La nueva comedia de Álex de la Iglesia cumple como comedia romántica, pero es mucho más blanca y acrítica de lo que se cree
El cuarto pasajero: Muchos caballos para tan poco coche

El cuarto pasajero arranca con Julián (Alberto San Juan), un cincuentón que viaja habitualmente en coche de Bilbao a Madrid. Lo hace compartiendo el viaje con otros pasajeros a través de una aplicación móvil. Así es como ha conocido a la ya habitual Lorena (Blanca Suárez), de la que está secretamente enamorado. Julián quiere contarle por fin sus sentimientos a Lorena en su próximo viaje, pero la llegada de otros dos pasajeros (Ernesto Alterio y Rubén Cortada) da un volantazo a sus planes.
Álex de la Iglesia, que ha estrenado este año también Veneciafrenia, vuelve a la comedia tras Perfectos desconocidos (2017), un exitazo de taquilla que ha servido para que Telecinco haya vuelto a confiar en él para intentar repetirlo. El cuarto pasajero repite la apuesta por una comedia más blanca y acrítica que otras sátiras del director, en la que se actualiza un formato clásico (la road movie) y se combina con un romance improbable de fondo.
Viendo esta película es lógico pensar que, si alguien tiene que dirigir estas comedias que necesitan el visto bueno de varios ejecutivos televisivos, mejor que el que lo haga sea de Álex de Iglesia. La película está perfectamente dirigida, encajando cada gag, línea de diálogo y situación cuando toca, y haciéndolo de la forma más cinemática posible. Pero es como ponerle muchos caballos a un 600: te acabas cargando el motor. El cuarto pasajero no aguanta las bases de su historia, sufriendo el tener que ir siempre por autopista.
El cuarto pasajero y los cuatro pasajeros de reparto

La comedia que han escrito de la Iglesia y Jorge Guerricaechevarría tiene a sus cuatro viajeros como grandes protagonistas. Es un duelo de personajes. Aquí está el primer problema de El cuarto pasajero, que no aguanta la importante construcción de sus protagonistas, que no se sabe si quieren ser «reales» o caricaturescos, ligeramente posibles fuera de la pantalla o simplemente disparatados. La clave hubiera sido que fueran las dos cosas al mismo tiempo, pero acaban por no ser ninguna.
Destacan en lo bueno los personajes de Alberto San Juan y Ernesto Alterio, que tienen una presentación coherente y un desarrollo loco sin perder su esencia. El de San Juan es patético, el de Alterio, irritante. Cada vez que ambos comparten secuencia e interactuan, la película crece. No pasa lo mismo con los de Blanca Suárez y Rubén Cortada, que a ratos parece que están en otra película y a otros van cambiando de actitud y reacción según lo que necesite el argumento de la película.
Por España con el manos libres

Seguramente el personaje de Alterio sea, en su esencia de coach de manos libres y fachaleco, el único que conecta con esa sátira de la sociedad española clásica de Álex de la Iglesia. El resto son arquetipos de personalidad vagos o que podrían darse igual o parecido en Dinamarca. Es cierto que no le podemos pedir a todas las comedias que sean berlanguianas, reciamente ibéricas y con comentarios social, pero da un poco de lástima que no haya capacidad humorística para encerrar en el coche a esta España nuestra. Todo se quede suspendido en el aire. Basta con ver que el chiste con más mala baba está dirigido a… la cinefilia.
Al final, El cuarto pasajero sigue el vaivén de un argumento muy limitado a lo que puede ofrecer un viaje. Se las tiene que ingeniar demasiado para entretener y ofrecer un cierto misterio para, en realidad, contar una historia de amor de las de siempre. Con la marca de clase de Álex de la Iglesia -la secuencia del atasco es indisticutiblemente buena- y siendo fiel al desarrollo de algún personaje sale una comedia apañada, pero sin libertad de movimiento y sin capacidad de decirnos nada sobre nosotros mismos.
