Jaione Camborda habla de su ‘O corno’, la película que ha provocado desmayos en San Sebastián sobre una mujer que debe huir de su pueblo por practicar un aborto
“En un mundo en crisis existencial y de valores estamos intentando conectarnos con la fuente de la vida”

Con el estreno de la particular road-movie que es O corno, Jaione Camborda (San Sebastián, 1983) hace también su viaje particular, en este caso de ida y vuelta. La donostiarra regresa a casa para presentar en la Sección Oficial del Festival de San Sebastián su segundo largometraje, el culmen de producción de su carrera en su otro hogar, Galicia, que ha acogido su progresión en el nuevo cine gallego. Ahí también se ubica, en la Illa de Arousa de principios de los 70, esta historia de una mujer obligada a dejar su pueblo por ayudar a otras mujeres en su gestión de la maternidad.
El aterrizaje de O corno en San Sebastián ha venido con turbulencias, en forma de desmayos en el cine debido a su primera y larga secuencia de parto. La cineasta, presente en la sala durante un desmayo, asegura a Cine con Ñ que vivieron el momento “con preocupación” y “tensión” por la persona afectada y tomar la decisión de parar la proyección. Aunque sí cree que la secuencia inicial y su uso del fuera de campo pueda afectar, Jaione Camborda cree que “el calor que hacía en la sala es un factor importante” para que se produjeran los desmayos.
La directora detalla en una entrevista qué le interesaba del tardofranquismo y los ambientes fronterizos en los que introduce a su María (Janet Novás), marisquera y medio matrona, que es perseguida por practicar un aborto. Pero la directora habla también de la cadena solidaria de mujeres que plantea su segundo largometraje, su experiencia en cauces más industriales en el cine español tras su ópera prima, más autoproducida (Arima), o su visión del rural como espacio cinematográfico de moda.
La película está ambientada en unos años muy determinados y en un lugar muy determinado (Illa de Arousa, 1971). ¿Por qué se eligió este lugar y en esta época concreta?
Me interesaba de esa época, por un lado, una generación de personas más apegada a la tierra. Ahí en la Illa de Arousa encontramos ese trabajo de las mariscadoras que trabajan justamente en contacto con la tierra, con el lodo y agachadas, una postura que también me interesaba. Además, en esa época se producía un parto menos medicalizado, y me interesaba volver a la parte más mamífera del proceso. Y luego está, claro, el tema de la época de prohibiciones en el tardofranquismo y de presiones sobre los individuos, pero especialmente sobre la mujer, su cuerpo y sus decisiones.

El otro espacio concreto en O corno es la frontera entre Portugal y Galicia. ¿Qué interesaba de lo fronterizo?
Para mí en la película hay muchas fronteras, pero seguramente la más explícita es esa geográfica. Planteo una frontera política, pero no real y natural. No es una frontera vital, sino sistémica, ficticia en el fondo, que pone en peligro de muerte a la gente.
La exploración de esos años 70 se ve también en los tonos y luces de la fotografía. Sin embargo, las imágenes y distintos elementos artísticos tienen un carácter casi atemporal. ¿Qué intención había en esa ambigüedad?
En el trabajo con todos los departamentos (arte, vestuario, etc…) se buscaba ser riguroso con la época, pero también ir a buscar todo lo que hubiera entonces que nos conectara con una experiencia que se percibiera como actual. Esa atemporalidad que nos llevara a veces a olvidar que eso está tan distante de nosotros y nos hiciera vivirlo un poco más en presente.
¿Por qué necesitaba conectarlo con nuestro hoy en día?
Creo que siempre tiene que haber algo que nos conecte con nuestra realidad de alguna manera, pero justo aquí es algo que creo que se tiene que recordar, porque de lo que habla la película no está tan lejos, incluso podría acechar: se le está dando voz e incluso altavoz a estas ideas en algunos ámbitos políticos.

Tener presente esa sensación de peligro cercano.
Sí, se está viendo en otras latitudes del mundo y aquí nos va llegando el murmullo. Derechos que parecen conquistados, como el del aborto, se están poniendo en duda constantemente.
Lo que parece que flota ahí como muro de contención es esta cadena humana de mujeres que van ayudando a la protagonista de la película a sobrevivir. Un concepto de sororidad que también se ve en Arima, su primera película. ¿Qué le interesaba de esta unión?
Sí, como en Arima también propongo a María como protagonista y eje de la película, pero también otros personajes espejo. Podrían ser María de alguna manera en el pasado, en el presente o en el futuro, se podría haber identificada a ella. Busco de alguna manera eliminar esa otredad de nuevo, busco eliminar la distancia entre ellas, poder ser el otro. Desde esa idea empática, desde esa idea de ser una, emerge esa sororidad.

¿Cómo ha sido el cambio de pasar de un proyecto pequeño a unos cauces de producción más amplios con O corno?
Era muy importante para mí generar familia con este proyecto. Arima fue solitaria en términos de producción y quería ir más arropada en ese sentido. La coproducción con Andrea Vázquez y María Zamora encontré ese calor de poder crear desde esa familia. Arima me permitió aspirar también a una financiación que me dejara más tiempo de rodaje y dar más volumen al guión. Más ambición quizás. Todo es más grande, y eso conlleva un cambio en la forma de dirigir. Pero estoy muy contenta con la experiencia, que además siento que me dio mucho aprendizaje.
En concreto, ¿qué aprendizajes dio Arima para poder acometer O corno?
En Arima exploré una parte como de psicología espectral, digamos. Creo que O corno es, de alguna manera, una prolongación de Arima, no me separo tanto de ella, pero sí que aquí pretendía ir a algo más físico. A la hora de dirigir actores, por ejemplo, creo que me ayudó mucho el haber pasado a la ficción antes, porque mis trabajos anteriores estaban más relacionados con lo experimental. Arima me dio certezas en ese sentido a la hora de manejarme con el equipo.
¿Se ha sentido cómoda en los cauces más industriales dentro de la producción independiente española?
Es cierto que, junto a mis compañeras, me sigo autoproduciendo, pero me siento cómoda en el acompañar mi película de forma más holística. Desde ese diseño de producción de toda la parte de generar el equipo de a quién aliar al equipo, de darle forma a ese nivel. Eso me permite guardar libertad, es algo que necesito. No sé si esta película me va a permitir, sin estar tan encima de la producción, poder seguir teniendo esa libertad. No sé a dónde me va a llevar O corno. Pero sí sé que, aunque sea más ambiciosa económicamente, necesito ese nicho de libertad creativa.

Aunque O corno no hable directamente del rural o de sus problemas, sus dos largometrajes se ambientan en entornos alejados de los núcleos urbanos. Se habla de tendencia del ‘neorrural’ en el cine español con distintas películas que se producen ahí. ¿Por qué crees que se produce este interés?
En un mundo en crisis existencial y de valores, de un materialismo fuerte, estamos intentando conectarnos con la fuente de la vida. Quizá en esos lugares sentimos que todavía la tierra y la naturaleza nos arropan, nos dan calor. Creo que tiene que ver en parte con eso, por lo menos en mi caso. Pero bueno, creo que van a salir de esta generación y de estas cineastas de esta cineastas películas con que transiten lugares urbanos. Las veces que he tenido ocasión de ver proyectos de generaciones venideras sí que veo que están más enlazadas con la urbe. Creo que en ese sentido vamos a tener mucha variedad.
Portada: Jaione Camborda, en la rueda de prensa de O corno en el Festival de San Sebastián – Jorge Fuembuena/Festival de San Sebastián
