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La autobiográfica ‘Contigo, contigo, y sin mí’ se perdona a sí misma a través del cine

Amaya Villar Navascués presenta una película hecha a base de sus propios vídeos caseros, una carta en la que aprende de sus relaciones con sus exnovios

La autobiográfica 'Contigo, contigo, y sin mí' se perdona a sí misma a través del cine 1

El fin del amor puede ser el principio del cine. Lo vuelve a demostrar Amaya Villar Navascués, que ha convertido una serie de vídeos diarios a partir de una ruptura en Contigo, contigo, y sin mí, una película autobiográfica en la que ha acabado por convertir su vida sentimental en una crónica fílmica para perdonarse a sí misma. Cientos de horas de vídeos caseros se han sintetizado en una pieza de menos de una hora y media en la que esta montadora madrileña rebusca en lo que hay detrás del fracaso de sus relaciones.

Desde el 17 de noviembre se puede ver en cines este documental en el que Villar apuesta por repasar su vida de forma más ligera que grave, pese a que la intimidad que está exponiendo sin complejos pueda no ser nada agradable. Contigo, contigo, y sin mí juega a releer el pasado personal con cierta distancia y sentido del humor, en un desfile de novios a partir del cual su directora empieza a explicarse a sí misma desde una voice-over en forma de carta confesional.

Con la referencia de películas como Mapa (2013), el corto 35 y soltera (2013), Muchos hijos, un mono y un castillo (2017) o A media voz (2019), Villar Navascués, profesora de montaje y animación en la universidad, pone distintas técnicas y lenguajes al servicio de una autonarración que recorre años y años de sus idas y venidas. Una “melodía” con la que ir descubriendo una carrera de fondo que está destinada a nuevas vidas en el futuro.

En conversación con Cine con Ñ, Amaya Villar Navascués explica que el gérmen de Contigo, contigo, y sin mí está en una ruptura en concreto en 2012, un quiebre clave que, claro, también ocupa el núcleo central de la película: “Fue por todo el sentimiento de culpabilidad que se generó en mí con esa historia. Yo quería explicarme, y la manera que tengo yo de explicarme es haciendo vídeos, de manera audiovisual. Empecé una fase de búsqueda tremenda en la literatura, en la filosofía, en la neurociencia o la antropología para entender qué me había ocurrido”.

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La directora y guionista de ‘Contigo, contigo, y sin mí’, Amaya Villar Navascués

Ese impulso natural por grabarlo todo de Villar desde que era una teenager ha terminado por ser el principal material para hacer la película. Unas imágenes que flotaron entre archivos y carpetas durante siete años hasta que vio una oportunidad de darles un nuevo próposito. “Cuando me enteré de que salían las primeras Residencias de la Academia de Cine, dije ‘esta es la mía’. Me encerré en casa una semana, abrí la caja de Pandora para ver el vídeo diario, que no había visto en siete años, hice un teaser y me seleccionaron. A partir de ahí ya no hubo marcha atrás”, cuenta la cineasta.

Con Fernando León de Aranoa como mentor, en Residencias la montadora se pudo permitir meterse de lleno en esas grabaciones espontáneas y empezar a estructurarlas: “Hizo que yo me pusiera a ver todo ese material de archivo y que decidiera que la película no iba a tratar solo de aquel capítulo de 2012, sino que se iba a ampliar a 20 años de vida, a un ensayo sobre el amor y sus fases, sobre las relaciones y las repeticiones”.

Porque Contigo, contigo y sin mí recorre de forma cronológica dos décadas de distintos romances con hombres. Así es como Amaya Villar va tomando “conciencia” del aprendizaje personal que puede extraer de esas relaciones y de sus decisiones: “He aprendido, a base de errores, a perdonarme y a pensar que somos humanos y que nos lo podemos permitir. Quitarnos esta culpa así tan cristiana y, a veces, tan machista”, comenta la directora.

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En un proceso tan personal, la directora y guionista de Contigo, contigo, y sin mí identifica el feminismo como una herramienta para el cambio: “Creo que el perdón a una misma, el empoderamiento en determinados momentos viene un poco de la mano de esas gafas moradas”, dice la creadora, que le permitieron también ver actitudes y situaciones equivocadas en las imágenes. “De repente, algo que antes veías como normal ya no lo es”, resume.

Al final, a lo que llega Navascués, también a través de una serie de mantras y leitmotivs, es a entender que “ya está bien, que me tengo que salvar yo. Intento sacar de ahí una visión positiva y ver qué podemos aprender de todo esta historia, algo que también le pueda ayudar a alguien al que también le haya podido pasar lo mismo”. Para ella, en un año duro a nivel personal, acabar y sacar la película ha sido “catártico” y “quitarse una mochila enorme”. Un proceso de liberación que ahora, al compartirla con la gente una sala de cine oscura, siente que “es el inicio de una nueva etapa”. Contigo y conmigo.

Portada: Contigo, contigo, y sin mí
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