Mejor como thriller que como historia bélica, su empeño en no molestar a nadie tiene como consecuencia no emocionar tampoco
Fuerza de Paz: Al suelo, que vienen los nuestros

Fuerza de Paz es la historia de la sargento Paula Elgueta, destinada en Guinea Ecuatorial en una misión de paz para luchar contra el tráfico de personas y que se enfrenta al suicidio de su prometido, que además era otro de los miembros de su unidad. Paula cree que es imposible que se quitase la vida y sospecha de algún tipo de asunto turbio en la base militar, uno relacionado con el grupo de esclavistas al que están persiguiendo y las muertes están sucediendo en un pueblo cercano.
Las historias bélicas ambientadas en la actualidad del momento en que se graban nunca han sido el fuerte de nuestro audiovisual. Como ejemplos más relativamente recientes están Guerreros (2002), de Daniel Calparsoro, que se ambientaba en Kosovo, y Los nuestros (2015-2019), que tenía la frase “tormentoso romance” en su sinopsis oficial y donde todo el mundo iba siempre demasiado limpio y guapo, la verdad. Fuerza de Paz se diferencia de aquellas desde el título, no sé si captan el delicado matiz del asunto y por dónde van, figuradamente y literalmente, los tiros, pero luego no puede evitar repetir algunos de los tópicos más previsibles y tontorrones.
La serie de Alea Media, además, llega con un hándicap externo, que no debería influir en la valoración de su calidad en sí, pero perjudica su recepción. Es, presuntamente, un producto estrella del ente público, pero en su línea de autoboicot es de suponer que consciente, lo estrena en abierto sin promoción con tres episodios en bloque, que como duran 70 minutos hacían necesario quedarse hasta casi las 1.30 de la madrugada a verlo. Al mismo tiempo se lanza completa en RTVE Play, pero sin avisar a nadie. Cuando Fuerza de Paz haga unas audiencias miserables, se dirá que la ficción en La 1 no funciona y que hay que meterle más dinero al fútbol o Eurovisión. Y luego la pública se apuntará los Ondas o lo que sea que le caigan a “sus” ficciones, pero las maltratará y no las renovará, sean “buenas” o “malas”.
No me pegues tiritos en el pecho

Hablando en román paladino, el principal problema de base de Fuerza de Paz es que quiere ser una historia bélica más o menos canónica pero también ser “progre”. En realidad, lo que quiere es no molestar a nadie, y tener una historia que hable de honor, respeto al uniforme, decisiones difíciles en combate, traumas de guerra y demás, pero al mismo tiempo no parecer muy belicista, ni patriotera, ni esas cosas, de manera que se defienda, aunque sea a tiros, una causa lo más “neutra” posible. De hecho, que quede claro que los guineanos son nuestros amigos (aunque de su gobierno se hable 0, no vaya a ser), con un par de secundarios que critican el colonialismo pero se hacen amigos de la protagonista.
Las series tienen derecho a querer abarcar el máximo público posible para así ser rentables (aunque luego su cadena coproductora y emisora las torpedee), pero tienen que ser consciente de cómo se arriesgan a fabricar un producto plano. Fuerza de Paz no se atreve a lanzarse en brazos de lo que necesita: ser un producto POP desvergonzado, al estilo de las series de Donald P. Bellisario en EEUU, tipo JAG (1995-2005) y Navy (2003- ), para que los momentos en los que alguien da discursos sobre el honor completamente antinaturales o una teniente coronel dice sobre el terreno “acabemos con esto” no chirríen tanto. El problema es que el presupuesto no da para acción pintona, aunque la dirección se las apaña para disimular.
Fuerza de Paz está escrita por Aurora Guerra, que era la factótum de El secreto de Puente Viejo (2011-2019) y Bandolera (2011-2013) y la suponemos más que capaz de parir un producto de ese tipo (y a la que se le nota el esfuerzo por tener una protagonista femenina autónoma que no caiga en según qué tópicos, cosa que no siempre le sale). El Ejército, el de verdad, ha colaborado en esta serie y hay disponibilidad de materiales y alguna documentación más que decente (aunque, por cuestiones monetarias y políticas lo que se ve, aunque el guión diga Guinea, sea Mazarrón, Murcia). La introducción es bastante “Bellisario”, presentando a los personajes por el galón de su rango junto a su apellido, algo que encima luego es importante para la trama. Pero toda esa base se pierde un poco en intentar ser “realistas”, cosa que esta serie no puede ser casi por concepto.
Por otra parte, hay decisiones buenas que aprovechan el escenario de Fuerza de Paz. Por ejemplo, en el primer episodio el funeral del prometido de la protagonista, que sabe aprovechar las escenas reales de ese tipo que tenemos en la memoria y manipularnos un poco para que emocione. De hecho, podría haber sido la escena de apertura de la serie sin ningún problema, porque empiezan con acción cuando no es una historia de acción. También son notables el ambiente de la cantina, el bullying, el partido de baloncesto donde no se respetan los rangos o los paseos entre barracones que varían su encuadre según el estado de ánimo de los protagonistas. Pero se pierden en el tono plano general y, a veces, en la excesiva duración de los episodios.
Morirás en Chafardeo

Así que no, Fuerza de Paz no es precisamente Morirás en Chafarinas (1995), de Pedro Olea, para empezar porque el caso criminal que refleja está basado en hechos reales, pero no que tengan que ver con el ejército español, sino con otros (que a poco que se haya leído sobre ellos se ve venir los giros de la trama, me temo). Más que una historia bélica, que eso está más bien en la caracterización de sus personajes o su pasado y sus interacciones, es un thriller criminal en un entorno exótico (Mazarrón) y con el tema de los piratas y el tráfico de persona como trasfondo. Esa parte, más o menos, funciona, con las consabidas relaciones un poco retorcidas y los secretos que todo el mundo guarda surgiendo mientras la detective avanza.
Quizás la intriga es lastrada porque la mayoría de soluciones que encuentra la serie son siempre las más previsibles (los “traumas secretos” se ven venir y uno potencialmente es muy polémico, pero sería destripar la trama revelarlo), así que te acabas imaginando rápido quién es el malo (hay decisiones de casting que son spoilers con patas, e incluso actores que sabes que si les dejan su acento hacen un tipo de papel y si hablan en neutro, otro) y quién se va a enrollar con quién. Hasta la muerte trágica del tercer acto es un tópico un poquito lamentable, pero he de decir que en esta está bien hecho que el personaje sea adoptable que lo piensas luego, al rato.
Como parte final, concluiremos que Fuerza de Paz es otro de esos productos frustrantes que sigue produciendo España para el abierto, en el habitual medio camino entre el pop desvergonzado y la serie “de prestigio” -un pasito que Alea Media parece que nunca se atreve a dar-, que no sabemos si tiene que ver con que realmente en nuestro país nunca hemos llegado a segmentar públicos o con la cobardía de algunos directivos de las cadenas. Funciona mejor como thriller que como historia de guerra, como reflejo del Ejército español real no hay por donde cogerla y como producto propagandístico del mismo, que no creemos que fuese la intención, resultaría una filfa porque no es creíble. No ha querido enfadar a nadie y así quizás lo que haya provocado es no emocionar a nadie tampoco, y eso es casi lo peor que se puede decir de una historia.
Imágenes: Fuerza de Paz – RTVE
