40 años después de su muerte, los arquetipos cinematográficos del actor mantienen su fuerza como foto y puente de dos épocas
Han pasado ya 40 años desde que murió, pero Paco Martínez Soria sigue siendo hoy un icono reconocible. La imagen del actor como el arquetipo del abuelo y el señor mayor que viene del pueblo, tan popular en los 60 y 70, aún hoy se comparte y se entiende en las redes sociales. Ahí funciona todavía como el meme del paleto de la mueca y la boina, que casi se han convertido en el equivalente español al bombín y el bastón del personaje de Charlot.
Esta identificación colectiva de Paco Martínez Soria en pleno 2022 dan una buena idea de hasta qué punto el actor y el tipo de personaje que hizo están incrustados en la memoria colectiva de los españoles. Fue tal el éxito de aquel hombre, convertido en una estrella del cine pasados los 60 años de edad, que podemos ver algo suyo en prácticamente todos los abuelos cómicos que han venido después en nuestro cine y, especialmente, en la televisión. Ahora una colección especial en FlixOlé nos lo vuelve a recordar.
Paco Martínez Soria, un hombre de teatro y secundario en el cine

Su éxito de masas tardío, similar al que había conseguido antes Pepe Isbert -nuestro anterior abuelo oficial canonizado en La gran familia (1962)-, significó más de una decena de películas como protagonista y estrella absoluta para un actor que llevaba más de 30 años dedicándose principalmente a las tablas. Ahí lideró, sin apenas experiencia en la profesión, su propia compañía y su teatro, el ya derruido Teatro Talia (durante un tiempo rebautizado como Teatro Martínez Soria).
El esforzado actor y empresario había intentado dar antes el salto al cine de la mano de su amigo y colaborador Ignacio F. Iquino, pero solo consiguió un papel protagonista en el maltrecho cine que se hizo durante la Guerra Civil (Paquete, el fotógrafo público nº1). Sin el perfil para hacer del galán y héroe histórico que estaba tan en boga en el primer cine franquista, Paco Martínez Soria se acabó convirtiendo en un valorado secundario durante las primeras décadas del franquismo. Un descargo cómico fiable que había aprendido de los mejores, como su mentor Rafael López Somoza, pero al que no se le consideraba para liderar ningún reparto.
El boom de La ciudad no es para mí
La llegada de Paco Martínez Soria al estrellato en el cine tenía que ser a través del que había sido su gran escaparate: el teatro. Ahí fue donde se estrenó por primera vez en 1962 La ciudad no es para mí, un libreto escrito por el famoso filólogo Fernando Lázaro Carreter (con pseudónimo) que se convirtió en un auténtico bombazo en Barcelona y Madrid. El éxito teatral animó al coguionista y productor Pedro Masó, propietario de los derechos, a llevarla al cine de la mano de «don Paco», que la había convertido en un hit instantáneo.
La versión cinematográfica de La ciudad no es para mí (1966), dirigida por Pedro Lazaga, se convirtió en un fenómeno: más de 4 millones de espectadores fueron a verla a las salas, siendo una de las películas españolas más populares de la década. Así es como su personaje, Agustín Valverde, se convirtió en el mito fundacional al que se asociaría para siempre a Paco Martínez Soria. Había llegado a nuestras vidas el abuelo rural por defecto, ese basto y entrañable hombre que no entendía la modernidad pero que quería lo mejor para sus hijos y nietos.
El cateto por antonomasia
Ese molde arquetípico de La ciudad no es para mí se mantendría, con sus variaciones, en películas como ¿Qué hacemos con los hijos? (1967) -en su versión taxista y generacional-, El turismo es un gran invento (1968), Abuelo made in Spain (1969), Se armó el belén (1969) -en su vertiente católica-, Hay que educar a Papá (1971), Vaya par de gemelos (1978) y Es peligroso casarse a los 60 (1980). El festival gestual, de expresiones y acentos de Paco Martínez Soria era perfecto para encarnar al hombre tradicional que se resistía con gracia a los cambios que ya introducía el desarrollismo económico en la España de entonces con su metrópoli, su turismo y sus proyectadas costumbres burguesas.
Aquel hombre bajito con canas, de rasgos faciales fuertes y acento maño/castellano, era la viva imagen del español medio de provincias que aún se asociaba a cierta idea del superviviente de la posguerra. Martínez-Soria (que había pasado penurias en sus propias carnes) sabía darle una comicidad para resultar pícaro y astracanado en cada ocurrencia y, al mismo tiempo, darle una humanidad que salvaba de una caricatura ofensiva o demasiado exagerada a su cateto de la tercera edad. Había nacido una estrella sexageneria que hacía reír a todos.
Ese modelo cómico del castizo y atrasado señor del pueblo no era, claro, un invento del propio Paco Martínez Soria o los guionistas de sus películas. Su cine estaba casi todo basado en obras de teatro cómicas que recogían esa tradición de lugares comunes y reencarnaciones del campo español que, a su vez, bebía de las fuentes literarias que construyeron al español de la «España profunda» (el canónico Sancho Panza, la picaresca, el romancero…). Pero el avance económico de la época que quería proyectar el régimen en los 70 le dieron al arquetipo una actualidad cómica que un animal del humor como Martínez-Soria representaba como ningún otro.
Plan: modernizar al abuelo
La edad de oro de Paco Martínez Soria como estrella de la taquilla se estiró durante más de 10 años, pero mantuvo el tirón comercial hasta el fin de sus días. Ya en los 80 estrenó La tía de Carlos (1982), y poco después murió. Las más celebradas y populares fueron las que hizo junto a Pedro Lazaga, veterano director que supo sacarle partido a su dominio de la escena y el ritmo, y las que escribieron Masó y Vicente Coello, expertos en adaptaciones teatrales y en contraponer algunos de esos cambios sociales que se vivían entonces con la imperante mentalidad conservadora.
Es verdad que en ese período de 17 años de mucha actividad cinematográfica, que el actor se tomaba muy en serio y en la que quiso siempre ser la figura principal, no solo interpretó ese recordado modelo de recio señor de pueblo. Sobre todo ya en los 70, sus personajes dejaron de llevar tanta boina y representaron más un rol de abuelo, padre y marido urbano que, de alguna manera, se veía metido en algún lío. Está en Don erre que erre (1970), El padre de la criatura (1972), El abuelo tiene un plan (1973), El calzonazos (1974), El alegre divorciado (1975), Estoy hecho un chaval (1976) y la propia La tía de Carlos (1982).
Aunque no abandonaría del todo al paleto que le hizo triunfar, las productoras intentaron modernizar un poco la figura de Paco Martínez Soria sin que abandonase su esencia recia, innegociable tanto para él como para su devota masa de espectadores. Mientras el país vivía los mayores cambios sociales y políticos en 40 años, Martínez Soria se reciclaba en esa figura paternal más irreverente, picantona, con ese toque de incorregible viejo verde con las mujeres que hoy resulta menos simpático que entonces. La apertura y el fin de la censura le llevaron por caminos más estrafalarios, de morbo y disfraz, para intentar seguir enganchando a un público voraz de novedades en la retina.
El puente de la comedia

Esta segunda versión del actor es la que mejor explica cómo sus películas sirvieron de puente dentro de la comedia española. El cine de Paco Martínez Soria está situado entre la controlada comedia del segundo franquismo, un estilo blanco y rosa que se puede ejemplificar en la propia saga de La gran familia o las películas de Ágata Films, y el que vendría a finales de los 70 y 80, con el destape y las gamberras comedias de Ozores con Pajares, Esteso y compañía. Muy sensibles al gusto del público, las de Martínez Soria son la auténtica Transición, el paso entre un estilo de comedia popular y el otro.
Los vaivenes y cambios dentro de la comedia comercial española son una buena foto de nuestra sociedad en un determinado momento, aunque sea en una vertiente más conservadora. Lo fueron también los casi 20 años en el cine español del veterano actor, para siempre el abuelo oficial de España, el incorregible padre metido en líos. Una marca que aún hoy se vende por sí sola y que ha influido a todos los cómicos “de pueblo” que vinieron después, se llamen Marianico El Corto o Muchachada Nui. Ya sea en forma de festival en su Tarazona natal o como imagen en un grupo de WhatsApp, Paco Martínez Soria sigue viviendo.
Puedes disfrutar de las películas de Paco Martínez Soria en la colección dedicada en FlixOlé.
