El director de fotografía José Luis Pecharromán debuta al frente de un largometraje con ‘La memoria escondida’, cuatro testimonios de personas de la tercera edad grabados desde la sensibilidad y la intimidad
Cotidianidad y blanco y negro: cómo rescatar a las personas LGTBI que sobrevivieron al franquismo

La memoria escondida es la historia de las vidas diarias de las personas LGTBI durante el franquismo y de toda esa homofobia que no desapareció con la muerte del dictador, sino que se fue modulando a lo largo de las décadas. Es un documental con cuatro historias de cuatro personas muy diferentes entre sí pero muy comunes que le explican a conocidos, dentro del plano, en charlas informales, sus experiencias en aquellos años, en un blanco y negro que iguala con la lejanía de los recuerdos esa reivindicación de unas identidades no normativas desde la cotidianidad y la tercera edad.
Para José Luis Pecharromán La memoria escondida era algo “de lo que tenía mucha necesidad de hablar desde hace mucho tiempo, por mi propia pertenencia al colectiva, pero no acababa de encontrar la manera”. La respuesta fue la búsqueda de cuatro testimonios cruzados y paralelos “para recordar de donde venimos” y que comenzaron con él hablando con uno de los participantes, Antonio, en la mesa de la cocina de su casa y mientras ejecutaba tareas del hogar cotidianas y que fue marcando el tono. Unas historias cuya selección ya representa una reflexión sobre esas vivencias: lo más difícil fue encontrar una mujer trans de la tercera edad que quisiese hablar.
Pecharromán es un veterano director de fotografía, sobre todo de series de televisión, trabajando entre otras en Los hombres de Paco, Vivir sin permiso, Hernán o la reciente Los pacientes del doctor García. Su documental se estreno en el pasado LesGaiCineMad, el Festival de Cine de temática LGTBIQ+ de Leganés, donde fue premiado con una Mención Especial del Jurado y el Premio del Público, y constituye su primera incursión como director de largometraje, una donde su experiencia previa ha sido determinante en la dirección artística y que además ha financiado a pulmón, con sus propios medios.
La intimidad del blanco y negro

“El blanco y negro es una elección estética pero también de producción”, explica a Cine con Ñ. “Por una parte servía para desnudar de elementos visuales, sobre todo de uno tan potente como es el color, un documental en el que al final lo fundamental iba a ser la palabra. Por otro, me permitía una dirección de arte más consciente, porque al tener un presupuesto limitado, tenía que emplear los colores que me encontraba en los sitios donde rodaba, y no coincidían necesariamente con las ideas de la narrativa. Era más sencillo vaciarlo de color y aprovechar la fuerza expresiva de esa ausencia para enmarcar la voz de los testimonios”.
Un elemento que complementó con lo inusual de la presentación de sus entrevistas. Frente al formato habitual del protagonista hablando a cámara o a una persona fuera de campo, en La memoria escondida los entrevistados charlan en el salón de su casa o en su cocina con conocidos suyos y a veces en común con el director, tomándose un té o un vaso de agua o mientras realizan alguna tarea doméstica. Un recurso que tuvo que ver con las primeras grabaciones, en las que Pecharromán se dejo a sí mismo dentro del plano mientras departía con Antonio, el primer testimonio que aparece, algo “que fue tan espontáneo como bien funcionó”.
“La entrevista clásica me parecía demasiado fría, y por otro lado esta forma de transmitir la emocionalidad de sus palabras era mejor para lo que yo quería hacer”, explica el cineasta. “Porque no quería que La memoria escondida fuese otro documental de hablar de que en tal año se promulgó la Ley de Peligrosidad Social o en tal año pasó otra cosa, sino uno desde la cotidianidad y la vivencia personal. Así que si eran conversaciones con personas que ellos y ellas eligiesen y les creasen una comodidad, eso al final contribuía a transmitir una intimidad mayor al espectador, llegar un poquito más al corazón”.
Diversidad LGTBI y tercera edad

Era muy importante “que estas historias la contasen ellas, porque cada vez ya van quedando menos personas que vivieron aquellos años, por pura biología. Dejar registro en primera persona, sin que otras veces falseen o intervengan. Que también llegue a los jóvenes que hoy tengan 18 años y decirles cómo han estado las cosas hace no tanto tiempo”. De hecho, aunque no era el objetivo, La memoria escondida acaba siendo también un documental sobre la identidad LGTBI y la tercera edad, en el que la búsqueda de representatividad incluso supuso un reto.
“Montse, la mujer trans que habla de su experiencia, nos llegó como caída del cielo”, explica Pecharromán. “Yo quería que hubiese un mosaico con una representación diversa del colectivo, pero quedan muy pocas mujeres trans de aquella época porque la mayoría lo han pasado muy mal, muchas se tuvieron que dedicar a la calle y quedaron devastadas”. Además “costaba encontrar a alguien que mantuviese vivo el activismo, porque es normal que con la edad nos acomodemos. En ese sentido, su participación ha sido clave, sin Montse no habría podido terminar el documental”.
La memoria escondida llega este jueves 22 a Cineteca Madrid y desde ahí comenzará el clásico periplo irregular de los documentales pequeños por las salas de España. Por el camino dejará los testimonios de dos hombres y dos mujeres de la tercera edad que recuerdan los tiempos en que los que ser llamado a filas era posible y se ponía en juego la propia integridad si se expresaba públicamente la identidad.
Imágenes: La memoria escondida – Begin Again
