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Vasil: Más alla del ‘extranjero excepcional’

Muy buena película que frustra las formas de la dramedia confortable para hablarnos con inteligencia de la soledad

Vasil: Más alla del 'extranjero excepcional' 1

Un día cualquiera, Alfredo (Karra Elejalde), un arquitecto jubilado, acoge a un completo desconocido en su casa. Para sorpresa de su hija (Alexandra Jiménez), Alfredo asume la convivencia temporal con Vasil (Ivan Barnev), un búlgaro de mediada edad que, tras perder su trabajo, se ha quedado en la calle. Experto jugador de bridge y ajedrez, la aparición de Vasil empieza a cambiar ciertas dinámicas sociales y familiares.

Avelina Prat dirige su primera película con esta historia basada en su propia experiencia y la de su padre. Leído el argumento del primer párrafo se la podría etiquetar facilmente como una dramedia de corte feel good, como una de esas películas en las que aparece un ser de luz -en este caso, un búlgaro que juega bien al bridge y al ajedrez-, y este empieza a cambiar la dinámica negativa del resto de personajes. Pero no es el caso:Vasil coge las formas suaves de este tipo de películas bienintencionadas para frustrar sus expectativas y problematizar algunas conductas de fondo. Sin cargar las tintas y sin edulcorar.

Vasil toca temas complejos y mundanos desde la sencillez y la literalidad expositiva, que es muchas veces lo más complicado. Prat sigue el camino propio de su historia sin echar cuentas a nadie, siendo tan absurdamente coherente, contradictoria e irracional como lo son las conductas humanas más basicas que quiere retratar. Aunque tiene claros toques cómicos, la película abraza la indeterminación de géneros -lo cual descolocará a más de uno- y se queda en una zona gris más estimulante.

Vasil, ese extranjero que nos hizo cambiar

Vasil

Como ya hemos dicho, la sinopsis deVasil puede sonar de algo. La película parece reproducir los tropos del pensamiento positivo e integrador y el arco redentor para sus personajes desnortados. Es cine alrededor de una figura que podríamos llamar el ‘extranjero excepcional’ (una mezcla de excepción y de extraordinario), esa persona que viene de fuera y que, pese al choque cultural y a no encajar al principio, acaba por hacer ser una bendición para todo ateo.

El ‘extranjero excepcional’ nos conquista, nos quita prejuicios y nos hace mejores personas. Su visión de la vida es distinta y, en último término, mejor. Un personaje que, en sus multiples declinaciones, encontramos en películas tan distintas como Calabuch (Luis García Berlanga, 1958), Bwana (Imanol Uribe, 1998) o Un cuento chino (Sebastián Borensztein, 2008), por citar algunas cercanas.

Prat parece ser consciente de los problemas de romantizar al migrante o lo conflictivo de contribuir al arquetipo idealista de “la persona de fuera que sí se porta bien”. Sin renunciar a contar una historia -su historia- con muchos elementos tiernos y un outsider luminoso (fantástico Ivan Barnev), confronta sus propias contradicciones a través de distintos elementos, que van desde las fallas estructurales del sistema en la integración hasta el clasismo más evidente, pasando por comentarios microxenófobos de las supuestas intelectuales del filme.

La insoportable soledad del ajedrecista

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Prat usa el esquema del ‘extranjero excepcional’ para ir cambiándole la lógica y las prioridades, jugando con las expectativas de aquel que busca referencias que pueda reconocer. La película está bien dirigida porque recoge un lenguaje cinematográfico confortable y lo lleva a otro sitio: al alargamiento de las secuencias y la ruptura del ritmo cómico, a los pequeños detalles de las conversaciones, a elipsis esperables que no ocurren y a secuencias de un dramatismo imperdible que no vemos, simplemente nos las cuentan luego. Como nos pasa tantas veces.

La poco invasiva fotografía de Santiago Racaj está al servicio de una narración aparentemente funcional y sencilla, pero que está mucho más pendiente del afecto que del efecto de lo que parece. Prat prefiere ser sincera hasta el final con los actos y la forma de ser de sus personajes, aunque siempre les da un espacio para sacar algo en claro de esa situación distinta que les llevó a conocerse o no.

Así es como nos acabamos dando cuenta Vasil nunca había sido una película de ‘extranjero excepcional’, sino una sobre la soledad. Una sobre un vacío que rellenar entre personas que se encuentran, se reconocen e intentan conectar de nuevo con aquellos que quieren. Estén lejos o cerca.
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