La cinta de Carlos Arévalo llega restaurada a FlixOlé como leyenda del cine político de los 40 y tras varias “resurrecciones”
Las siete vidas de ‘Rojo y negro’, la película demasiado falangista para el franquismo

Rojo y negro, el clásico de los 40 de Carlos Arévalo, nunca muere. La película es casi legendaria por su presunta censura por parte del Franquismo a pesar de ser un producto de la propaganda de Falange, o quizás precisamente por serlo de forma demasiado esencial. Al mismo tiempo su restauración le ha dado una nueva vida y cada recuperación permite engrandecer la leyenda de la película falangista en la que los republicanos eran buenas personas.
Ahora, dentro del signo de los tiempos, llega el turno de FlixOlé. La versión restaurada del clásico se estrena en la plataforma tras haber estado disponible online vía Filmoteca Española, además de ser exhibida en el Cine Doré, y lo hace con la vitola de filme perseguido por Franco, aunque algunos historiadores hayan puesto en duda que llegara a prohibirse su exhibición.
En el catálogo hará compañía a cintas como Frente de Madrid (Edgar Neville1939), coproducción con Italia que había tenido sus más y sus menos con la censura y no acabó de ser bien vista por las autoridades del momento debido a que el final insinuaba una reconciliación entre ambos bandos basada en valores cristianos y humanistas. No obstante, esta película de Neville fue precedente necesario para que Arévalo viese posible la suya.
Pero, ¿estuvo prohibida Rojo y negro?

El historiador del cine Alberto Elena puso en duda que se llegase a prohibir de forma efectiva el filme. Más bien, argumenta a través de testimonios de la época, la productora CEPICSA pudo decidir guardarla en un cajón, mitad quizás por las incomodidades políticas que pudiese provocar, mitad por decidir promocionar en aquel momento otros títulos más inofensivos a los que intuía un mejor recorrido comercial.
El mismísimo Vizcaíno Casas dudó de dicha prohibición desde una postura franquista, alegando que la retirada de la película era demasiado conveniente para la propaganda contraria al Régimen. Elena considera su opinión interesada, en la medida en la que Vizcaíno quiere negar que existiese un cine político en la posguerra, pero coincide en pensar que la abrupta desaparición de cartelera de la película y su ausencia de “padrinos” interesados en rescatarla pudo dotarla de un aura heroica que quizás no tuvo en primer lugar.
Además Carlos Arévalo estuvo sin dirigir 12 años debido a numerosos choques con la censura que contribuyeron a alimentar la idea de que estaba “señalado” por dirigir un filme que incluso coqueteaba con la condena de la pena de muerte. La posterior pérdida de peso político de Falange dentro del Franquismo hacía verosímil que la película más cercana al momento de la guerra y el ideario puramente joseantoniano se hubiese barrido bajo una alfombra.
José Lorenzo García Fernández publicó un extenso estudio en su propio blog en que el especula con un pacto entre las autoridades cinematográficas y CEPICSA para evitar polémicas entre el Ejército y los falangistas. Los altos mandos presentes en el estreno de la película la habrían encontrado “intolerable”, a decir de los testimonios de la época, y la productora pudo encontrar aceptable, a cambio de retirar el título sin ruido de los carteles, los derechos de distribución de algún título extranjero.
La película maldita

Rojo y negro contaba la historia de amor entre un comunista y una falangista en el Madrid de la Guerra Civil y se estrenó cuando todavía la División Azul andaba por Rusia. Brillante no solo en la humanidad de sus personajes, sino en su puesta en escena y el uso de la elipsis, además de la interpretación de Conchita Montenegro, fue una película bien recibida por la crítica -sobre todo la falangista, pero no solo- aunque no un éxito de público para la época.
Montenegro une al aura maldita de la película la suya propia de actriz de enorme talento posteriormente olvidada. Estrella internacional en los 30, durante los que desarrolla su carrera entre EEUU, Francia e Italia, se retiró tras casarse en 1944. Rojo y negro fue una de las escasas cuatro películas que rodó tras su regreso a España al acabar la Guerra Civil. Una vez fuera de la industria del cine, nunca quiso volver a ella ni cuando se le ofreció la Medalla al Mérito Artístico.
La Filmoteca recuperó una copia en los años 90 y posteriormente la restauró. En 2016 se proyectó en Documenta Madrid. El año pasado se pudo ver tras la desescalada en el Cine Doré y la propia Filmoteca la tuvo disponible online. La que llega a la plataforma de streaming es un versión restaurada en calidad 4k en las instalaciones de Video Mercury.
El interés de Rojo y negro para el espectador actual no está solo en el testimonio de una época o de un punto de vista muchas veces olvidado -el del falangismo que no comulgaba con el Régimen-, también en el de una narración completamente moderna y unos personajes escritos para ser humanos y complejos, ante en su idealismo como en su miseria. Algo que a estas alturas tampoco nos viene tan mal.
