Una comedia muy bien escrita que conoce a sus personajes pero sigue comprando los valores y el modelo de vida que supuestamente quiere criticar
Supernormal T2: Si yo fuera rica nunca dejaría de trabajar

La segunda temporada de Supernormal retoma la vida de Patricia Picón dos años después de ser despedida del banco de inversiones en el que trabajaba, dedicada a la crianza de sus hijos. Solo que Patricia no está hecha para la vida doméstica, le pica su vocación por los negocios, y tras conocer a una nueva amiga en el parque de los niños, una mujer profesional triunfadora que da la imagen de éxito a la que ella siempre ha aspirado, decidirá volver al ruedo. Claro que mujer, madre y tras tanto tiempo fuera, no será fácil.
La comedia sobre la imposibilidad de ser una superwoman vuelve en una segunda temporada tras las buenas críticas y audiencias desconocidas de la primera. El punto fuerte siguen siendo Miren Ibarguren y un elenco de personajes que evitan hábilmente los tópicos, aunque se mantiene el tono clasista inconsciente (habitual en la plataforma y el 90% de las series españolas en general) y la compra del modelo que, presuntamente, la serie quiere parodiar y denostar.
Supernormal es una comedia bien escrita, casi mejor en la segunda temporada que en la primera dejando claro que las autoras tienen muy medidos a sus personajes, y que evita muchos charcos en los que se ahogaría sin problemas, eh, otra gente. Pero deja esa sensación de suceder en el mundo mágico de pijolandia tan habitual de este tipo de comedias, que no es que sea malo, es que es la burbuja de quienes las consumen, quizás de quienes las producen, y el sueño aspiracional irrealizable de mucha gente. Es decir, de nuevo, lo contrario de lo que dice que ha venido a desmontar.
Risky Business

La segunda temporada de Supernormal parece ser consciente de que no era muy creíble que Patricia estuviese en la cresta de la ola con todas las trabas que le ponía la vida y decide corregirse hacia delante. Se trata de ver cómo puede escalar profesionalmente una mujer en un entorno laboral ultracompetitivo tras un embarazo, que está comprobado que es una de las razones más habituales entre las altas directivas para tropezarse con el techo de cristal. La respuesta es que Patricia consigue volver al ruedo porque es rica, pero se trata de fingir que no, que de verdad es difícil, y que sea gracioso.
El resultado es un poco una de esas comedias ochenteras con Tom Cruise o Michael J. Fox en las que alguien, para triunfar en Wall Street, monta una especie de estafa en la que se finge triunfador aunque es el chico de los recados. El giro aquí es que la protagonista es una señora de 40, mamá de familia numerosa, cuya dificultad extra es precisamente es ese perfil. Así, sus secundarios no son un amigo empollón y otro liante, sino una amiga/secretaria aún más mayor y una hermana desquiciada por una ruptura… además de marido e hijos, que, como en la primera temporada, no son ningún tópico, más bien un apoyo que se esfuerza demasiado.
Quizás el mejor chiste es Mauro, el ex compañero de trabajo de Patricia y competidor por sus nuevos clientes, obsesionado con las frases en inglés y las disciplinas orientales que supuestamente lo ayudan a alcanzar su máximo potencial. Un cryptobro, pero por lo institucional, risible en su pique con la protagonista y en su vida en general, que es infantilizado en cada gag (gran trabajo de Peter Vives, por cierto, aunque la jefa del humor desde lo cotidiano sea Gracia Olayo, y la «negociación» entre ambos personajes, hilarante). Y el capítulo seis, al que hay que llegar para valorar esta segunda temporada de Supernormal, es una lección de hacer comedia de enredo a base de sembrar y recoger tramas, todas a la vez.
Sucedió en las Cuatro Torres

Y, bueno. La serie se sigue metiendo en el jardín de estirar el chiste sobre Imelda, la chacha filipina interpretada por Usun Yoon a la que Patricia cambiaba por un cliente en la primera temporada. Ahora vuelve porque la necesita para organizar la casa al volver a trabajar, y se la reintegra como «parte de la familia». Hasta deja de vestir de chacha y lo combina con estudiar, «como una más de la familia». Es una especie de gag en sordina, semejante a la sana asunción de su rol secundario del marido de la protagonista y la incapacidad de otros personajes para interpretarlo. Solo que, en serio, háganme caso, no es lo mismo. Feminismo, hasta con la subtrama de la hermana, bien. Clasismo, mal.
Por otra parte no parece que las guionistas sean del todo ajenas al tema, y por eso, marido y hermana aparte, dotan a Patricia de un grupo de aliados que son todos parias para la gente guapa: la mencionada secretaria cincuentona sin salida laboral que no sea ayudar a su hermana en la tienda, la limpiadora migrante a la que ayuda a invertir, el segurata al que ignoran los otros directivos… Pero claro, todos esos personajes están al servicio de la gloria de la señora blanca, normativa e, insistimos, rica desde antes de empezar su escalada. El trasfondo que emocionó a Carmen Calvo e Inés Arrimadas.
Resumiendo, que la segunda temporada de Supernormal es una buena comedia, de hecho, una de esas comedias que gustan mucho a la gente que escribe comedias pero además entretienen y hacen gracia a un público transversal, variado y de cierto nivel adquisitivo y educativo. Su problema es que asume tanto los principios que ha jurado destruir que nos expulsa a los de los márgenes a poco que avance, recordándonos que esto es una historia de ricos y para ricos, sobre sus cosas de ricos. Tampoco es culpa de la serie, recordemos de nuevo que el 90% de las series españolas son así. Y en fin, que tiene pinta que habrá tercera y habrá que verla.
Imágenes: Segunda temporada de Supernormal – Movistar Plus+
