Julián Génisson, director de ‘Inmotep’, habla de su experiencia con la especulación, el pánico a las imágenes de ‘stock’ y la artificiosidad de la vida (y el cine) contemporáneos
«La especulación inmobiliaria es una de las figuras contemporáneas del mal»

Actor, director y fundador de Canódromo Abandonado, Julián Génisson acaba de estrenar en salas Inmotep, su último largometraje, seleccionado en Róterdam y en el Festival de Sevilla, justo tras ganar en la sección Panorama España del Festival Internacional de Las Palmas. Se trata de una comedia de terror, un filme de terror con sentido del humor, sobre las imágenes de stock, la especulación inmobiliaria y el acceso a otras dimensiones sin diálogos ni moraleja posible.
La entrevista de Cine con Ñ a Julián Génisson se lleva a cabo por correo electrónico, de tal manera que tanto las preguntas como las respuestas, sin manipular por parte del redactor, trasladan la sensación de inhumanidad e irrealidad de la propia Inmotep y los extraños mundos en los que viven atrapados sus personajes.
¿Por qué una película sobre las imágenes de stock?
Hace un par de años Ciudadanos, el partido de stock, sacó una campaña ilustrada con imágenes de stock, por si fuera poco bastante extrañas (un señor abrazado a sí mismo, como intentando consolarse, etc.). Evidentemente ningún partido te habla a ti, sino al votante en general, pero esto ya era demasiado. Lo cierto es que vivimos rodeados de imágenes de stock (genéricas, intercambiables, multiusos, sin alma) que se hacen pasar por imágenes originales, y es importante darse cuenta de la diferencia, tanto como de la diferencia entre foto real y foto de IA. En realidad, toda imagen es de stock o puede llegar a serlo; hasta la imagen más íntima o ilegible que subes a Instagram puede acabar sirviendo para ilustrar lo que sea, al margen de la intención (o falta de intención) con que la subiste.
Perdón por generalizar, pero esto vale para todo: tu existencia singular, irrepetible, de la mayor importancia (para ti) puede servir de sugerencia de presentación de lo humano en general para alguien que no te conoce, por ejemplo un extraterrestre. No es solo que la foto que subes de un plato sea genérica, potencialmente de stock: también lo es la experiencia de comerlo, la digestión, el recuerdo, etc. El drama es que, aun así, no podemos evitar tomárnoslo todo como si fuera un asunto “personal” (como dicen en las películas de venganzas).
¿La pintura aparece como una alternativa más humana a esa búsqueda de atrapar la esencia de las cosas y los recuerdos en una instantánea?
La verdad es que no. De hecho, los cuadros que pinta una de las protagonistas son retratos corporativos para una agencia inmobiliaria, o recreaciones de sueños compuestas a partir de imágenes de stock. Daría igual que se imaginara las imágenes, porque la imaginación también es genérica, vaga, potencialmente de stock. En algún momento de la película se habla del carácter inhumano de la imagen como tal. No digo que sea cierto, pero en la película es así.

¿Qué te parece que el estreno en cines coincida con el auge de las imágenes generadas por IA, incluso ganando concursos de fotografía tradicional? ¿Acabarán haciendo cine sin participación humana?
Buena parte del cine se hace ya “sin participación humana”. Basta con ver cualquier póster de comedia española, la sensación de: ¿pero esta no había salido ya? ¿Se han olvidado de que ya la han hecho? ¿Me he olvidado yo? De hecho (una vez más, perdón por generalizar) es así en todos los aspectos de la vida: es la especie de inercia impersonal del capitalismo, que todo lo convierte en salchichas sin darnos tiempo a pensar por qué ni para quién; cuando acabe con este planeta se irá en cohete al siguiente planeta, etc.
Si soy sincero, la mayor parte de lo que hago, desde que me levanto hasta que me acuesto, lo hago “sin participación humana”. Hay algo aterrador en las ganas de, o mejor dicho la insistencia en vivir, que extrañamente se refleja mejor en la comedia (alguien cae, se levanta, vuelve a caer, vuelve a levantarse, ¿por qué? ¿No era mejor estar en el suelo, del que uno no puede caerse ya?) que en el cine de terror, donde no hay tiempo para pensar (hay que escapar como sea del peligro; luego ya se verá si valía la pena salir indemne).
Cuando el cine independiente parece buscar el naturalismo a toda costa, ¿expresar el malestar de la vida actual mediante el artificio absoluto es ir a contracorriente?
Depende del tipo de existencia que lleve uno, claro. Pongamos que tuviera dinero: lo gastaría en ir a lugares reales (Italia, etc.), comprar bienes reales (un apartamento, etc.), pasar tiempo con mis amigos reales y demás; la película de mi vida consistiría en mostrar esos lugares, objetos y personas. Pero como no lo tengo, me tendré que conformar con vivir en entornos virtuales: pasear por Roma en Google Street View, visitar apartamentos en Idealista (increíble elección de nombre), escribir a mis amigos para decirles que no puedo quedar porque tengo trabajo, etc. En ese caso, si quisiera reflejar mi estilo de vida en una película lo “naturalista” sería hacerlo todo lo más artificial posible. A lo mejor la película se podría haber hecho entera sin grabar una sola imagen nueva, solo usando pantallazos de Internet.
Buena parte del cine se hace ya “sin participación humana”. Basta con ver cualquier póster de comedia española, la sensación de: ¿pero esta no había salido ya?
¿Qué dirías que tiene este trabajo en común con los anteriores que has dirigido, además de que parte del equipo artístico y técnico es el mismo?
No lo había pensado hasta ahora, pero se me ocurre que en todas las películas que hacemos alguien intenta escapar a un sitio que no existe (Seattle en La tumba de Bruce Lee, el mundo de la fe en Esa sensación, las imágenes en Inmotep), y se da cuenta de que la realidad de la que pretendía escapar tampoco existía. ¡Una idea bastante poco especial (igual por eso no lo había querido pensar hasta ahora)!
¿Por qué el mundo del negocio inmobiliario? ¿Admitirías una lectura social o política por debajo (por los libros que lee el «villano», por ejemplo) o era parte de esa sensación de artificio?
En alguna presentación he contado que durante un año viví con más gente en un apartamento que la propietaria estaba intentando vender, y de vez en cuando aparecía de improviso un agente de una inmobiliaria para enseñarlo mientras estábamos en él. Alguna vez incluso me despertaron entrando en mi cuarto mientras dormía (no era, o no soy, de esos españoles “que madrugan”). Nada en contra de los propios agentes, que solo hacen su trabajo, probablemente en condiciones aterradoras.
El personaje del malo, interpretado por Luis García Luque, no deja de ser un pobre diablo: incel, sin casa (se queda a dormir en los apartamentos que enseña), etc. Pero está claro que la especulación inmobiliaria es una de las figuras contemporáneas del mal. Pese al aire fantasioso de la película, esa lectura que dices es posible, claro. En parte es una historia de fantasmas, y la figura del fantasma suele asociarse con la casa en propiedad (de ahí la expresión “no tener donde caerse muerto”). No sé si lo habré conseguido, pero la idea era contar una historia de fantasmas en tiempos de especulación inmobiliaria.

¿Quién es el espectador posible (o deseado) de Inmotep?
No sé a quién le pega más verla, la verdad, pero es tan difícil llegarle a nadie en general que estoy feliz con que la vea quien sea. Pero me hace especialmente feliz que le esté llegando, al parecer, a un público “joven” (lo pongo entre comillas porque es un término intrínsecamente rancio). Más a un público de Letterboxd que de Filmaffinity, digamos.
¿Dirías que el final del protagonista es «feliz» (sin spoilers)?
Dentro de lo que cabe (en el cine de terror es imposible que los finales sean verdaderamente felices), sí, desde luego. La pareja protagonista acaba donde quería, en una especie de Italia.
Imagen: Julián Génisson en una imagen de archivo, no de stock – Cedida por el entrevistado
