Laura García Andreu, directora de ‘Domingo Domingo’, explica las claves de este documental sobre un agricultor valenciano que quiere vencer a los grandes del sector de la naranja en su propio juego
“Si dejamos en manos de multinacionales las frutas y verduras que comemos, vamos a tener un problema”

Domingo Domingo es el nombre y apellidos de un obrero de la construcción y agricultor de Les Alqueries, un pueblo de 4000 habitantes en la provincia de Castellón. Un tipo que recoge sus propias naranjas y se gana la vida haciendo para los demás la piscina que a él le gustaría tener en casa. Que se toma la vida con cierta retranca y adaptándose cuando vienen mal dadas. Y que tiene un objetivo: patentar una nueva variedad de naranja, vencer a las multinacionales del sector en su propio juego, y retirarse para siempre, para que todos sus días sean como su nombre, domingo.
Domingo Domingo es también el título del documental que cuenta su aventura, dirigido por Laura García Andreu ([M]otherhood), estrenado en el Festival Internacional de Cine Documental de Tesalónica y que en España ha pasado por el DocsValència, como película de inauguración, y el Atlàntida Mallorca Film Fest. Y que empezó por la vinculación familiar con Les Alqueries de la propia cineasta: Domingo es su primo político y su forma de vida y filosofía entre irónica y estoica le recordaban a la de su abuelo, que también fue agricultor.
“Tenía este personaje con tanto carisma y un objetivo de Quijote o de David contra Goliat”, explica al teléfono, “pero también la idea de que el humor era muy importante. En el documental actual se está dando una revolución muy interesante, con una necesidad de salirse del documental clásico, y me influyó mucho cuando estaba trabajando en la película Cuando los tomates escuchan a Wagner, de Marianna Economou, que tiene ese elemento cómico, aunque de otro estilo, y el tratar un tema rural”. El resultado ha sido “una película tragicómica, en la que lo que ocurre es trágico, pero nos lo tomamos con el mismo vitalismo que Domingo, que no se rinde nunca y a todo le pone ironía”.

Entre naranjas y piscinas
García Andreu es de València, pero a ella misma le sorprendió el grado de especialización en la naranja que encontró en Les Alqueries: “para hacer lo que hace Domingo, reconocer una nueva variedad y desarrollarla, hay que saber mucho. Allí mucha gente tiene huertos y en todas partes se habla de naranjas: en el bar, en casa… Quise retratar eso y las clases que existen en ese mundo, desde los que recogen naranjas para otros, las mujeres de las factorías o los que recogen las suyas propias, como Domingo, hasta los grandes empresarios exportadores, que parecen señores normales de pueblo pero tienen un gran poder económico”.
Como consecuencia de ese microcosmos, la cineasta cree que al final “sale en Domingo Domingo la misma gente que habríamos entrevistado si fuese un documental clásico de bustos parlantes: el presidente del sindicato más grande la comunidad valenciana, que es amigo de Domingo de la infancia, el abogado especialista en patentes más relevante de España, que es familia de Domingo y del mismo pueblo…”. Y “que sea vea su punto de vista y el de los agricultores pequeños que intentan sobrevivir como pueden, que hasta con 80 años van al huerto… aunque no se pueda ya vivir de ello, y cada vez menos”.

En el caso del protagonista, su deseo de salir del ciclo lo representa la construcción de piscinas para otros, trabajo que realmente paga sus facturas y se combina con su día a día modesto: hace puzzles de playas caribeñas aunque él mismo vive cerca de la playa, pero no una precisamente paradisíaca, o se baña en una alberca que le sirve de sucedáneo a sus aspiraciones económicas. De hecho, lo vemos meter monedas en un bote intentando ahorrar para darse unas merecidas vacaciones, un empeño casi tan pírrico como el de su lucha para certificar su variedad de naranjas y que sirve para recorrer todo el intrincado sistema de patentes agrícolas, en el que la banca siempre gana.
El neorrural contra su idealización
Esta cuestión de clase es clave en un documental que García Andreu no tiene problema en colocar dentro de la corriente del neorrural, cuyo nacimiento atribuye en parte a que “estamos haciendo películas que venimos de contexto socioculturales no precisamente privilegiados, con una vinculación con lo rural por nuestra historia familiar y que antes no teníamos esta oportunidad”. En su caso, su abuelo “y explicar lo que hay detrás de lo que comemos, porque veo claro que a los agricultores no se les valora socialmente como se debería, siendo el suyo un sector estratégico”.
En ese sentido, Domingo Domingo es un manual de los abusos de las multinacionales sobre los pequeños agricultores y su cada vez mayor oligopolio sobre el sector, con el coste fijo y altísimo que suponen las patentes para la mayoría de productores. “Si dejamos en manos las multinacionales todas las variedades de las frutas y verduras que comemos, vamos a tener un problema en breve“, advierte García Andreu, que confiesa haber aprendido mucho durante el rodaje. “La mayoría de la gente no es consciente que la mayor parte de frutas y verduras que nos comemos tienen patentes. Es una locura”.

Por otra parte, Domingo Domingo ha sido un documental en el que su directora luchaba contra la nostalgia y la idealización: “Yo me he criado corriendo por los huertos de mi abuelo, pero no he trabajado en el campo en mi vida. Si a los que estamos contando estas historias nos pasase como le pasaba a Domingo, que sus padres lo obligaban a levantarse el sábado por la mañana a coger naranjas después de haber estado el día antes de fiesta, no tendríamos esa idea idílica”. De ahí que su objetivo fuese también “dignificar a las personas que estaba retratando”.
Imágenes: Domingo Domingo – SUICAfilms
