Entrevistamos a David Pantaleón, director de ‘Rendir los machos’, premiada en el Festival de Sevilla y en l’Alternativa Fest de Barcelona
«Vamos madurando, nos creemos mucho, pero no dejamos de ser el niño que fuimos»

Hace unas semanas, en Sevilla, David Pantaleón se enfrentaba a 16 alumnos de la ESO fundiéndolo a preguntas sobre la masculinidad, la tradición y los drones en su película Rendir los machos. «Era inimaginable, para mí por lo menos, que los chavalitos entre 14 y 18 años les interesase hablar con el director de esta película», confiesa. Como parte del programa dedicado a los jóvenes del pasado Festival de Sevilla, estos seleccionaron con qué directores querían entrevistarse entre varias películas que les dieron a visionar. Y eligieron una casi sin diálogos, rodada a base de planos fijos, sobre dos cabreros que andan durante días sin casi mirar.
Pantaleón acaba de recibir el Premio AC/E (Acción Cultural Española) a la Mejor Dirección de Película Española del Festival de Cine Europeo de Sevilla y el Premio Film Nacional de l’Alternativa Fest de Barcelona por la que es su ópera prima. Un trabajo que ha tardado siete años en poder llevar a término y producida por Volcano Films y Noodles Production que esperan estrenar en cines «siendo conscientes de cuál es nuestro circuito», en la segunda mitad de 2022.
Rendir los machos cuenta la historia de dos hermanos peleados entre sí, cabreros de profesión, que a la muerte de su padre se ven obligados a completar una tradición ganadera casi perdida, entregando siete machos del rebaño del fallecido a otro ganadero que vive en la otra punta de la isla de Fuertenventura y que deben transportar caminando. David Pantaleón atiende a Cine con Ñ por teléfono para explicar que toda tradición es, básicamente, «una inventada».
¿Te extrañó que los estudiantes eligiesen tu película porque no la consideras una película fácil?
Claro, no, para nada. A nivel narrativo no deja de tener un hilo muy fino de un conflicto superclásico de dos hermanos que se reconcilian, así que había que jugarla con una puesta en escena y una propuesta visual diferente, que además va un poco en contra de que empatices con los personajes, es todo como muy distante.
«Quería reflejar un mundo que conozco desde chico y que me atrae porque lo encuentro exótico cuando he tenido la posibilidad de mirarlo desde lejos»
¿Por qué hacerla para que la interpreten tus hermanos?
Empezamos basándonos en ellos para construir el guión y la idea de trabajar con actores naturales. Y durante el casting en Fuerteventura, buscando a dos no actores que se pareciesen a mis hermanos, surgió planteárselos a ellos a ver qué decían. Aceptaron, y eso nos dio la posibilidad de poder trabajar a otros niveles: si con actores profesionales tienes ciertos recursos o estrategias que ya ellos traen aprendidas y con no profesionales tienes que indagar por otro lado, aquí que fuesen mis hermanos me daba la posibilidad de que los referentes fueran los mismos. Las acotaciones de dirección eran tipo «como decía esto Papá en tal momento» o «acuérdate cuando tú te enfadabas con tus trabajadores». Es como entrar en la intimidad del otro, porque lo conoces desde que naciste.
¿Tenéis familia ganadera?
Mis abuelos por parte de mi madre eran los carniceros del pueblo. Ahora son mis tíos y mis primos los que lo han heredado. Eso va asociado siempre a tener ganado. Es un mundo que conozco desde chico y me atrae por eso mismo. De pronto lo encuentras exótico cuando tienes la posibilidad de mirarlo desde lejos.
¿Esta tradición de rendir los machos se mantiene todavía en Fuerteventura?
(Se ríe) Eso es una inventada que nos metimos.

Ah, que no existe…
No existe, no existe. Quería trabajar con esta idea de por qué se perpetúan las tradiciones. Porque tienen algo de funcional, ¿no? Eso nos hizo construir esta tradición que obliga a que en un momento crítico de la familia, que es la muerte de un padre y el reparto de una herencia, los hermanos tienen que hacer un viaje juntos, compartir tiempo juntos. Eso lo convierte en algo que tiene un sentido para la reconciliación y ahí es donde construimos. Es esta idea de que la tradición es la ficción máxima, las ficciones que todos asimilamos, las respetamos y marcan nuestra identidad. Las tradiciones no dejan de ser una ficción inventada por alguien en un momento dado.
¿Y la canción de las exequias con la que despiden los otros cabreros al fallecido?
Existe una tradición que son los cantos de los ranchos de ánimas, que son como grupos folclóricos asociados a la Iglesia, algo bastante arcaico, que lo que hacen es cantarle a los muertos. En el Halloween de Canarias eso era lo que se hacía, ir por las casas a cantarles a los fallecidos, no de cuerpo presente sino a los fallecidos históricos de la familia. Y esto lo cogimos para acoplarlo a esta tradición inventada. La canción trataba sobre marineros e hicimos una adaptación para que en vez de marineros hablase sobre cabreros. Fue muy lindo trabajar con este grupo folclórico, el rancho de ánimas de Camanita, de ofrecerles este tema y que estuviesen ellos trabajando un mes para que finalmente funcionase.
Te inventas una tradición que además haces que los protagonistas incumplan varias veces…
Claro. Porque la tradición es el dispositivo que utiliza el padre para generar esta historieta, y su hermana es el brazo ejecutor del padre en la Tierra… Así que ellos no dejan de ser dos niños jugando a ser hombres. Es una idea de la masculinidad. Niños haciéndose los machos, ¿no? Por eso ellos durante ese viaje los momentos en los que tienen ciertos puntos de encuentro es cuando quieren abandonar y es su hermana quien aparece y les corta el rollo.
«La masculinidad no deja de ser otra ficción. Algo inventado de cómo tiene que ser un hombre o el macho alfa del ganado. Y suelen ser ideas muy infantiloides»
¿Dirías que la película explora la masculinidad como una performance?
Sí, es que no deja de ser otra ficción. Algo inventado de cómo tiene que ser un hombre o cómo tiene que ser el macho alfa del ganado, ¿no? Y suelen ser ideas muy infantiloides. Por eso ellos, siendo dos hombres como castillos, no dejan de tener actitudes de niños chicos. Es un poco lo que nos pasa en la vida en realidad a todos. Que vamos madurando, nos creemos mucho, pero no dejamos de ser el niño que fuimos, con todas las niñatadas que ello conlleva.
Además, uno puede hablar de lo que más o menos cree conocer. Soy el sexto de una familia de seis varones. Aparte de verme a mí mismo, tengo como un catálogo de cinco hermanos donde veo unas realidades. Componer a los personajes tiene que ver con la observación de estas realidades, con estas ficciones que construimos. Por eso este juego con nuestra capacidad de incomunicación, que es muy de la masculinidad, no hablar las cosas, me parecía muy interesante.
¿Por qué rodar el 99% de la película en plano fijo?
Quizás el hecho de que venir de una formación teatral me hace mucho mirar el plano como un escenario. Busco colocar al espectador como en el teatro, que tú decides a donde mirar. Pero también tiene que ver con qué ingredientes coloco en la película. Si yo juego con mis hermanos como actores naturales, tengo que ser cuidadoso con no exponerlos en exceso en la creación de la película o pedirles cosas que igual sería complicado que me las diesen.

¿Y el uso del dron, también dejándolo en plano fijo cenital, jugando a que no se note que es un dron?
(Se ríe) Lo llamamos «el trípode divino». Me gusta mucho el cine que me deja muy descolocado. Cuando veo cosas que no sé si son documental o ficción me pone mucho, porque me convierto otra vez en un niño viendo dibujos animados que te crees que son verdad. Con el dron jugamos un poco a eso, a que tú lo veas y pienses, «¿dónde está colocada esta cámara?». Ese tipo de cosas son las que me divierten y me animan, aparte de que dentro de la historia conceptualmente esos planos son como el punto de vista del muerto. Y luego está el componente de mezclar lo ancestral y lo contemporáneo que tiene la película. El ejemplo del dron es muy en esa línea, jugar con una herramienta de última tecnología usándola como los elementos más antiguos del cine, el plano fijo.
¿Te reconoces en esta tendencia de películas como Espíritu sagrado, Destello bravío o la próxima Secaderos, con cineastas en vuestro primer largo que rodáis en vuestros pueblos, con actores no profesionales y tocando temas sobre la tradición? ¿A qué la atribuirías?
Espíritu sagrado la he visto, genial película, que compartimos directora de arte, Leonor Díaz, además. Destello bravío me han hablado mucho de ella y quiero verla. En cuanto a lo que dices, creo que hay un cambio de paradigma respecto a lo que buscaban cineastas de generaciones anteriores.Esta idea de que el objetivo sea como rodar en Hollywood está totalmente desterrada. Los cineastas de los que estamos hablando creo que han descubierto que quieren hacer cine desde otros lugares. Han descubierto el exotismo en el lugar de donde son, gracias a poder verlo desde fuera, a la importancia de migrar a otros lugares para poder poner en valor de donde tú eres. En esta mezcla de elementos creo que debe estar por qué está sucediendo esto.
Imágenes: David Pantaleón y fotogramas de Rendir los machos – Begin Again Films.
