La película de Galán Galindo es un sincero guiño constante.
Orígenes Secretos: Si lo veía todo Dios, no es ser friki

La película de David Galán Galindo no hace trampas con su misterio ni toma al espectador por tonto
El inspector David Valentín persigue a un asesino en serie que mata reproduciendo los orígenes de superhéroes de tebeo. Para su investigación necesitará la ayuda de Jorge Elías, vendedor de una tienda de cómics e hijo de otro veterano policía a punto de jubilarse, y de Norma, la jefa de homicidios aficionada al manga y el cosplay.
Atención: Spoilers. Se desvelan giros de la trama y la identidad del asesino.
Existen dos clases de espectadores de películas de superhéroes. Están los que creen que Joker (2019), de Todd Phillips, es un profundo análisis de la psique humana y los problemas socioeconómicos de nuestro tiempo. Luego están los que son como mi señora hermana, que cuando te mosqueas por una laguna en el guión de Thor: Ragnarock te señala lo ridículo de ponerse a buscar lagunas al guión de Thor: Ragnarock. Y te pide que te calles. Que viene la escena de Led Zeppelin.
Personalmente tengo que confesar que un policial que tiene a Antonio Resines llamando a su hijo de 35 años con el que cohabita para cenar croquetas mientras ven la tele me tiene ganado. Si a eso le añades una inspectora jefa que irrumpe en la morgue gritando “¡Me cago en San Pito Pato!” disfrazada de Sailor Moon, lo católico es recomendar el visionado.
La escasa hora y media de Orígenes secretos se pasa volando. Es graciosa sin dejar de tomarse en serio. Su guión es redondo, casi de manual, sembrando para luego recoger, y no hace trampas con su misterio ni toma al espectador por tonto. Está llena de guiños -no sólo a la Marvel&Co, el personaje de Antonio Resines se llama Cosme Galiardo, y quien tenga oídos que oiga-, alguno que entra con calzador, pero los hacen personajes que tiene sentido que hablen así y, al menos en opinión de este juntaletras, no molestan a la trama porque la misma esencia de lo que pasa es ser un guiño constante.
Dirige David Galán Galindo, que adapta -a medias al guión con Fernando Navarro- su propia novela del mismo título publicada en 2016 y relanzada con motivo del estreno de la película. En su currículum se encuentran los guiones de Sé lo que hicistéis… y En el aire… de Buenafuente, además de varios premios de cortometraje, como en el Notodofilmfest con su obra Rigor. Siendo esta una de las pocas ocasiones en las que un autor se adapta a sí mismo podemos suponer que ha sido bastante fiel tanto al tono como a las intenciones del original.
Orígenes secretos, y esto aún no es spoiler porque el autor lo ha explicado en promoción, tiene tres partes bien diferenciadas por géneros: el thriller, descaradamente Seven en la presentación de los asesinatos; la buddy movie, con el madero estirado y su compañero friki tópico, y la película de superhéroes.
El collage se contagia a los personajes hasta el punto de que parecen estar viviendo cada uno en una historia diferente, en algo que uno se pregunta si no es otro guiño pero a Spiderman: Into the Spider-verse. El inspector Val (Javier Rey) es el único que se toma en serio que está en un policial, la inspectora Norma (Verónica Echegui) protagoniza la parodia de la película de su compañero y Jorge Elías (Brays Efe) es el primo de Leonard de The Big Bang Theory que se mudó al piso de enfrente de las chavalas de Por H o por B. Por otro lado los secundarios de Antonio Resines y Ernesto Alterio, que están inmensos, parecen venir uno de una de Urbizu de los 90 y el otro directamente de la adaptación de Mortadelo y Filemón de Javier Fesser.
En fin, vayan ustedes a verla y luego sigan leyendo, que hago revelaciones del tamaño de la cabeza de José Antonio Camacho.
Pero… ¿hubo alguna vez 11.000 frikis?
La promoción de esta película empezó muy bien o muy mal, según se mire. El Día del Orgullo Friki de este bendito año del señor de 2020 Netflix lanzó un clip que, en ausencia de contexto, daba una imagen de mierda sobre la película. Apenas dos minutos en los que el presunto grupo de inadaptados frikis coleccionistas de tebeos y aficionados a disfrazarse de mamarracha hacían bullying a un madero por “no haber estudiao”. Cabe preguntarse, a estas alturas y tras polémicas como las de Mignonnes o el doblaje de Memorias de Idhún, si Netflix hace estas cosas a propósito para generar ruido. En cualquier caso, ese fragmento hacía parecer al film una recopilación de los peores tópicos sacados de The Big Bang Theory.
Galán Galindo lo defendió bien en las entrevistas: juzgar la película entera por ese fragmento es como creer que a la serie de Indiana Jones la representa una escena de Harrison Ford dando clase en la universidad. Sin embargo, justo antes de la batalla final el asesino comete el crimen que reproduce el origen de los X-Men: envenena con radiación la bebida de la fiesta de disfraces de Planeta K, la tienda de cómics Jorge Elías. Mientras sus amigos escupen los higadillos a su alrededor, el personaje murmura “un grupo de inadaptados sociales, odiados por todo el mundo”. Y, la verdad, ni en 2016 cuando se escribió la novela ni ahora eso es cierto.
A estas alturas del partido Iron Man y Frodo son tan mainstream como Messi -e igual de insoportables, si usted me apura-, y en concreto el origen de Batman, que es la base de toda esta película, se lo saben hasta las abuelas. La película más taquillera de la Historia del Cine(™) ahora mismo es una de los Vengadores. Lo friki en general y los superhéroes en particular ya no son más un nicho o subcultura. El pitagorín que se sabe las primeras apariciones de tal personaje en un tebeo de la Edad de Plata está más cerca de ese amigo que ve el programa de Maldini y se sabe las alineaciones de la liga turca que de Sheldon Cooper.
Rorschach de Chamberí
Orígenes secretos, en última instancia, es una versión castiza de El protegido de M. Night Shyamalan, en la que un villano urde un complicado plan para “crear” un superhéroe. En este caso, Vértice, cuya identidad secreta será la del inspector David Valentín, Val para los colegas. El forense Bruguera, una especie de Dexter si lo dibujase Vázquez o de Rorschach con estudios -los dos tienen su catarsis por la vía de un asesinato con descuartizamiento- llega a suicidarse para completar su plan en una secuencia que podría haber doblado Loulogio con un “¿Dónde está la muerte? ¿Aquí? ¡Pues voy!”.
Tras desfigurarse para permanecer anónimo, Novaro/Bruguera incluso pide al héroe que le salve la vida. “Ayúdame a subir. ¿No eras un policía?”. “¿Tú ves aquí algún policía? Yo soy Vértice”. Lo irónico, por cierto, es que el traje superheroico de Vértice está formado en parte por el uniforme antidisturbios del hermano mayor de Jorge Elías, muerto en acto de servicio. Que como me dijo una amiga muggle, esa parte está mejor de lo que parece porque un madero de cosplay es lo más parecido a un superhéroe que podrías ver en la vida real.
Y es ante el último tercio de la película, sobre todo la escena de la batalla final y el epílogo, donde cabe preguntarse qué ha intentado plasmar realmente Galán Galindo. Al explicar su planteamiento siempre ha admitido que él quería contar una historia de superhéroes españoles y como sabía que no iba a poder si no era desde la parodia decidió montar un policial para ser tomado en serio. El diálogo final entre los personajes de Alterio y Resines, de hecho, sería una muestra de sus inquietudes sobre el tema, y de alguna manera, aunque no lo admita de forma explícita, el villano, el Profesor Novaro, es él mismo. O lo somos todos los espectadores, que queremos que existan pijameros que hagan del mundo un lugar mejor. A hostias.
Porque en El protegido el personaje de Bruce Willis acaba sabiendo que todo fue una trampa de Don Cristal. Pero aquí Val ni siquiera es consciente de que Novaro se ha suicidado, cree que lo ha dejado morir. Y al final el villano “gana” cuando en el epílogo los protagonistas encuentran su “batcueva” y deciden utilizarla para mantener con vida a Vértice. Y mi pregunta es… ¿esa parte tiene que ser tomada “en serio”, o al menos todo lo “en serio” que uno se tome las pelis Marvel o de Batman? Porque durante dos tercios hemos visto una comedia. Con acción y misterio, sobre todo en el segundo acto, que homenajea a Arma Letal. Pero una comedia.
Por otro lado, la foto de enero de 2020 antes de la pandemia en el caso de Netflix España sería con El vecino, adaptación de Miguel Esteban y Raúl Navarro del tebeo de Santiago García y Pepo Pérez que se publicó entre 2004 y 2009. Diez capítulos de comedia costumbrista como diez soles para apenas introducir el universo de los personajes, y con el mismo final que la serie sobre Watchmen de Damon Lindelof: los poderes estarían mejor en manos de alguien con más responsabilidad que el cafre de Titán o el huevazos del Doctor Manhattan.
Es obvio que la primera película o serie “de superhéroes” española que esté “hecha en serio” está al caer, por un cúmulo de circunstancias que van desde la existencia de creadores con el conocimiento del género y la capacidad creativa del propio Galán Galindo hasta la “moda” del género sostenida por Disney y que Netflix vea negocio en estas adaptaciones. Probablemente el director de Orígenes secretos sería una buena elección para ser el escritor o director de esa hipotética peli en la que alguien pegue hostias volando sobre el Wanda Metropolitano o destruya con una onda vital la Torre Pelli de Sevilla. Por favor. Sin gente, pero dadle duro.
Pero hablábamos antes de que los “despertares” del Profesor Novaro y Rorschach son similares. Y de adaptaciones. En el Watchmen de Zach Snyder, a quien Odín confunda, cuando el personaje descubre la guarida del violador de niñas, este asesino intenta entregarse sin negar los hechos, afirmando que está enfermo y tiene un problema, diálogo inexistente en el cómic. A continuación Rorschach “nace” abriéndole la cabeza a machetazos al criminal, de nuevo al contrario que en las viñetas, donde descargaba su violencia contra los perros y su primera ejecución era provocando un incendio. Y parece que es lo mismo. Pero aunque fuese lo mismo, no es igual.
Porque a mi buscarle lagunas al guión de Thor: Ragnarock me parece de aguafiestas. Pero la conclusión es que Asgard no es un lugar, sino su gente. Y que incluso Loki puede cambiar.
José A. Cano (@caniferus)
