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Sola: El fantasma del duelo

Un intento muy voluntarioso de ópera prima compleja y ambiciosa que intenta luchar, no siempre con éxito, contra sus propias limitaciones

Sola: El fantasma del duelo 1

En Sola Marta acaba de recibir dos malas noticias: padece una grave enfermedad y su pareja quiere romper la relación. Hundida, decide encerrarse en solitario en su antigua casa familiar. Cuando este confinamiento autoinducido se alarga, empiezan a suceder cosas extrañas. Marta no está segura de si se las imagina o realmente la vieja casa está, de alguna forma, conectada con otro lugar.

José Manuel Rebollo debuta en el largometraje tras una trayectoria de ocho años a razón de un corto anual. Lo hace con una producción muy justita, que tira del refrán de hacer de la necesidad virtud y que pone a su cámara a combatir un guión que bien podría ser obra teatral para justificar que estemos aquí, hablando de una película, y no de la enésima obra intimista pensada para que cubra apenas los sueldos de los actores.

Sola será otra de estas producciones pequeñas españolas de distribución casi puerta a puerta y voluntariosas campañas de promoción que dependen del tiempo vital del director y el reparto. La realización le saca petróleo al espacio que tiene, casi con una única localización y un reparto mínimo, y algunos tropezones técnicos casi que se perdonan en función de esa evidente falta de medios.

Sola y el duelo

Sola: El fantasma del duelo 2

Porque la cuestión es que Rebollo, aunque sea más que evidente que ha rodado con los recursos justísimos, no se amilana y propone una película ambiciosa en su complejidad temática y narrativa. No siempre le sale bien, porque por momentos se nota la conciencia de la propia modestia y que es una ópera prima con trazas de cortometraje alargado, pero al menos quiere contar algo, elaborar un discurso sobre las diferentes cuestiona que no toca, y no un simple drama humano mezclado con un director novel intentando demostrar lo que sabe hacer.

Sola toca varios palos. Uno, evidente, es el reflejo del confinamiento de 2020 y los posteriores parciales, aunque el encierro de la protagonista sea voluntario. A esa lectura se une que esté viviendo el duelo por el fallecimiento de un ser querido de la tercera edad, que se comunique con su entorno actual siempre de manera telemática o la escena inicial en un centro médico semivacío pero con ruido de movimiento de fondo, que transmite inhumanidad.

A un nivel más explícito, ya que la COVID19 nunca se menciona pero si las enfermedades incapacitantes y sus consecuencias, Sola se recrea en el miedo a la soledad que refleja su título y en el suicidio desde todas sus aristas: los traumas que pueden llevar a la ideación suicida, las consecuencias para los seres queridos de quien lo comete e incluso el juicio social que a veces recae sobre todos ellos. Las ideas, en general, son buenas, aunque veces están expresadas de forma un tanto torpe o, bueno, propias de una ópera prima, dicho sea con todos los respetos.

Sola y los fantasmas

Sola

La película expresa su menjunje temático mezclando el drama intimista, sí, lo que podríamos esperar de una película sobre una joven que recibe una mala noticia y se encierra a pasar la mala racha en la casa de su madre ya fallecida, con el terror, aunque a un nivel bastante ambiguo. No sabemos si los fantasmas que se encuentra Marta son imaginaciones suyas, una forma de reflexionar consigo misma en voz alta, directamente delirios o, efectivamente, seres de otro mundo.

Un poquito más de presupuesto seguramente habría ayudado a ejecutar la parte “sobrenatural” con más elaboración y dar más fondo al diálogo entre el falso terror y su contraparte realista, que apela a miedos más cotidianos pero también más reales. La dirección intenta usar esa naturalidad de la puesta en escena a favor de la ambigüedad, pero no siempre lo consigue. Menos en los momentos donde iluminación y color buscan sugerir recursos de terror puro y duro.

Cerrando con llave, concluiremos que Sola es un intento muy voluntarioso de ópera prima compleja y ambiciosa que intenta luchar, no siempre con éxito, contra sus propias limitaciones y al menos sabe convertir muchas de ellas en virtudes. Nos deja, además, uno de los reflejos de la reciente crisis del coronavirus que se acerca con más sensibilidad a la impotencia del duelo.

Imágenes: Sola – Paracon Producciones
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