Elvira Sánchez Poxon y Christian Bagnat dirigen un documental sobre la comunidad paraguaya en la ciudad castellana que tiene su premiere internacional en el Festival de Marsella
‘Tembiapo Pyharegua’ convierte Cuenca en un paisaje exótico narrado en lengua guaraní

Paisajes de Cuenca, España, narrados con el sonido de un rezo guaraní. La exotización de la España vaciada filtrada por una comunidad migrante en perpetuo cambio que asociamos a ciudades más grande y cosmopolitas y al mismo tiempo la sensación del “nunca pasa nada”, esa quietud del tiempo, y su crueldad asociada, de la Calle Mayor de Juan Antonio Bardem, traída a la actualidad multiétnica y multicultural y a la narración experimental del documental de creación. “En la película es constante este choque. Alguien baila en una calle de piedra, alguien canta en un bosque, alguien duerme a la intemperie. Pedro invoca un recuerdo y reza desde un lago”.
Tembiapo Pyharegua es la película de Elvira Sánchez Poxon y Christian Bagnat que tiene su premiere internacional este 7 de julio en el Festival de Marsella dentro de la Competición Internacional. Un largometraje rodado a fuego lento a lo largo de varios años registrando la actividad de la comunidad paraguaya en la ciudad castellana y su evolución y que tiene su origen en la revisión por parte de ambos del material acumulado en sus propios discos duros durante la pandemia. Un trabajo con alta escasez de medios que explica, entre otras cosas, el formato 4:3: “Es un equipo modesto pero que nos ha otorgado mucha libertad e independencia a la hora de trabajar”.
Tembiapo Pyharegua significa ‘trabajo nocturno’ en guaraní y arranca casi como un título irónico, ya que las primeras imágenes que vemos son de fotografías tomadas por la noche en las que se ve a personas en un descampado, bueno, en fin, haciendo lo que se hace un descampado en verano aprovechando la ausencia de luz. Pero Sánchez y Bagnat no retratan este momento desde la sordidez o la ironía, sino que extraen de él cierta poesía: “

“Las fotos tienen algo melancólico, de gente solitaria buscando afectos y muestran una comunidad nocturna e instantánea. Esta comunidad necesita juntarse para cuidarse, para protegerse y amarse y nos ayuda a pensar en la fragilidad de nuestra comunidad paraguaya. La noche simboliza un espacio tiempo donde ocurre todo. La noche onírica donde se sueña, donde todo es posible”, explican.
El conquense guaraní
La construcción de la película se hace sobre el contraste entre el entorno, que asociamos con una españolidad esencial y normalmente abandonada por su condición de periferia —aunque geográficamente no lo sea— y esa comunidad guaraní con su evolución constante, sus problemas asociados al trabajo a la vivienda o su segunda generación que ya se siente más integrada en el territorio y se expresa en lenguajes que, vía redes sociales o crianza, acaba resultando más universal.
“En la película hay una parte de cine ensayo en la que a través de los animales reflexiona sobre lo exótico; la sorpresa a lo distinto con la finalidad de la apropiación y su posterior explotación“, responden a Cine con Ñ Sánchez Poxon y Bagnat. La mirada decolonial, en este caso dirigida hacia dentro, busca hacer chocar al espectador español con que incluso los rincones más cotidianos de nuestra geografía pueden ser exóticos o presentarse desde el extrañamiento si quien los vive es alguien considerado como el “otro” o en una lengua extranjera.

El documental, a pesar de de darle su espacio a las generaciones más jóvenes, es incapaz de responder a si su vivencia es más integrada o menos problemática. Simplemente los presenta e, igual que a los demás, da la oportunidad a los paraguayos de Cuenca de contarse a sí mismos. Si es posible una experiencia más deconstruida de esa identidad cultura fluctuante, “no tenemos una respuesta, aunque nos gustaría ser optimistas”, señalan los directores.
El centro de la vida
Por otro lado, Tembiapo Pyharegua afronta estos debates de la precariedad o la mitad decolonial sin hacerlos explícitos, aunque por momentos tome forma de documental convencional para colocar a algunos de los miembros de esa comunidad guaraní conquense de frente a la cámara para contar sus historias. Y aún así se resiste a ser excesivamente explícito al narrar sus dificultades económicas.
Tal y como explican los directores, “nunca nos intereso el cine miserable, que convierte a la pobreza o a la tragedia de otro en un objeto de consumo. Los relatos mas duros o difíciles están presentados de manera personal y en forma de adagio (de consejo a otro). Consideramos nuestra película luminosa. Las personas que filmamos las hemos ido conociendo a lo largo de estos años y algunos se han convertido en nuestros amigos. Intentamos comprender y acompañar sus deseos y preocupaciones”.
Preguntados por el hilo conductor de Tembiapo Pyharegua, que lo mismo rueda a chavales charlando en un parque que la reconstrucción de rituales tradicionales guaraníes en obras abandonadas de la burbuja inmobiliaria, los directores remiten al poema ‘El centro de nuestra vida’, del poeta argentino Juan Manuel Inchauspe: “El centro de nuestra vida/es lo que importa/el centro/no la periferia abarrotada y estéril./La periferia de nuestra vida/que no pudimos prever/que hicimos/que se hizo/y que va y viene/con nosotros./El centro oculto de nuestra vida/es lo que vale”.
Imágenes: Tembiapo Pyharegua – Elvira Sánchez Poxon y Christian Bagnat
