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100 años de Joaquín Romero Marchent, el legendario director de wésterns admirado por Tarantino

Ensombrecido por el centenario de Berlanga y Fernán Gómez, el mayor de los Marchent desarrolló una carrera con todo tipo de películas y, por supuesto, un brillo especial desde el Oeste

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Se cumplen 100 años del nacimiento del director y guionista Joaquín Romero Marchent. Ensombrecido por coincidir con los centenarios del nacimiento de dos figuras capitales del cine español como Luis García Berlanga y Fernando Fernán Gómez, Filomoteca Española ha anunciado hoy que, en los próximo meses, ofrecerá un acercamiento a la obra del conocido pionero del western en España -incluso antes que su hermano Rafael-. Aunque su obra es diversa, es su huella en el subgénero spaghetti o chorizo la que le ha granjeado admiración y ser una referencia hasta para un tal Quentin Tarantino.

Mayor de cuatro hermanos, el joven Joaquín Romero Marchent empezó en el cine a mediados de los años 40 de la mano de su padre, que había fundado la productora Intercontinental Films. Tras truncarse su carrera en el fútbol y probar distintos estudios, Marchent decidió acercarse a la maltrecha industria como tantos lo hacían entonces: formándose desde dentro. Escribía guiones y aprendía -como ayudante o auxiliar de dirección- al lado de directores importantes de la época como Díaz Morales, José María Forqué o Luis Lucía.

Los inicios, la pionera incursión en el Oeste y las comedias de los 50

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El Coyote de Romero Marchent


En 1953, Romero Marchent dio el salto que esperaba y dirigió la policíaca Juzgado permanente, un acercamiento al cine negro que fue valorado positivamente, pero que pasó desaparcibido en taquilla. Aún así, Romero Marchent pudo rápidamente desarrollar otro de sus guiones que tenía listos: Sor Angélica (1954), su nueva versión de un exitoso drama religioso de 1934 -y que hasta hace poco se consideraba perdido-.

Pese a que pudo hacer estos dos primeros trabajos más personales, Romero Marchent pasaría a la historia del cine español por los dos encargos que le cayeron justo después -el director original abandonó el proyecto- y que tuvo que rodar muy rápido y simultanéamente: El Coyote (1955) y La justicia de El Coyote (1955), que han quedado como las primeras auténticas películas del Oeste español. El director hizo como pudo estas coproducciones con México -escritas por Jesús Franco- con el héroe enmascarado de las novelas de José Mallorquí como protagonista.

Pero Merchant no continuó con el género que le haría un sitio después en la máquina del spaghetti, sino que en la segunda mitad de los 50 se dedicó a escribir y dirigir comedias dramáticas con ciertos toques naturalistas. Para hacerlo se apoyó en el carisma de populares actores cómicos como Miguel Gila (El hombre que viajaba despacito, 1957) -al que había conocido en el rodaje de Sor Angélica-, José Luis Ozores (El hombre del paraguas blanco, 1958) -en la que se estableció una primera coproducción con Italia- y Pepe Isbert, con el haría la película más afortunada de esta etapa: Fulano y Mengano (1959).

El desarrollo del western español


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Antes llega la muerte (1964)

Romero Marchent no tuvo demasiada suerte comercial con estas tres comedias y decidió volver al spaghetti western por donde lo había dejado, aunque con más garantías económicas y experiencia. Junto al coproductor de la saga de El Coyote, Eduardo Manzanos, que olía el dinero que había detrás de estas producciones (puso en marcha el decorado Golden City en Hoyo de Manzanares), volvió al arquetipo del héroe enmascarado junto a Jesús Franco primero y luego, claro, a José Mallorquí en La venganza del Zorro (1962) y Cabalgando hacia la muerte (1962), que fue la primera coproducción francesa y, sobre todo, italiana -con el productor Alberto Grimaldi como figura clave (PEA)- del director.

El buen resultado de ambas -y de la siguiente colaboración con Mallorquí en el guión, Tres hombres buenos (1963)- , las facilidades de producción y la progresiva explosión del subgénero en Europa animó a Joaquín Romero Marchent a dirigir hasta 7 westerns en 6 años. Ya asentado como experto en los códigos y estilos del western y con su propia productora, Centauro Films, esta fue su época más celebrada, en la que destacan películas como El sabor de la venganza (1963), Antes llega la muerte (1964) o La muerte cumple condena (1966).

Con Sergio Leone y otros cineastas ya abriéndose camino, Romero Marchent es considerado ya a principios de los 60 como una referencia en el subgénero por su dominio de la técnica, su condensación dramática y su capacidad de captar la atmósfera del Oeste. Lo hace aún hoy un destacado amante del cine de género como Quentin Tarantino, que se ha confesado fan de los hermanos Marchent en varias ocasiones, incluso haciendo referencia directa a dos películas de Rafael Romero Marchent como Garringo (1969) en Érase una vez… en Hollywood (2019) o colgando un cartel de El límite del amor (1976) en Death proof (2007).

Curro Jiménez, declive y el legado a recuperar

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CurroJiménez (1976-1979)

Condenados a vivir (1972) y, sobre todo, la serie Curro Jiménez (1976-79) fueron las últimas incursiones de Romero Marchent en el western. Aún hoy se reconocen los aciertos de la serie protagonizada por Sancho Gracia durante tres temporadas, que se hizo muy popular en la primera Transición. Pero más allá de esas dos excepciones, los años 70, marcarían nuevos caminos para Romero Marchent, que seguiría dirigiendo otro tipo de películas, dramas y comedias principalmente, que no tuvieron gran relevancia en su carrera. Además de por el resurgir de Curro Jiménez de los 90, su última película fue Las fantasías de Cuny (1984).

Con el anuncio de Filmoteca Española de un acercamiento a su obra con motivo de su centenario, se abren vías para la revalorización de Joaquín Romero Marchent en la historia del cine español. Nuevos espacios y audiencias para un director no demasiado bien considerado en su época, pero que demostró ampliamente su capacidad en todo tipo de cine y aportó muchas de las bases y de los brillos de la época dorada del western en España. Quizá sea el momento para que salga de la admiración de nicho y se incorpore naturalmente a los nombres que han marcado nuestra cinematografía,

Imagen portada: El sabor de la venganza (Joaquín Romero Marchent, 1963)
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