él, no podías confiar en la gente que no tiene humor.
«El cine de autor hermético o el hipercomercial son extremos que a mí me dejan fuera. Prefiero un cine que sea una comunicación con la gente, un diálogo con el público»
Precisamente Azcona es un referente de la comedia de autor que usted ha dicho que echa en falta…
Fíjate, yo soy muy abierto en mis gustos. Cuando algo detecto que es prefabricado, sin personalidad, pues no me gusta. Pero, con las comedias, hay gente que me dice que cómo me gustan algunas muy tontas… Porque claro, a mí me gustan las comedias mudas, las clásicas de los años 30 con el screwball que se hacían en América o Jacques Tati y las comedias francesas cuando eran buenas… pero también me gusta Leslie Nielsen. Con The Naked Gun, las de Agárralo como puedas, he llorado de la risa, sobre todo con la segunda. O con El genio con dos cerebros, de Steve Martin. Películas que la gente considera absolutamente tontas. A mí me parecen geniales, porque son películas tan generosas… Los que hacían esas películas no aspiraban a que les diesen el Premio Nobel, sino a que tú te estuvieras riendo 90 minutos. Y esto me parece grandioso. (Se ríe) Cuando alguien te tiene riendo 90 minutos, aunque sea de chorradas y de tonterías… yo les amo, a esa gente.
¿Y en la comedia española actual?
Es que ahí entramos en un terreno que ya no es el mío. Porque además es generalizar y las generalizaciones nunca son buenas. A lo mejor me puedo estar olvidando algo. Solo que, para mí, la comedia no puede ser de encargo. Te tiene que salir del alma. Tienes que ser tú, no puede ser una cosa prefabricada. Me da la impresión de que hay muchas comedias de encargo, que no se deja a la gente hacer sus propias comedias. La comedia tiene que tener mucha personalidad. Ser muy perfeccionista y elaborada… o ser muy disparatada. Lo que no puede ser es domesticada. Al humor no se lo puede domesticar.

¿Tiene límites el humor?
Yo creo que el humor no los tiene, pero que nosotros sí nos ponemos algún límite. Decimos: podría hacer un chiste de esto, pero no lo voy a hacer. No hablo de autocensura, ni de que te lo imponga nadie. Son los límites que tú te pongas. No que se prohíba reírse de esto o lo otro, sino que tú sí que te prohíbes a ti mismo reírte de según qué cosas, según cómo tú seas. A lo mejor una persona religiosa no quiere reírse de sus creencias, y yo lo entiendo, pero no puede decirle a los demás de lo que se pueden reír. Cada uno tiene que poder reírse de lo que quiera.
¿Esa prudencia lleva a hacer comedias más conservadoras en su tipo de humor?
Es que no es prudencia, no me has entendido. Imagínate que alguien va a hacer un chiste del Holocausto. Se puede, ¿no? Lo podrías hacer tú mientras estamos sentados aquí, se nos puede ocurrir. Pero yo no lo haría. Yo no me voy a reír con un chiste sobre el Holocausto, porque no me hace gracia. Eso son mis límites. En realidad esto es el gran tema del Arte desde los griegos: no pasar tus límites, no abusar de tu poder. Pero no es autocensura, sino establecer para ti mismo qué líneas no quieres pasar.
Su generación tuvo la oportunidad de hacer un cine de autor y popular, ahora se debate cómo sacar al cine de autor del nicho en una taquilla dominada por los blockbuster. ¿Qué necesita ese cine?
Que le den espacio, que la prensa hable de él… También echo mucho de menos un cine de autor que a la vez pueda ser muy comercial y muy popular a la vez. Berlanga era así. El ejemplo más claro y mejor que ha tenido el cine español. Te voy a poner otro. Recientemente vi una película francesa en el cine, Al abordaje, de un director que se llama Guillaume Brac. Es una película divertidísima, estupenda, de autor, y que la gente se lo pasaba en la sala de fábula. No era la típica comedia francesita tonta de estas que hacen ahora tantas, ¿sabes? Era inteligente, con personajes muy bonitos, original, bien contada… Una película cojonuda. Eso es el ejemplo de lo que para mí es el cine: absolutamente personal y a la vez absolutamente accesible, popular y divertido.
Tengo nostalgia de cuando en los cines de barrio de Madrid, en Estrecho, ibas a las sesiones dobles y te encontrabas con películas malas pero también con John Ford, Billy Wilder, Richard Brooks… y esas obras maestras del cine la gente las veía comiendo pipas. Era una maravilla. No sé si el mundo ha cambiado y eso no es recuperable. Pero de vez en cuando hay películas que son populares, accesibles y, a la vez, son buenas. Ahora parece que hay mucha gente que apoya lo que yo llamo línea dura: un cine como de autor hermético, de arte y ensayo, solo de festivales… No digo que no deba existir, me parece muy bien. Pero es igual que el cine hipercomercial, son extremos que a mí me dejan fuera. Prefiero un cine que sea una comunicación con la gente, un diálogo con el público.
¿En ese sitio intermedio no está la mayoría del cine español?
Ahora mismo no hay cine español ahí, en mi opinión. Creo que la mayor parte del cine español es cine de encargo hecho por grandes compañías. No existe casi ningún productor independiente.
¿Y el hueco que se hicieron gente como usted o, por mencionar autores que han estrenado hace poco, Almodóvar, León de Aranoa o Icíar Bolláin?
Es que tengo la sensación de que ese hueco te lo tienes que conquistar y siempre ha sido así. En el Hollywood clásico todo el cine era de encargo y las grandes compañías lo que querían era hacer caja. Pero dentro de ese esquema había gente que conseguía hacer películas muy suyas, muy comerciales. Desde Billy Wilder a Hitchcock, Howard Hawks o John Ford. Eran autores que conseguían salirse con la suya, buscándose el espacio. Lo malo es que a otros esa mecánica los engullía.
«Una película impone mucho respeto, no se lo he perdido. Te tienes que seguir peleando plano a plano para conseguir lo que quieres. Pero ese es el disfrute de este oficio»
Está preparando su segunda película de animación, que confiesa que empezó preparando como un documental, ¿por qué ese cambio?
Es la historia de un pianista brasileño, de los años 60 y 70, que tuvo una historia trágica. Y a la vez cuenta toda una época de la música brasileña: del jazz, de la bossa nova… y una etapa política muy compleja de Latinoamérica. Me di cuenta de que se podía contar mejor en animación porque me permitía cosas maravillosas que un documental no puede hacer. Así que primero rodé 160 horas de documental y luego, a partir de eso, unos años después, me puse a escribir un guión. Desde luego no es Chico y Rita, aunque tiene cosas en común porque Javier Mariscal es Javier Mariscal y yo soy yo. Pero es muy distinta, mucho más compleja.
¿Qué otras historias tiene pendientes?
Tengo otro proyecto que es un suspense romántico. Me dicen «es un thriller«, pero no es lo mismo. El suspense romántico es otra cosa, un género que practicaba mucho Hitchcock, como en Encadenados o Sospecha. No está muy en uso hoy día, pero me gusta mucho y me apetece hacerlo. También tengo por ahí un par de documentales y una serie que me gustaría mucho hacer. Quizás demasiado cara, porque para mí es como plantearme una película de 10 horas, en realidad. Una mezcla de película de aventuras y política. No sé si conseguiré hacerlo. Nunca he pensado en series, pero creo que esa historia no se puede contar en película, necesita más espacio. Pero bueno, estoy lleno siempre de proyectos, yo soy un chalado.
Da la impresión de que no le tiene miedo a ningún formato o género: animación, documental, serie, comedia, suspense…
Es que les tengo el mismo miedo a todos. En cada película tengo miedo a no estar a la altura, no hacerlo bien, equivocarme… Una película impone mucho respeto, no se lo he perdido. Te tienes que seguir peleando plano a plano para conseguir lo que quieres. Pero ése es el disfrute de este oficio. Si no hubiera esa tensión, si fuese fácil, tampoco sería un disfrute. Me imagino que es como un futbolista cuando gana un partido: aunque haya sudado, le hayan pegado patadas, se haya caído 20 veces al suelo, para él hay ahí una emoción. Pues igual para mí hacer una película. Luchas, sufres, pero si no, no existiría el placer de hacerla.
Fotografías: Fernando Trueba en la rueda de prensa y la gala clausura del Festival de Huelva – Festival de Huelva
