La primera película como director y guionista de Javier Veiga se esfuerza en no ser lo de siempre, pero no supera sus lastres y prebendas
Amigos hasta la muerte: La justificación de la comedia

Amigos hasta la muerte reúne de nuevo a tres amigos, inseparables desde su etapa universitaria (Marta Hazas, Javier Veiga y Mauricio Ochmann), que han acabado mal por culpa de una grave “traición”. Toda la enemistad y tensión da un vuelco cuando descubren que uno de ellos va a morir, pero ninguno de los otros dos sabe muy bien cómo darle la noticia al desafortunado. Y, sobre todo, cómo recuperar el tiempo perdido con él.
El actor y director Javier Veiga se ha lanzado a hacer su primer largometraje después de la serie en la que ha trabajado como creador y protagonista en los últimos años: Pequeñas coincidencias (2018-2021). Si se ha visto la serie en Amazon Prime Video o los otros trabajos previos de Veiga —obviemos Gym Tony— hay una cosa que se sabe del director: su predilección por la comedia romántica. En Amigos hasta la muerte repite, aunque esta vez le da una vuelta que tira más por la buddy movie a tres, en el que el amor romántico se sustituye por el amor “fraternal”.
Veiga combina convencido humor, vitalismo y emotividad en esta pequeña película presentada en el Festival de Málaga, una de buenas intenciones y flojos resultados. Aunque se esfuerce mucho en salirse del molde en la estructura de su guión y se arriesgue con los giros, Amigos hasta la muerte no consigue disimular que es una comedia conservadora en forma y fondo. Aunque se esfuerza en resultar moderna con todo tipo de recursos, se salva a duras penas del cartón piedra.
Amigos hasta la muerte y el turismo hispanohablante

Amigos hasta la muerte sufre algunos de los males que se vienen repitiendo en las producciones y coproducciones españolas de los últimos tiempos, especialmente en las comedias. Primero, servir como mero pretexto para promocionar el turismo en alguna zona de España o del extranjero. Los paisajes exteriores no son algo que está incorporado y suma a la historia, es simplemente un decorado del que presumir y enseñar para que vengan a ver la comunidad autónoma X, en este caso Galicia.
Y luego está, asociada a lo anterior, la búsqueda indiscriminada del mercado hispanohablante. Aquí Mauricio Hochman, un actor interesante que demuestra sus dotes para la comedia, podría haberse sustituido por un japonés y su personaje podría habría sido muy similar. No importa la cultura mexicana o lo que puede aportar el contraste, más allá de dos chistes; solo se quiere usar una cara conocida que sirva para que el producto no caiga en saco roto cuando llegue al catálogo de la plataforma de turno en Latinoamérica o en Prime Video en España.
Estos elementos obvios en la ecuación podrían pasarse por alto en algunos casos, pero influencian y mucho el tipo de película (planos, situaciones, etc…) que es Amigos hasta la muerte. No solo es que no están justificadas algunas escenas, es que restan al concepto cómico o dramático de varias de ellas. Si estos son los “peajes” que hay que pagar por hacer la película, algo que supongo que habrá pasado para encontrar financiación, tienen que formar parte de la propuesta de otra forma, menos superficial, más integrada.
Humanidad a más tardar

Más allá de su sentido del humor, que cada uno podrá juzgar qué le hace gracia a estas alturas de siglo XXI, es también cierto que Veiga se ha esforzado en darle al todo una estructura intercalada en distintos tiempos y recursos (algunos mejores que otros) que descolocan y que luego van tomando un sentido. Quizá, demasiado tarde. La película en su zona central entra en barrena por su excesiva dependencia del giro final en su último tercio. Compensa a nivel emotivo pero frustra demasiado el dinamismo de las situaciones y el humor de varias secuencias de “equívoco”, ya repetitivas.
El noble empeño del director y guionista de darle al todo una cierta reflexión sobre el valor único de la amistad queda un poco desdibujada, incluso superficial en algunos momentos de pura frase de post de Instagram. En cualquier caso, sus últimas secuencias dejan adivinar que sí había algo de verdad vitalista debajo de todo este envoltorio, algún concepto rescatable de humanidad. Una comedia alejada más del mainstream siempre es bienvenida, pero Amigos hasta la muerte se queda corta a la hora de justificarse a sí misma.
Imágenes: Amigos hasta la muerte (Montaje de portada: Cine con Ñ)
