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‘El valle de Concavenator’, una historia de la “dinomanía” en la que cine y ciencia dan la mano a los dragones

Víctor Matellano (‘Mi adorado Monster’) une un rodaje de Ray Harryhausen en Cuenca con descubrimientos reales de la paleontología para analizar el impacto cultural de los dinosaurios

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José Luis Sanz, alias Pepelu, es profesor de Paleontología de la UAM y académico de la Real Academia de las Ciencias de España. Y si se le pregunta qué otro científico ha tenido más influencia en su vocación y su carrera, no lo duda: Yamane sensei. ¿Algún oscuro erudito japonés clave en su campo? Sí y no. Interpretado el mítico actor nipón Takashi Shimura, el doctor Yamane es el paleontólogo de Godzilla (1954), de Ishirô Honda, estrenada en España con el título de Japón bajo el terror del monstruo. El científico que explica que el animal es un dinosaurio mutado por la radiación nuclear y que pide atraparlo, estudiarlo y preservarlo en lugar de matarlo.

Este viernes 29 de septiembre se estrena en cines El valle de Concavenator , el documental de Víctor Matellano, director de Mi adorado Monster (2021), que ha sentado a Pepelu Sanz, el científico, junto a Colin Arthur, especialista en efectos especiales y maquillador que ha trabajado en películas como 2001: Una Odisea en el espacio (1968), La Historia Interminable (1984) o Desafío Total (1990). Y los ha puesto a hablar de dinosaurios reales y de ficción, de la fascinación por ellos que sienten los niños y de su parentesco con las leyendas medievales de dragones, que los enlaza con el mismísimo Vlad Tepes, alias Drăculea, o lo que es lo mismo, “el hijo del dragón”.

Matellano explica a Cine con Ñ que la película nace de su fascinación por el trabajo de Ray Harryhausen y el descubrimiento de que ciencia y cine ya se dieron la mano en su día no muy lejos de la Ciudad Encantada de Cuenca. La misma donde el mago de los efectos especiales rodó a finales de los 60 El valle de Gwangi (1969), de Jim O’Connolly, protagonizada por un monstruoso dinosaurio, apenas a 45 kilómetros de Las Hoyas, el paraje donde se encontraron en 2003 los restos del Concavenator corcovatus (“cazador de Cuenca jorobado”), un dinosaurio que vivió en tierras conquenses hace cerca de 130 millones de años. Una casualidad que decidió explotar.

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Víctor Matellano, director de ‘El valle de Concavenator’

Monstruos de más allá del tiempo

“Yo fui uno de esos niños que vio por televisión El valle de Gwangi“, nos cuenta Matellano. “He querido hacer una película que explore por qué a los niños les fascinan tanto los dinosaurios”. Sus conclusiones son que por una parte “está el colosalismo, que también hace que gusten tanto los robots gigantes y que es una constante en la humanidad, no hay más que ver los monumentos de culturas antiguas. Por otra, que no están, que se extinguieron. Los dinosaurios, en el fondo, son una entelequia, incluso sabemos por la ciencia que el aspecto de lagartos que se les suele dar no es real y lo más probable es que fuesen emplumados, como sus descendientes actuales, las aves”.

El cineasta comenta que por eso mismo en El valle de Concavenator ha querido “hacer un documental con un lenguaje lo más sencillo posible, que puedan seguir los niños”. Sus propios sobrinos son de esos niños que se conocen todas las especies por el nombre científico y explican sus diferentes características. “En otros documentales que he hecho cuando le decía a gente que no está en el mundillo de qué iban lo tenía que explicar, pero en este, cuando he dicho el tema, todo el mundo sonreía”. Matellano cree que se debe a que “los dinosaurios son transversales a nuestra cultura desde las historias de dragones de la antigüedad”

“Para explicar de forma científicamente impecable a los dinosaurios ya hay documentales magníficos del National Geographic que yo no puedo ni quiero hacer, El valle de Concavenator es para que la gente se lo pase bien y tenga ganas luego de ampliar por su cuenta”. Por eso, aunque los protagonistas sean “dos señores mayores que viveron y vivieron esas películas” incluye varios personajes ficcionados, las investigadores interpretadas por Dunia Rodríguez, Elena de Lara y Marian Clar que guían al espectador por el mundo de Concavenator.

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‘Pepelu’ Sanz y Collin Arthur en un momento de la película.

El legado y las vocaciones

En El valle de Concavenator José Luis Sanz no solo se sienta junto a Colin Arthur a comparar notas sobre todo aquel cine, sino que también propone una lectura casi literaria de la ciencia que resultaba inseparable de la ficción. La capacidad por querer imaginar y vivir en los mundos perdidos de los dinosaurios crea más vocaciones de paleontólogos, en su opinión y en la de las estadísticas sobre Jurassic Park (1993), que todo el esfuerzo divulgativo del mundo. En su caso, Godzilla forma un díptico con El monstruo de los tiempos remotos (1953), de Eugène Lourié, otra cinta sobre una criatura de millones de años que despierta por culpa de la actividad humana.

La película no tiene miedo a sus derivados más literarios y Matellano se permite especular con que, igual que desaparecieron los dinosaurios, la propia raza humana se enfrente, más pronto que tarde, a la extinción. Tampoco a la lectura satánica del dragón, identificado en la Edad Media con la serpiente del paraíso y “que funcionaba como una forma de control social y de ciertos miedos de la época”. La misma palabra Gwangi para designar al monstruo de Harryhausen significa “demonio” y de ahí su poco disimulado parentesco con Drácula.

El valle de Concavenator es también una historia de los efectos especiales, en la que Matellano ha querido explicar técnicas como el stop-motion a las nuevas generaciones. “No es un documental para especialistas, sino para todo el mundo interesado en los dinosaurios y las historias de los dinosaurios. Fíjate que en realidad estamos contandos siempre las mismas historias y solo cambia la técnica. En cada época tendemos al ombliguismo, pero el mundo es mundo desde siempre, y por eso me gusta contar cómo ha cambiado la forma de contar lo mismo. Es importante defender los legados en todos los campos para entender que aunque se evolucione, la esencia permanece”.

Imágenes: El valle de Concavenator
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